Si lo crees lo creas

#Asíloveoyo

Sinceramente, si no fuera por mi profunda pasión hacia el arte escénico y mi mente no se nutriese de las realidades paralelas que co-existen sobre un escenario, yo jamás iría al teatro. Me aburre profundamente.

El 90% de las obras que voy a ver me dan exactamente lo mismo, no me cuentan nada que pueda interesarme y la forma de ejecutarlo me parece antigua, trillada y en mucho de los casos de personalidad vacía. Sin embargo disfruto gozosamente de ese aburrimiento, me encanta.

Lo que quiero decir es que entiendo que la gente, en general, pase un mojón de pagar una entrada para ir a ver una obra de teatro.

Ya lo dijo Peter Brook hace tiempo: «el nuevo teatro debe atender a las necesidades propias del ser humano del siglo XXI» y nosotros, discúlpenme, ni si quiera conocemos en profundidad nuestras propias necesidades personales.

El teatro no aporta porque es insuficiente para la sociedad, como la Iglesia, nuestros políticos o el McDonald. Y aunque es cierto que empiezan a despertarse nuevas formas de hacer, temas propicios del momento y algo que se retuerce en el inframundo por salir a la luz en esta despreciada y mitómana profesión nuestra, aún seguimos agarrados como niños a la teta materna. #oasíloveoyo

E.Galeano dijo: «el arte es verdadero cuando ayuda a mirar». En nuestras obras, muchas veces y sobre todo en las de gran factura, predomina el «recurso como protagonista», es decir, lenguajes escénicos correctos, con grandes profesionales al servicio de una idea creativa mediocre, en alguno de los casos por un/a director/a que nos deja ver sus límites morales o psicológicos, y en otros porque colocan al público en el papel de «imbécil revelación».

De hecho, y vuelvo a P.Brook, «el teatro no tiene sentido si el público no forma parte de lo que hacemos, de otra forma estaríamos presenciando una masturbación», y qué quieren que les diga, hoy en día, yo personalmente, prefiero esa masturbación si es honesta y gustosa que ver un espectáculo donde ni si quiera hay masturbación sino, en su defecto, una anécdota lejana de una supuesta masturbación que hubo.

El otro día pensaba desde el patio de butacas: «madre mía el daño que finalmente nos ha hecho la técnica». Somos el producto artístico de una sociedad que se ha creído eso de que las escuelas, los estudios como concepto de acumulación, los másteres y un sin fin de títulos académicos nos iban a dar la sabiduría y la oportunidad de competir por unos puestos de trabajo profesional interesante. Y claro #tomacrisis… Ahora un actor/triz no sabe «estar en presente en una escena» porque está utilizando la técnica. #tócateloscollons

Me pasa mucho lo de estar en el teatro y observar que verdaderamente todo está «perfectamente» ejecutado: los tempos, el vestuario, las luces, la propuesta escénica, el texto, los personajes, incluso los actores están «perfectamente correctos», y sin embargo todo es un puto coñazo. No hay nada debajo de la forma que realmente, en mi opinión, merezca ser contado.

¿Para qué se hace teatro? ¿Por qué iba a ser necesario un teatro como el que hacemos, tan escolar y sin sangre?

El ser humano está sufriendo una mutación transpersonal cuya punta de iceberg se muestra tergiversado cada día en los periódicos.

Si el teatro debe atender a las necesidades de los hombres y mujeres de esta época, entonces necesitamos un teatro transgresor, visionario, valiente, creativo y con corazón, que sirva de ayuda al dolor, entre otras cosas, que el mundo guarda en silencio y a escondidas. Un teatro que honre y ponga al servicio el poder que tiene: el poder del encuentro y la transformación.

Hoy la vida es un teatro y en el teatro se ve la vida de los que actúan, no me interesa. El teatro de caretas que no sabe que las lleva está condenado a ser inútil y fracasar por su inconsciencia. Para la farsa ya están los vecinos, la TV y las calles, y además gratis.

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