Sud Aca Opina

A medio morir saltando

– ¿Como estás?

– A medio morir saltando, ni chicha ni limonada.

– ¿Qué?

– Fácil; ni fu ni fa.

– ¿O sea?

– ¿Acaso te faltan palos pal puente o gramos pal kilo, que no entiendes?

 

Después de hacer un profundo análisis de este breve dialogo entre amigos, quizás todos nosotros llegaríamos a entender de lo que se trata.

El personaje en cuestión no está pal gato sino más o menos y quien pregunta no tiene un bajo coeficiente intelectual, simplemente no es discurrío.

Si bien es cierto el lenguaje académico está muy bien resguardado en voluminosos escritos por dilectas personalidades, nuestra lengua es eminentemente dinámica, llena de vocablos en constante mutación, más otros tantos apareciendo, transformándose o desapareciendo por el simple uso o desuso.

Si de manera global nuestro idioma ya es suficientemente dinámico, ni hablar de las variantes por región, país e incluso localidad o barrio.

Entonces me surge una duda ¿qué es más importante en un intento de comunicación, la forma o el fondo? ¿qué el mensaje contenga palabras de diccionario o se entienda?

Los ortodoxos de siempre blandirán tomos de la RAE como las únicas armas efectivas para una buena comunicación, mientras otros no estarán ni ahí.

Como siempre;

Depende ¿De qué depende? De según como se mire todo depende.

(Jarabe de palo – Álbum lanzado en 1998)

Han pasado 21 años de esa canción y la dinámica, como siempre ha sucedido, se mantiene inmutable.

El famoso rio del filósofo griego Heráclito de Éfeso, en algunos aspectos pareciera haberse estancado, en muchos, salvo en el fluir de la palabra.

Los lenguajes locales suelen ser un mix entre vocablos de diccionario, modismos, palabras de otros idiomas, adoptadas o adaptadas, uno que otro guiño a dialectos de pueblos originarios y por supuesto, solo sonidos.

Por estas coordenadas tenemos eso más el no pronunciar ciertas letras finales, hablar rápido y sin modular, además de usar muchas veces el doble sentido. En definitiva, para un extranjero, el intentar comunicarse con un chileno común y corriente, puede llegar a ser toda una experiencia.

Increíblemente entre nosotros nos entendemos bastante bien, nunca a la perfección porque hoy en día eso es prácticamente un mito.

– Pásame la huevá questá al lao de la cuestión.

– ¿Cual?

– Esa po.

Y milagrosamente, la huevá que estaba al lado de la cuestión, llega a manos de quien la solicitó.

Si a todo esto le agregamos el vocablo huevón que identifica a un chileno en cualquier parte del mundo, los parámetros para la definición de una comunicación efectiva, podrían cambiar.

Le decimos huevón a un amigo, pero también a un enemigo y por supuesto a un desconocido.

Hueviar es pasarlo bien, pero también molestar o perder el tiempo.

Hueveo es una tomadura de pelo, pero también una fiesta.

No huevís, podría equivaler a no me molestes o a no te puedo creer.

Se me olvidaba el tono, variante fundamental para expresar una idea.

Créanme, no los estoy hueviando.

La comunicación cambia y la palabra huevón que comenzó siendo un insulto, hoy es un comodín fonético.

Es cierto, no los estoy hueviando.

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