Y no es coña

Clásicos y contemporáneos

Por si acaso, lo recuerdo. Tras varios años de hacer información sobre las artes escénicas, en la redacción de ARTEZ nos impusimos ciertas limitaciones para no aburrirnos y no aburrir a nuestros lectores. Una de ellas era no contar los argumentos de ciertas obras de teatro que se repetían invariablemente casi cada trimestre, las óperas del repertorio más habitual, y no utilizar ciertos términos y conceptos, como el de clásicos y contemporáneos que ha aparecido en nuestra revista infinidad de veces, y apurando más, lo de clásico contemporáneo.

Esto último tenía una parte de protección ante la misma contradicción enunciativa, y por otro porque nos resumía un cierto eclecticismo que acontece en muchos festivales generalistas. Pero lo cierto es que uno de los asuntos que probablemente no se hayan resuelto, es cómo tratar a nuestros clásicos. Y no se han resuelto en ninguna de las instancias. Empezando por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, de la que acabo de ver en Almería su «La vida es sueño», que mantiene intacta toda su estructura ideológica que marca de manera muy clara toda la propuesta, por mucho aligeramiento en el texto que haya hecho, y muy bien Juan Mayorga, y por mucho que se intente tratar a Calderón como alguien universal e intemporal. El mensaje final es reaccionario de manera universal.

Probablemente sea un asunto de Estado, y quienes mantenemos que gran parte del teatro clásico español, especialmente del siglo de oro, es el sustento sobre el que se ha ido sedimentando la violencia estructural, el pensamiento más integrista, eso que llamamos nacional catolicismo español, seamos señalados como extravagantes extremistas. Pero no es un invento del franquismo como algunos pretenden hacernos creer, sino que es el sustento del pensamiento franquista, que encuentra con estos autores donde Dios, Patria, Rey, obediencia, machismo, honra, honor, violencia institucional van creando una ideología dominante difícil de superar.

Mi propuesta es que se revisen estos textos, que se cumplan las leyes actuales, las de nuestra contemporaneidad, las vigentes, y no se puede justificar la violencia de género, la muerte de nadie, por el honor de otro. Y me canso de ver en los escenarios justificaciones de la muerte de mujeres a manos de sus maridos porque la honra vale más que la vida. Esto es una salvajada. Hay que tomarse en serio estos asuntos porque en nombre de Calderón, Lope, Alarcón y cualquier otro se están dando obras y mensajes a los jóvenes que no alimentan nada más que ese pensamiento reaccionario, machista, servil y se ofrecen sin otro punto de vista. Es innegable el valor de ciertas obras, pero hay que ponerlas en escena con el punto de vista de la sociedad actual. Y si se hacen sin ese filtro sin esa alteración del mensaje, en muchos casos, eso, simplemente, está fuera de la ley.

Hagamos a los clásicos, contemporáneos, pero no solamente por ponerles mecanismos y tecnología actual, sino porque lo que se les dice a la sociedad actual esté de acuerdo con sus valores. Eso digo yo, aunque me quede solo. Porque creo que mantener esta actitud de «así era el mundo cuando Calderón lo escribió», nos llevará a ese mundo pasado. No al actual.

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