Críticas de espectáculos

César y Cleopatra/Emilio Hernández/Magüi Mira/61 Festival de Teatro Clásico de Mérida

Monótono híbrido teatral

«Cesar y Cleopatra», es otro espectáculo de la compañía Pentación, de Jesús Cimarro -producido con el presupuesto del Festival-, que por su estructura dramática está concebido más para hacer bolos por salas de teatros a la italiana y plazas porticadas que para una representación apropiada al Teatro Romano.

El controvertido lazo de poder y seducción que mantuvieron César y Cleopatra, fue un tema sobre el que escribió en 1899, con el mismo título, el Nobel irlandés Bernard Shaw -inspirado en los dramas históricos de contenido romano de Shakespeare-, logrando una «pièce bien fâite» de diálogos ingeniosos, elegantes y mordaces de la relación entre dos culturas antagónicas: la de la sensualidad y la opulencia de Egipto y la de una eficacia fría y calculadora de Roma. Pieza que también se representó en Mérida en 2001, en versión de M. Mediero (con una dirección desastrosa de Paco Suárez).

Emilio Hernández, acaso basándose en los autores británicos o en Wikipedia, crea un nuevo texto -híbrido teatral que mezcla el género didáctico y la comedia rancia con acento humorístico- combinando de forma original pero compleja esas relaciones dominadas por la pasión de la cual brotan virtudes y defectos, aciertos y grandes errores, que confirman una sorprendente paradoja y reflexión en el plano intelectual.

El autor presenta a los amantes y gobernantes, César y Cleopatra, que se reencuentran este mismo año (2015) en el Teatro Romano para evocar su juventud y -desde la eternidad- rememorar experiencias pasadas, después de casi 2000 años de historia. Hernández quiere analizar muchas cosas sobre ambos, en un ir y venir del pasado y del presente, con apuntes ingeniosos y observaciones agudas, pero que apenas logra. La obra, que profundiza poco en un contenido con enjundia, está atosigada de una retórica pretenciosa que no acaba de cuajar como propuesta sugerente de reflexión y cuestionamiento sobre «la erótica del poder o el poder de la erótica» imaginado. Y tampoco en el planteamiento escénico, con la duplicación de la pareja en etapas de madurez y de juventud.

La puesta en escena de Magüi Mira es facilona, convencional y visualmente encogida en el majestuoso marco romano. Está falta de veracidad y de gracia. Apenas le saca partido cómico a los actores y a los momentos coreográficos (poco vistosos) y canciones (muy flojitas). Vi la representación necesitada de más ensayos, donde había que ajustar mejor el ritmo escénico. Este se desarrolló demasiado monótono, con momentos que conducen al inevitable aburrimiento del espectáculo que, sin ser largo, termina por parecer interminable.

En la interpretación, los cuatro actores: Ángela Molina (Cleopatra), Emilio Gutiérrez Caba (César), Lucía Jiménez (Cleopatra joven) y Marcial Álvarez (César joven) sólo están discretos. No terminan de casar en una actuación consistente. En un espacio vacío -muy reducido y sin utillería- sus gestos y movimientos son simples y escasos de creatividad. De Gutiérrez Caba sólo se aprecia su buen timbre de voz. Álvarez no convence sobreactuando en la muerte de César (por un sinfín de estrafalarias puñaladas). A las dos actrices, Molina y Jiménez, se les nota las dificultades de expresión corporal que tienen algunos actores. En sus coreografías eróticas, la primera consigue algunas burbujas de gracia, la segunda está muy sosa. No destaca ninguno.

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