Foro fugaz

Cada vez más lejos

En París todos tenemos urgencia de regresar a la «normalidad» de antaño, cuando éramos dueños de nuestros desplazamientos e íbamos al cine, al teatro, a los museos, al restorán según nuestra real voluntad. Ahora es un espejismo, pues cuando por fin parece que lo alcanzamos, aparece más lejos…

 

La fecha límite para que se levantaran algunas restricciones para las actividades culturales era el 15 de diciembre, cuando prometían autorizar la reapertura de teatros, cines, circos, salas de concierto; la condición era que bajara el nivel de contagios a menos de 5 mil por día, misión imposible según las cifras de la evolución de la epidemia que sigue muy activa en Francia. 

«Los teatros y los cines seguirán cerrados», fue la respuesta del Primer Ministro Francés Jean Castex, que cayó como un balde de agua fría en invierno. 

¡Gran decepción! Pues los teatros ya habían lanzado su programación de fin de año. Todo estaba listo para los eventos de la temporada navideña, pero ahora deben aplazarla hasta el 7 de enero, sin ninguna garantía de apertura… Para los representantes del mundo de la cultura se trata de una medida muy injusta. Por ejemplo, el actor Pierre Niney declara en su cuenta Twitter: 

«Es muy duro darse cuenta que todos los comercios, los transportes, los centros comerciales de Francia pueden recibir público a todas horas… Pero no los cines o los teatros que han hecho muchos esfuerzos para ser lugares seguros sanitariamente hablando…». 

Discriminación hacia la cultura es la opinión general de la profesión, ya que todos los directores de espacios culturales han mostrado una gran disciplina para aplicar las medidas sanitarias vigentes, sin ningún reconocimiento. 

La medida afecta a todos, pero muy en especial a los dramaturgos franceses que no tienen ningún tipo de apoyo económico, ya que trabajan por su cuenta, y las ediciones teatrales casi no se venden; ellos viven de la recaudación en taquilla. Resultado, ellos son el eslabón más frágil del sistema, con una tendencia a desaparecer como profesión, ya que estos creadores que viven de las entradas van a emigrar a otras fuentes de creación para ganarse la vida. Serán guionistas de series, de sketches de televisión, de películas, pero de teatro, nada. 

Otra amenaza para el espectáculo viviente es el abuso del streaming (como ya lo hemos señalado en esta columna), la difusión vía redes sociales de los espectáculos, una manera de satisfacer una necesidad de acción para actores, directores y público, pero que a la larga podría conducir a la no asistencia a las salas, al no pago por los espectáculos («para qué desplazarme si todo lo tengo en mi sala, en pantalla grande, y además gratis o casi…»). Actores, directores y productores enviaron una carta a la ministra de cultura de Francia, para destacar este peligro producido por el cierre de los teatros y pedir la apertura inmediata de las salas, que seguirán en cuarentena. 

Todos exigimos que los teatros regresen a su actividad, aunque sea restringida. El problema es que la epidemia no cede. Y arrastra con ella vida y talentos, mientras la tensión se enciende, y todos esperamos que el milagro suceda, que el virus desaparezca. El músico violoncelista Gautier Capuçon escribe: 

«¿Cuántos artistas no van a sobrevivir? ¿Cuántos actores del ecosistema cultural no van a reponerse nunca? ¿Cuántos jóvenes deberán abandonar sus sueños?».

Además del temor al contagio aparece el miedo a la situación económica que conlleva situaciones cada vez más dramáticas.

¡Queremos teatro! ¡Queremos cine! ¡Queremos ir a conciertos! ¡Ir a los restoranes, a los bares, resucitar la vida nocturna de una ciudad luz en tinieblas! ¡Vida teatral que es el doble de la vida! ¡Queremos que esta pesadilla termine!.

J’écrit ton nom… Liberté!  (Paul Eluard) (Escribo tu nombre… ¡Libertad!) Evocación de un poeta para la hora del miedo y la tormenta… 

París, diciembre de 2020 

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