Críticas de espectáculos

Ben-Hur / Yllana Producciones / 64 Festival de Teatro Clásico de Mérida

 Un culebrón sin pies ni cabeza 

La conocida compañía madrileña Yllana Producciones ha debutado en el Festival con un espectáculo sobre el personaje de “Ben-Hur”, en versión teatral de Nancho Novo basada en la novela de su creador Lewis Wallace, una de las apuestas –considerada la más llamativa en esta edición- del director Jesús Cimarro por los espectáculos de nueva creación a partir de personajes o temas clásicos.

La versión, que en el programa de mano, a priori, nos advierte –embrolladamente- que el “Ben-Hur” que propone no esta contado como en la novela sino como una historia donde las cosas “no son lo que parecen” o “si son lo que parecen…”, no es más que un despropósito teatral populachero que la compañía ha representado en el Teatro Romano, al no haber logrado sacar jugo a ese intento de gastar una broma de “superproducción”, intelectual y artística, satirizando con su peculiar lenguaje humorístico los contenidos de la gran obra literaria (en las referencias que toma de la célebre película de William Wyler, de 1959).

No entiendo esa idea de Novo de haber querido parodiar un tema como el de Ben-Hur contándonos como historia «jamás contada» un culebrón sin pies ni cabeza, e invitarnos a la reflexión, consideración pretenciosa si tenemos en cuenta que el tema es sobradamente conocido y que la película -que todavía respira un mayor verismo que la perfección virtual de hoy- esta magníficamente realizada (recibió 11 Óscar) y su contenido, bellísimo, propone un constante equilibrio de lealtades para crear una fábula moral sorprendentemente antiimperialista sobre el valor del perdón y la fidelidad a los orígenes.

Creo que el tema de Ben-Hur apenas deja lugar para crear gags visuales y diálogos que reflejen el absurdo comportamiento del ser humano en determinadas situaciones. No hay detalles sospechosos de incongruencia para esa reducción al absurdo, para esa ironía que muchas veces existe en las grandes historias a través de los detalles que las componen. Por lo que Novo aquí se estampa contra una pared para poder ridiculizar y provocar una risa inteligente, como la que consiguieron los geniales Monty Python en la película «La vida de Bryan» (aquel excelente clásico de la comedia que toma como punto de referencia las historias bíblicas).

Novo y la compañía tienen que inventarse en esta versión esos detalles, buscando huecos para su escenificación. Y para ello sacan a la luz algunas situaciones –esquemáticas y encajadas con calzador- de los personajes, como las reivindicaciones actuales por la igualdad de la mujer o las oportunidades de estas para recitar algunos pasajes de textos grecolatinos por el simple hecho de estar representando en el escenario del Teatro Romano. Y, sobre todo la de darle valor a una idea del escritor y guionista, abiertamente gay, Gore Vidal, que contó en un documental, dando a entender (para quien quisiera entenderlo) que la rivalidad entre Messala y Ben-Hur nacía en realidad de una pasión de juventud, enfocando la amistad y enemistad entre los dos como una relación homosexual.

La puesta en escena de Yllana, dirigida por David Ottone y Juan Ramos Toro, está tratada como una función de “teatromascope” (según conceptúa la compañía por realizarla exhibiendo una enorme pantalla que cubre casi todo el monumento romano) que busca la espectacularidad y la interacción con el público. Tiene algunos momentos felices de creatividad y observaciones  agudas a pesar de la falta de enjundia de la versión, pero distan mucho de aquellos montajes anteriores de la ácida crítica y diversa –con la perfección en la provocación, onomatopeyas, gestos, mimos y teatro que conocimos en sus primeros años- que cayó muy bien como hábito higiénico y beneficioso para la salud social cuando se descubrió que España era capaz de criticar sus propios conceptos, de ponerse en evidencia y reírse de sí misma. La función de este estreno tiene bastantes altibajos en el humor, en el ritmo, en la luminotecnia y el sonido y en la interacción de los actores, aunque logre que determinado espectador que sólo busca entretenimiento, en general, se lo pase divertido.

La interpretación, que realizan seis actores desdoblándose en muchos personajes, me pareció bastante forzada (sobre todo la del extremeño Agustín Jiménez). Y sus juegos de interacción, para hacer participar a un público pasivo, fueron bastante facilones, casi de obra de colegio. Sólo puedo destacar los roles realizados por Elena Lombao, entonada y creativa, como la hermana de Ben-Hur enamorada de Messala y en la mayoría de sus ocurrentes intervenciones animando al público. 

José Manuel Villafaina

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