Críticas de espectáculos

Víctor Manuel/Vivir para contarlo

«Aquí cabemos todos o no cabe ni Dios». Con estas palabras se plantó en el escenario del teatro Jovellanos, de Gijón, Victor Manuel. Toda una declaración de intenciones para un concierto «levemente teatralizado, con un guión en el que voy a explicar las cosas que ha vivido cada canción y porqué la compuse; porqué nacen y qué las motiva». Una «Biografía de las Canciones», de sus canciones, como reza el subtítulo de la gira «Vivir para Cantarlo».

«Quería un espacio mínimo, donde sólo la música y las palabras fueran protagonistas y no hubiera ningún otro elemento que distrajera al público. Una caja negra y luces acotando el espacio. Puro teatro». Explicaba el cantautor en el programa. Así fue. En familia, en todos los sentidos. Junto a su hijo David San José, al piano, y Ovidio Lopez a la guitarra. Un recital dedicado a repasar nada más y nada menos que cuatro décadas musicadas.

Desde el lejano 1969, hasta el 2009. Desde la infancia y la adolescencia:

«Paxarinos», «El tren de madera», «Maria Coraje»; hasta la madurez pausada de las últimas décadas: «Mujer de humo» «Como voy a olvidarme», «Nada nuevo bajo el sol».

Recuerdos junto a su madre. «Carmina», el primer amor, pero también «El cobarde», todo un manifiesto antimilitarista en 1969.

Canción a canción. Inevitablemente llegó «El abuelo Victor», acompañado con palabras que por conocidas no sorprendieron a nadie: «Mi padre me llevaba siempre a la fosa común, en Oviedo. A visitar al abuelo Angel». En la misma línea, cantaría al final del recital «No se puede olvidar», en referencia al debate sobre la Memoria Histórica.

Siguió con otras más elaboradas, «Quiero abrazarte tanto», «Planta 14», «Canción para Pilar». Cada una con su imprescindible recuerdo, homenaje. Descubriendo su faceta más narrativa. Todas tenían cabida en esta actuación del «Festival de la Palabra». El mismo lo confesaba en directo: «Son canciones para explicar mi vida».

Canciones con ternura, «Sólo pienso en ti; drama, «Qué te puedo dar»; compromiso, «Cómicos»; mitología astur, «Cuélebre». Sin faltar el amor sin fecha de caducidad dedicado a Ana Belén, presente en la sala, «Nada sabe tan dulce cómo tu boca». Ni el eterno regreso a casa, «Asturias». Vitorín en estado puro.

No, no es fácil resumir toda tu trayectoria, incluidas las reflexiones más íntimas y personales y ofrecerlas desde un escenario, ante más de mil personas.

Victor Manuel es un hombre que canta y cuenta lo que piensa y dice lo que canta, cómo en este ocasión. En la recta final de la representación, recuperó su vena más comprometida con «Vienen del Sur»: «Dedicado a, los emigrantes que llegan a nuestro país en busca de trabajo, cómo hace años íbamos los españoles fuera». O «Sin memoria», en alusión «un tal Alvarez» y «un tal Cascos». Regocijo en el auditorio.

Se notaba que el ambiente estaba caldeado. Victor Manuel también. Lanzó un mensaje a los que le quieren jubilar antes de tiempo: «No es un punto final, porque los temas del 2001 al 2009 siguen muy vivos».

Desde el dolor contó «La madre», sobre la drogodependencia; o «Deja que te cuide mariposa mía», sobre la fibromialgia. «Canciones que te dejan muy desfondado».

Dos horas y media. 26 canciones. Un concierto donde la palabra luchó con la música en un combate tan equilibrado que nunca se sabía si era preferible oírle cantar o escucharle reflexionar. Hasta llegar al bis, «Asturias». Su tierra, que según su apreciación «me da más de lo que merezco».

Esta «Biografía de las canciones» «Es un concierto que no tiene nada que ver con otros», explicaba el cantautor al día siguiente. Esta fórmula de presentarme sólo con la palabra, la música y una cruceta de luz, hace que la gente reaccione de manera diferente. La catarsis de este concierto no se ha producido nunca, porque cuando estás sólo es muy difícil esconderte»

 

Antonio Mayo

 

 

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