Y no es coña

Correspondencia

Por recomendación de Gabriel Calderón, el dramaturgo, director y autor uruguayo que además es el director del Instituto Nacional de las Artes Escénicas de Uruguay actualmente, leo de manera convulsiva un libro titulado «Correspondencia» y que recoge algunas de las cartas, telegramas y hasta conversaciones en vivo entre Thomas Bernhard y Siegfried Unseld, su editor. Con selección y traducción del siempre majestuoso Miguel Sáenz, está editado por la Editorial Cómplices y lo pueden encontrar si lo desean en la Librería Yorick.

Esta recomendación surgió tras una comida tensa entre Gabriel Calderón en su papel de dramaturgo bastante molesto al que su editor, en este caso Carlos Gil, el que suscribe, le había incumplido unos plazos de edición de un libro que felizmente ya está en imprenta con tres de sus obras más significativas: Uz, Or, Ex. Un retraso cargado de significaciones porque era de cerca de dos años. Y que por un problema técnico grave en el proceso de producción de la Editorial Artezblai, su libro, el de Gabriel, iba a salir después del Marianella Morena, que debían presentarse ambos en Montevideo donde nos hallábamos precisamente y solo pudo hacerse con el de Marianella.

Cuando se fue aclarando la situación de manera amigable y cordial, entramos justo al lado del bar que hay frente al magnífico Teatro Solís, a una pequeña librería que es a su vez editorial y me entregó una edición reciente de esa editorial con las mismas obras y una más, y otro libro de relatos. Y allí me recomendó el libro que por cierto, no tenían en ese momento. Y en el libro mencionado uno aprende. Y comprende. Y se sorprende. Y como Gabriel Calderón lo conocía, entiendo ahora que su cabreo fuera monumental, pero relativo, ya que el mundo editorial, incluso en lugares de tanta capacidad reproductiva libresca, con tanta tradición teatral como el mundo germanófilo, los problemas entre autores y editores son parecidos, aunque con muchos matices.

Quizás lo importante de la lectura de «Correspondencia» sea ver el carácter obsesivo de Thomas Bernhard. Sus rasgos geniales no le convertían , precisamente en alguien dócil o fácil de tratar. Y llevando cerca de trescientas páginas leídas, uno llega a la conclusión de que la relación del gran autor austriaco con el dinero era bastante sólida, en el sentido de que le gustaba mucho hablar de asuntos financieros y le preocupaban mucho las liquidaciones, aunque en su aparente bipolaridad, defendiera por encima de todo su obra de arte, especialmente en lo referente al teatro.

Las discusiones sobre las liquidaciones de derechos, los porcentajes, los adelantos, la gestión de derechos de representación de su teatro son un tema recurrente y técnico. Y de esas largas conversaciones, de esas batallas dialécticas sacamos muchas conclusiones. Algunas que nos sirven de consuelo y otras de acicate. Siempre es mejorable nuestra gestión, debemos exigirnos intentar lo máximo para la difusión de las obras de nuestros autores editados. Pero es necesario que los autores colaboren, se comprometan, participen, sepan ajustarse a la realidad. No quisiera mostrar ni un ápice de resentimiento contra nadie, ni hemos venido a llorar, sino a batallar, a pelear, a contribuir en la mejora de lo que tenemos.

Como anécdota significativa quisiera remarcar que cuando Bernhard acusa veladamente a su editor de poco cuidado, es decir de pocas ventas de sus libros, Unseld, le contesta con la liquidación de las obras vendidas de otros autores de su editorial parangonables con él y ahí nos damos cuenta, que en el año 1963 le indica los ejemplares de las obras de Samuel Beckett vendidas y le anuncia que sus estadísticas le indican que salen a «unos 10 ejemplares por mes», de todas sus obras. Y le añade que algo parecido sucede con Kafka. Es decir, que cuando miramos nuestras cuentas de resultados, los éxitos de ventas de autores emergentes vivos, solamente podemos que respirar hondo, no darnos por satisfechos, pero sabiendo que el camino es largo y hace subida.

Los amantes de Tomas Bernhard no se lo pueden perder. Los autores que se sienten engañados por las editoriales independientes y pequeñas, quizás encuentren alguna pista que les hagan comprender la situación real de este ruinoso negocio, pero excitante actividad cultural y teatral. De cualquier manera estas cartas nos dan, además, un idea del nivel de conocimiento y argumentación no solamente del autor, sino, especialmente del editor, Y nos descubre la manera de funcionamiento del teatro en el ámbito alemán. Y eso sí que da envidia. Mucha envidia.

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