Y no es coña

Con cuatro frases y wifi

Lunes ocho de abril de dos mil diecinueve, una fecha como otra cualquiera a la que se llega con una carga trimestral y una zanahoria vacacional. Nos faltan pocos días para que la estulticia de los candidatos políticos se convierta en petición de voto. En algunos lugares del poder cultural ya han perpetrado su acto de condenar al teatro y la danza oficial en Madrid, y en algunas provincias, a la dirección de unos elegidos bajo todas las sospechas de arbitrariedad, falta de transparencia y de precipitación. El INAEM acaba de cometer un incesto cultural. Cinco años, más sus prórrogas con los señores feudales asegurados en sus castillos de papel, es decir de dinero público, impunidad artística y pago de favores a correligionarios, amigos y amantes. O maridos. 

 

La decrepitud se manifiesta cuando se utilizan de manera reiterada ciertas frases que ya no son muletillas, sino salvaconductos para la insignificancia. La que más hiere al usarla es “ya lo había dicho”. Es el reconocimiento de ser alguien que está fuera del tiesto del poder temporal. En lo que nos ocupa, las artes escénicas, lo más normal es estar fuera, aunque son muchos los que se conforman con una caseta en el jardín, ataditos con una cadena compuesta por publicidades baratas, llamadas aparentemente confidenciales, entradas gratis, invitaciones a jurados y otras de las componendas que hacen que los que señores de los castillos se sientan protegidos, adulados, puedan tomar las decisiones que les pase por sus rotores y se les aplauda y premie.

Quizás no sea de su interés general, pero en este lunes que escribo, se presenta oficialmente un libro titulado “El Director”, escrito por David Jiménez, que fue durante 366 portadas el director del periódico El Mundo. Se han publicado extractos, le he escuchado en entrevistas y tertulias, he escuchado y leído la reacción virulenta con la que muchos de sus excompañeros de empresa o de otras cabeceras, han reaccionado a lo que intenta denunciar este hombre que tras muchos años de corresponsal en Asia, se atrevió de manera imprudente, claro está, a hacerse cargo de un diario que estaba en crisis económica y absolutamente intoxicado por los poderes reales vinculados a un partido político. Explica este hombre cómo se censura, cómo se controla, cómo se sugiere, la fuerza de los anunciantes poderosos para evitar críticas, para nombrar tertulianos. Cómo llegan los argumentarios del partido en el gobierno para reproducirlo. Y así sucesivamente.

Pues digo yo que, dentro de nuestra pequeñez económica, de nuestra poca incidencia social, económica y política, en las artes escénicas y sus medios especializados y las secciones de los periódicos generalistas que tratan de manera cada vez más ínfima de estos asuntos, existen presiones, cambalaches, consignas, miedos y ese largo etcétera que ustedes se imaginan. Es muy fácil, si la existencia de tu revista, el salario de los colaboradores depende exclusivamente de los anuncios de las unidades de producción del INAEM, ¿cómo va a tener un momento para pensar que se está haciendo algo mal, aunque sea remotamente? Si el CDN te pone anuncios que mantienen tu ego, tu sueldo y tu relativa “importancia” en los teatros de Madrid, ¿cómo vas a señalar que han existido repartos bajo la sospecha de poca objetividad, cuando no de otras figuras penales? 

Mi hermano mexicano, Jaime Chabaud, el soñador de la revista Paso de Gato, de una de las mejores colecciones de libros de teatro de este siglo, que tiene una librería especializada en Ciudad de México, anda despidiendo colaboradores, llevando a los imprescindibles a un rincón de su casa para seguir trabajando, con problemas para ubicar la librería en algún otro lugar, en medio de una crisis económica porque las autoridades han decido congelar las ayudas, porque el lugar donde tenía la redacción y la librería eran edificios de la SOGEM, la sociedad de autores de allá, y le han subido de manera criminal los alquileres. Aquí no me voy a meter en censuras, ni en otras cosas que desconozco al detalle, lo que quiero decir es que, al ser tan dependientes, tan dependientes, somos vulnerables, nos convertimos, sin darnos cuenta, en sumisos, en dóciles, en comprensibles. Jaime tiene una brillante columna semanal en un periódico donde puede explayarse, y quizás, su libertad ahí, le provoque dolores en el otro lugar.

Con esto se quiere decir que lo ideal sería que los medios de comunicación tuvieran la posibilidad de ser libres. Y eso es a base de tener repercusión social, suscriptores, publicidad real, es decir que los que usen nuestros medios lo hagan no por compromiso territorial, por callar voces o por tener una voz fiel, sino porque ayuda a conocer su trabajo, una parte de los públicos que acuden a los teatros lo hace por la confianza que tienen en nuestros medios y opiniones. Ya sé que esto anterior es para muchos una utopía. Pues para algunos es un objetivo. Lo que es diferente. La independencia, en concreto, no significa que tengamos que ser excluidos, ni que renunciemos a las ayudas que se convoquen, ni que no queramos publicidad institucional que se reparte graciosamente y sin atender a su eficacia, sino que sea como sea, debemos tener una base de suscriptores que paguen lo suficiente para tener nuestro suelo económico garantizado para subsistencia de manera que los caprichos de los poderosos no nos lleven al abismo.

Bueno, pues ya hemos colocado el marco para que todos se sientan agraviados, insistiremos en reclamar que se nos explique cómo se nombraron hace ocho años a la directora de la CNTC y posteriormente al director del CDN. Sobre todo, porque sacan esas frases vacías donde invocan a las buenas prácticas, que solamente se consideran así entre los Soprano y la cúpula del INAEM, porque son de lo más tramposo posible e inimaginable en ambientes culturales democráticos donde se premien los proyectos y no las sensaciones. Y otra recomendación final, a los recién nombrados se les rogaría que se abstuvieran de avergonzarnos, que no hicieran declaraciones improvisadas. Son tan tópicas sus apreciaciones que no pasan de ser cuatro frases y un wifi para consultar la Wikipedia. Cinco u ocho años con estos nuevos caciques tan poco ilustrados no son motivo de celebración ninguna. A no ser que seas amiguete, amante o marido. 

El cambio, a este que suscribe, a este medio y sus otros instrumentos al servicio de las artes escénicas, ARTEZ, la editorial Artezblai, la Librería Yorick, no le puede llevar a peor trato. En el INAEM, ya que he hablado con algunos cargos medios y altos, puedo asegurar que de manera consciente y consentida se nos ha discriminado de manera flagrante y totalmente grosera. Gracias a nuestra tozudez, seguimos y algunos se van, enriquecidos y con buena agenda para unos meses o años, pero a la realidad de la que llegaron. Y ellos ya saben lo que les digo. 

Y no he puesto ningún nombre propio, pero si es necesario los escribiré con mucho respeto, el que no han tenido con nuestra pequeña iniciativa privada.

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