Mirada de Zebra

Bajo la palabra «ensayo»

Hay palabras que esconden curiosas historias bajo su significado más extendido. Palabras que son como minúsculos libros que pueden abrirse y leerse para encontrar sorprendentes relatos, micro-poemas o incluso significados subliminales y ocultos de la palabra en cuestión. El Arte Escénico es un terreno particularmente fecundo a la hora de hallar sustratos lingüísticos velados bajo la superficie de las palabras. Así, por ejemplo, resulta cuando menos chocante que la palabra «persona» provenga del término griego que significaba máscara –el vocablo «máscara» en griego proviene de «personare», resonar–, dando a entender, para nuestro desasosiego, que toda persona es en realidad una máscara. Y significativamente, rizando el rizo en sentido contrario, «actor» nos remite a la palabra «actuar», por lo que un actor es esencialmente aquel que ejecuta una acción y no aquel que miente, finge o representa.

Metidos en esta harina, sumergirse en los significados escondidos que tiene el término «ensayo» en diferentes idiomas, abre un atractivo debate sobre las diferentes posibilidades que alberga ese espacio fundamental de la creación. Para los franceses, por ejemplo, ensayo es «repetition», sugiriendo explícitamente que se trata de una fase consagrada a la repetición. Qué duda cabe que la repetición resulta esencial en todo proceso de aprendizaje y de puesta a punto de una creación. El mismo Laurence Olivier, tal y como recuerda Peter Brook, pasaba infinidad de horas repitiendo los versos de sus personajes hasta adiestrar perfectamente todo su aparato fonador y poder, a partir de ahí, trabajar con mayor libertad creativa. Sin embargo, concebir el ensayo como mera repetición conlleva el riesgo de mecanizar el proceso creativo, logrando que a cada vuelta todo sea más fácil pero también más anodino. En este sentido, si la repetición es la antesala de toda rutina, resulta utópico pensar que la frescura y el fogonazo que necesita todo arte en vivo pueda alcanzarse a base sólo de repetir. Incluso cuando un espectáculo parece perfectamente ensamblado, ensayar con el único objetivo de repetir y engrasar los automatismos, puede ser la manera más rápida de acabar con la vida de un espectáculo.

La palabra castellana propone casi lo contrario. El ensayo nos habla de algo que linda con la experimentación, con un cúmulo de intenciones que se van a contrastar con la práctica. El ensayo es tantear, intentar, proponer lejos de cualquier certidumbre, es acechar un resultado asumiendo el riesgo del fracaso. El ensayo tiene pues una sombra inseparable, el error. En Alemania la cuestión nos lleva a un territorio similar: allí al ensayo le llaman «Probe», que viene de «proben», es decir, practicar, probar.

Pero probablemente de todas estas acepciones, la más seductora sea la palabra inglesa «rehearse», ensayar. Lingüistas que investigan la biografía de las palabras –pues las palabras, como las personas, tienen su propia biografía, y ésta también está llena de cruces, emparejamientos y soledades, de periodos de esplendor y decadencia–, dicen que el término tiene su origen en el verbo francés «rehercer». En su origen «rehercer» significaba volver a arar («re-» como partícula que indica volver a hacer algo, y «herce» que significa «arado»). El pasado de «rehearse» revela una metáfora sugerente: la sala de ensayo es allí donde se ara una y otra vez, donde se remueve incansablemente una tierra para fertilizarla. La tierra que pide ser sembrada puede ser un texto que cae ante nuestros ojos, un objeto que inexplicablemente llama nuestra atención o quizá una acción que brota en una improvisación. Continuando con la misma imagen, es fácil proyectar la sala de ensayo como una suerte de invernadero donde se crea el clima idóneo para que en esa tierra salvajemente escarbada, crezcan y se desarrollen ideas.

Experimentar, sembrar, probar, repetir… Como ven, los diferentes significados de la palabra «ensayo» indican sólo algunas de las posibilidades que alberga una fase creativa que conjuga, como ninguna otra, lo tortuoso y lo sublime, el tedio y la magia, la desazón y el sueño.

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