Y no es coña

¿De qué estamos hablando?

Tengo la impresión de que se están enconando las posturas respecto al uso de Las Naves del Matadero de Madrid. Cuesta, o la menos a mí me cuesta mucho, mantener una actitud objetiva ante los hechos, los supuestos, las incertidumbres que plantea la situación creada por decisiones cuestionables, dudas basadas en la inconsistencia de ciertos proyectos, reproches en ambos sentidos y el cansancio que a mi entender ha provocado la mala gestión del área de Cultura del Ayuntamiento desde la llegada de la coalición Ahora Madrid.

Todo ello nos lleva a ponernos demasiado expansivos en nuestras apreciaciones. No se matiza y eso hace imposible el campo magnético que nos dé algo de luz o de sentido más allá de lo emocional en los apoyos o las negaciones. Al menos dos puntos importantes se encuentran en el inicio de este conflicto: el enjuiciamiento al concejal de cultura primigenio, que le hizo abandonar su trabajo y la llegada de Celia Meyer. Las primeras decisiones en el campo teatral emponzoñaron de súbito todo el sentido de lo público y lo privado, de las metodologías para la selección de personal en el ámbito de los teatros municipales y esas cosas que a casi nadie les parece importar pero que son las charcas donde crecen los insectos que después envenenan casi todo.

Hay que recordar que el que fue nombrado director de Madrid Destino, que es la agencia municipal donde se gestiona casi todo, dimitió de su cargo, lo que dejó otro vacío, por lo que no se sabe a ciencia cierta quién y con qué propósito se toman las decisiones. Porque aparte de la idoneidad o no de los nombrados, el problema real es que no se sabe si existe un plan estratégico, si se ha pensado qué se quiere hacer como política teatral, en qué tiempos y con qué presupuestos. Y bueno sería saber si se ha trabajado algún documento donde se explicite el diagnóstico y las medidas que se van a tomar para cambiar la situación.

Además de los intereses particulares que se evidencia en ciertas críticas, la supuesta objetividad, también muy interesada y con vínculos cercanos de parentesco, las fobias, hasta la memoria reciente que afecta a alguno de los elegidos, al igual que su metodología para ser elegidos, forma parte del problema el que nadie parece liderar, ni argumenta con claridad, hacia donde va la Nave Teatral Municipal de Madrid, con las Naves, el Teatro Español, el Circo Price, el Fernán Gómez y el Conde Duque, entre otros y sin olvidarnos de los instrumentos barriales y por distrito que deberían formar parte de una acción global, de regeneración, de puesta en común, de una planificación que vaya dando pasos concretos persiguiendo una idea.

Las improvisaciones, las gestualidades soberbias, los rechazos casi viscerales, nos sitúan en un escenario de muy difícil solución. Y el problema es que unos meses de inactividad por reformas mentales o estructurales es una acción de consecuencias imprevisibles para unas salas, pero la experiencia nos dice que no muy halagüeñas en casi ningún caso. Me temo que aquí nadie la va enmendar, se van a encastillar las posiciones, y a mí, que en una parte de la pelea, me parece de sobra claro dónde situarme, en el conjunto me da la impresión de que cada uno está hablando de cosas diferentes. Y muy diferentes, o al menos pertenecientes a ámbitos ideológicos, estéticos y de gestión casi irreconciliables.

Pero estamos en el terreno de la hipótesis todavía. El Teatro Español tiene una programación firmada por la nueva dirección que no veo yo que difiera mucho de lo anterior. Están unos y salen otros. Amistades, favores debidos. Lo de siempre. Tu me programas, yo te programo. Y campos abiertos a repetir lo de siempre. Y en Las Naves, la programación presentada es de baja intensidad. No veo mayores innovaciones que las que se ven en festivales o salas. Es decir vamos a ver qué significa la retórica del señor Feijóo. Porque concediéndole el beneficio de la duda, le diremos sabiendo que su dogmatismo, su sectarismo y vanguardismo vintage, no ayuda a quedarse esperando con los brazos cruzados, que las «artes vivas» desde el paleolítico teatral, necesita de alguien más que el supuesto investigador, se precisa una masa de ciudadanos activos que se interesen por ellas. Y sin límites ni por arriba ni por abajo y mucho menos por los flancos.

Yo intento hablar del futuro inmediato. Y quisiera hacerlo aportando crítica e insistiendo en mi reclamación pueril de la necesidad de definición de unos planes consensuados por instituciones y gremios que desde los datos estadísticos, políticos, de gestión de hoy se busque un nuevo modelo de sistema para garantizar la sostenibilidad y el progreso de las artes escénicas como elementos básicos de la educación, la cultura y la identidad en las próximas décadas. Con eso tengo bastante.

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