Y no es coña

Concursos

A nadie le gusta perder un concurso. Cuando se gana un concurso parece que se ha equilibrado el universo y los políticos, los funcionarios, los jurados, los informantes y los dioses han realizado su tarea cumpliendo con el orden establecido: lo mío era lo mejor y por eso ha ganado. O era lo único y nadie se presentaba a competir. Pero cuando se pierde, ay cuando se pierde, se pillan unos cabreos tremendos, se detectan conspiraciones, el criterio de los funcionarios, los jurados y los asesores es sospechoso y los que han ganado seguro que son del partido de los que gobiernan, amantes del concejal, amigos del jefe de sección. Por lo menos.

A nadie le gusta perder un concurso, o que lo excluyan de las ayudas o subvenciones convocadas por concurrencia pública, ni no ser programados en los mejores teatros y/o festivales. Cuando esto sucede es lógico que junto a la decepción venga un acceso de cabreo. Unos minutos de dudas sobre la metodología y sobre la idoneidad del procedimiento. Hasta aquí se puede entender. Hasta es comprensible que se llamen los afectados e intenten animarse unos a otros proponiendo acciones o comunicados conjuntos. Se entra en un estado de malestar que suele durar un tiempo indeterminado y que suele arreglarse en el momento de que se analiza con detenimiento las circunstancias, los que han ganado y se hace, aunque sea a regañadientes un poco de análisis de las razones por las que se ha sido excluido. Eso que llaman los clásicos autocrítica, y que viene bien hacerla de vez en cuando.

Pero cuando ese cabreo se lleva al absurdo, a la coacción, al insulto, al desprecio de los ganadores, del concurso y se empiezan a hacer campañas públicas de descrédito de todo, personas, instituciones, artistas, programas, entonces estamos ante otro problema de mayor calado. Es lo que ha sucedido estos días en Zaragoza, en donde una entidad arraigada en la ciudad durante décadas, con una larga trayectoria organizando eventos, cabalgatas y parques, siguiendo un método ordinario de concurso público, el cual ganaban cada dos años porque eran los únicos que se presentaban, este año, una UTE ha presentado otra opción que ha sido la elegida por el consistorio en plenario, tras el informe pertinente de los técnicos.

Este hecho ha desencadenado un infierno. Ha salpicado a todo el que se movía por allí. Ha emponzoñando la vida festiva parcialmente, ha amargado al existencia a unas docenas de personas, ha dado una imagen muy poco democrática de una entidad que es merecedora, pese a estos delirios de matonismo por haber perdido un concurso público, de todos los respetos por sus servicios prestados. E imagino que por los que seguirá prestando.

La difamación no es una buena manera de defenderse. Si la PAI creía como ha venido denunciando a voz en grito, que existía alguna duda, podía recurrir y presentar las alegaciones pertinentes. Pero decir que una de las funcionarias encargadas del informe y la responsable de una de las empresas concesionarias, eran «amigas íntimas», es un insulto, una descalificación de quienes hablan en estos términos. Lo mismo que argumentar que eran «dos empresas catalanas y una murciana», como si eso descalificara o fuera un impedimento. Deberían saber que vivimos en Europa y que se pueden presentar a los concursos ciudadanos y empresas de toda la CEE. Sí, para las ayudas y subvenciones y para todo.

Flojo argumentario, dejando siempre claro que ellos eran los propietarios de ese parque, de esa idea, que lo habían estado desarrollando durante los últimos años por designación directa y por concurso al que solamente ellos se presentaban. Es lógico, y cada vez lo será más, que se presenten varios entes, utes, empresas a los concursos, y que quien decida, decida en consecuencia a los intereses globales de la ciudad o la entidad que convoca. Y sí, puede existir en muchas ocasiones una tendencia a favorecer a los de casa, a los de siempre. A no ser que la diferencia presupuestaria y/o artística sea notable. Y hasta es posible que se equivoquen o se tomen decisiones erróneas, pero es el juego que se acepta al presentarse a estos concursos.

Porque después de perder, montar follones constantes, incluso en el momento de hacer el casting para contratar a los actuantes, pedir dimisiones, abrir páginas en Factbook para injuriar y echar mierda, lo mismo que acudir al parque de incógnito para ir creando mal ambiente entre los ciudadanos que disfrutaban de lo ofrecido es todo, menos algo aceptable. Es una falta de respeto total, es ejercer una coacción violenta, despreciar el trabajo de los demás y muchas más cosas que mejor callarse. Porque cuando todo se envenena salen venenos por los poros. Y crearon esa página que se llamaban «nomegustalagestióndezaragozacultural», y uno piensa, que les dejó de gustar justo en el momento que se abrieron las plicas y se conoció la oferta ganadora, porque en los últimos diez años, esa misma entidad encabronada, que no le gusta esa gestión, tuvo un millón ochocientos veintiséis mil ciento doce euros para acumular motivos para que le gustara mucho la misma gestión. Y yo les he visto siendo muy amigos de la misma persona a la que ahora pedían públicamente su dimisión.

Se crean monstruos locales que se convierten en caciques feudales que se creen que por la gracia de Dios deben tener la exclusiva de todos los eventos que organiza el ayuntamiento. Y claro, viendo el monte de dinero que facturaban a una única sección de ese ayuntamiento se entiende el estado de desesperación en el que han entrado. Este es un caso, pero hay muchos más.

Y es democráticamente saludable que se convoquen concursos. Las designaciones directas o las subvencione nominativas son mucho menos democráticas y se suprime la igualdad de oportunidades. Eso, sí, perder, fastidia bastante.

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