En cartel

El premiado true crime ‘Dirrrty Boys’ llega a La Villarroel

La obra se basa en un terrible asesinato acaecido en Liverpool en 1993

El teatro La Villarroel de Barcelona presenta ‘Dirrrty Boys‘, una obra de Gerard Guix, dirigida por Àgata Casanovas. El espectáculo, protagonizado por Martí Cordero y Sergi Espina, es una producción de Las Bestias.

En 1993, en Liverpool, dos niños de diez años secuestraron y asesinaron brutalmente a uno de dos. Éste fue uno de los casos más mediáticos de la época, tanto por la atrocidad del crimen, como por el hecho de que los autores fueron juzgados como adultos. Ahora, la compañía Las Bestias convierte el caso en una obra de teatro que reflexiona sobre las consecuencias de los propios actos y la (im)posibilidad de las segundas oportunidades. “Lo importante es que a lo largo de la función se repita una sola pregunta, como un gota a gota molesto, pero que va penetrando imparable, aquello de quién merece una segunda oportunidad y quién no”, explica Gerard Guix. El autor tuvo que investigar el caso a fondo, dándose cuenta de que, para poder adaptarlo a un formato teatral, debía insertarlo dentro de lo que ya se conoce popularmente como género true crime al modo de otras obras como El adversario de Emmanuel Carrère o la novela A sangre fría de Truman Capote: “Decidir la estructura del texto – añade el dramaturgo – era una parte muy importante del proceso y vi que contar la historia mediante flashbacks funcionaba muy bien.»

Pero, ¿cuáles son las consecuencias de matar, más allá de ser juzgado? «No todo se puede resumir con la mancha que dejas en tu expediente vital cuando la cagas. En Dirrrty Boys intentamos explicarlo., dice Àgata Casanova. La directora del espectáculo explica que abordar un proyecto como éste implica tomar una serie de decisiones: «Gerard nos presentó el texto desnudo, sin acotaciones para ofrecernos la libertad de levantarlo y escenificarlo como creyéramos mejor. Opté por un espacio diseñado sólo con colchones, entendiendo el colchón como un espacio de intimidad personal que nos permitirá acceder al interior más personal y enterrado de los personajes.”

La obra propone al público una reflexión incómoda, obligándole a realizar un esfuerzo de identificación, presentando unos personajes complejos y un crimen muy difícil de digerir. La obra investiga las circunstancias que rodearon no sólo el asesinato en sí, sino también las vidas de los verdugos; dos niños de los que no sabemos nada, de los que se ha borrado la identidad. Todo ello nos deja con una sensación de vacío, huérfanos de respuestas. Esta producción ficciona la realidad y pretende llenar los blancos y especula sobre lo que quizá ocurrió.

“Han pasado casi treinta años y todavía se genera ficción a su alrededor: una novela, una película, una canción, una serie, un cortometraje nominado a los Oscar y ahora una obra de teatro. Las consecuencias todavía son bien visibles, las heridas siguen bien abiertas, la sangre sigue brotando en un gota a gota lentísimo, que suele ser mucho más doloroso que un impacto brutal», añade Guix.

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