Desde la faltriquera

Buero Vallejo, centenario deslucido

Esta semana se celebra el primer centenario del nacimiento de Antonio Buero Vallejo, extrañamente con escasa pomposidad. Prácticamente pasará desapercibido. Uno hubiera esperado de Celia Mayer, del ínclito Eraso (que una vez probó fortuna en Madrid, por si la casta le daba suerte, ¡a ver si se va de una vez!) y la corte de mariachis y petimetres de la villa y corte, un homenaje digno de uno de los mejores dramaturgos de España y un hombre comprometido políticamente. Alguna reposición, algún congreso u otro tipo de acto cultural. Sin embargo, los mariachis culturales de la capital del Reino (al menos por unos meses más) han debido encontrar en los manuales a Buero junto a Paso, Benavente o vaya a saber quién, y lo habrán considerado un escritor fascista, pues si estrenaba en tiempos de Franco, sería por algo.

Intentaré hacer algo de justicia. Buero en la segunda mitad del siglo XX es uno de los dramaturgos más importantes de España. El éxito y reconocimiento acompañó una buena parte de sus estrenos y hoy, lo que es más importante, más de media docena de títulos resisten el paso del tiempo; entran en la categoría de clásicos. Además de Historia de una escalera, su drama más emblemático pero no el mejor, quedan para la posteridad En la ardiente oscuridad, El concierto de san Ovidio, El tragaluz, La fundación y El sueño de la razón, por citar algunos de su mejores obras. Estos y otros dramas perviven, porque tienen una lectura más allá de su posición de resistencia desde dentro del régimen franquista.

A muchos se les ha olvidado las circunstancias en las que escribe, gana el premio Lope de Vega y estrena su Escalera; y la agria polémica con Alfonso Sastre (más del gusto de Eraso por su posición Bildera, pero inferior) acerca del posibilismo versus imposibilismo. Para recordar, la necesidad de aceptar algunas de las imposiciones de la censura, para estrenar y poder decir muchas cosas utilizando un lenguaje metafórico y críptico que denunciaba los excesos y falta de libertades del régimen, entendido por los espectadores. Es cierto que Sastre, en el plano teórico, ofrecía una oposición más frontal, pero como decía Buero, en los artículos cruzados con el escritor madrileño en Primer Acto, de nada sirve escribir en contra si los folios tienen por destino el cajón.

Buero ejerció la crítica contra el sistema desde el exilio interior y cuando las libertades se restablecen en la Transición, sigue desde su atalaya censora enjuiciando la actividad cultural, social, económica y política, con una forma de escribir que exigía la lectura del subtexto y que pocos supieron hacer. Como buen creador atisbaba algunos de los males (la corrupción moral, que engendra la otra) instalada en todas las clases sociales que retrataba, en dramas ciertamente menos sólidos que otros anteriores. La edad que pasa factura, se percibía en la escritura.

Pero señora Carmena, Buero no era franquista y no merece el silencio de sus mariachis, aunque haya sido Pérez de la Fuente el más vindicativo con él desde hace una puñado de años . Además medir la categoría cultural por posicionamientos ideológicos, además de demodé y propio de la intelligenzia, solo conduce al empobrecimiento intelectual, pórtico de toda suerte de intolerancias. El ayuntamiento de Madrid no ha andado fino con este aniversario, pero tampoco el Ministerio de Cultura ha espabilado mucho.

No toda la culpa de la desafección a Buero se debe a la casta política. Los tenedores de sus derechos de autor, la familia, tampoco colaboran mucho. Son demasiado reticentes y exigentes para cederlos. Su oposición al cambio de una simple coma, la supresión de un diálogo que clarifique, una escena que abra el drama hacia lo universal también dificulta lo suyo. Que el dramaturgo o director tengan el aliento familiar de la puridad en el cogote no beneficia la difusión de Buero Vallejo, aunque bien es verdad que responde al celo de don Antonio que asistía a los ensayos y puntualizaba o discutía cualquier cambio en relación al original. Unos y otros impiden la proyección de un dramaturgo del que se celebra el centenario de su nacimiento, pero que bien merecería una mayor difusión nacional e internacional.

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