Reportajes y crónicas

Crónica del Festival de Teatro Clásico de Mérida 2021

Otra forzada edición entre la calidad y la mediocridad

El Festival de 2021, en su 67 edición celebrada de junio a agosto, ha sido tan problemático como el del año pasado por la situación de la epidemia del coronavirus y por nuevos conflictos en su organización. Si en 2020 por las restricciones de la pandemia ofreció una edición forzada, reducida a un solo mes que dio lugar al resultado de un Festival mediocre programado con calzador, este año que ha recuperado su duración normalizada de dos meses poco ha variado en favor de la calidad, por la programación llevada a cabo igualmente urdida con prisas y con los oscuros intereses del teatro comercial, inadecuados e intrascendentes, a que nos tiene acostumbrados su responsable Jesús Cimarro, lejos de considerar que el Teatro Romano es un templo del teatro grecolatino y que se deberían respetar las preceptivas que representan su sello de identidad.

 

Los problemas de la recién clausurada edición 2021 empezaron por un «concurso» -de planteamiento ambiguo por parte de la Junta extremeña- que de nuevo adjudicó la organización del Festival -hasta 2024- a Pentación, empresa teatral de Cimarro. Un hecho que ocasionó polémicas y acarreó un litigio con otra empresa teatral participante -la UTE de SEDA– que objetaba que el concurso había sido un tongazo (que Pentación sólo «ganó» en las condiciones técnicas, gracias a un pliego de valoraciones subjetivas arreglado a su medida). La querella que tardó en resolverse -por la Comisión Jurídica de Extremadura- hasta el 20 de mayo, ratificando la dirección a Cimarro, trajo como consecuencia que hasta ese día el Festival no tuvo luz verde para formalizar una programación.

EL FESTIVAL SOLO TUVO UN MES PARA SU ORGANIZACIÓN

O sea, que el Festival que comenzó el 25 de junio sólo tuvo un mes para poder organizarse. Un despropósito, que como desenlace ha repetido el Festival precipitado y trapicheado del año pasado, con clara repercusión en la variada calidad de los espectáculos. Sobre todo, en la programación de las dos producciones extremeñas participantes, perjudicadas porque han dispuesto de muy poco tiempo y presupuesto para contratar artistas y ensayar las obras. No obstante, hay que decir que Cimarro -que acaso confiaba o sabía de extranjis que iba a organizar el Festival- se puso las pilas con antelación al resultado del concurso para tener preparada una programación posible, mejor que la del 2020, disponiendo para las primeras representaciones de compañías solventes, como las de Rafael Álvarez «El Brujo» y la CNTC (Compañía Nacional de Teatro Clásico), que ya llevaban preparando sus espectáculos con bastante anticipación para representarlos en variados lugares, entre ellos Mérida. Un dato significativo es que la CNTC estrenó su Antonio y Cleopatra en el Festival de Almagro antes que en el de Mérida.

SOLO TRES MONTAJES DE CALIDAD FRENTE A CUATRO QUE NO DIERON LA TALLA

De los siete espectáculos representados sólo tres cosecharon éxito artístico: «Antonio y Cleopatra«, «Los dioses y Dios» e «Hipatia de Alejandría«. Otros tres fueron mediocres espectáculos de corte comercial: «Mercado de Amores«, «Golfus de Roma» y «Edipo«. Y uno, que fue una producción digna, se quedó artísticamente a poco más de medio camino de conseguir lo propuesto: «Las suplicantes«. Así resultó el balance artístico de la 67 edición del evento que, un año más, se ha consumado entre la calidad y la mediocridad, bajo la responsabilidad de un director que, con resabio, sigue colando -en un festival considerado de arte teatral grecolatino- la estética engañosa de funciones de consumo comercial/veraniego, bajo la fórmula facilona de las caras «famosas».

Un interesado proceder «cultural» que deforma, aún más, a ese público popular ya deformado por los medios audiovisuales y la prensa amarilla. Vale decir, a un público que pudo ser válido si en el escenario romano se hubiese logrado potenciar una programación más rigurosa y estética, que hiciese entender que el teatro es cultura y que tiene que ver con los procesos de transformación, de cambio o de resistencia del tejido social, que no es un subproducto del entretenimiento, sino un lugar de gestación de nuevas formas de pensar, de sentir y de percibir la realidad.

EL ABUSO DE PENTACIÓN Y EL AGRAVIO A LAS PRODUCCIONES EXTREMEÑAS

El Festival de 2021 ha sido uno más en donde el director vasco/madrileño ha utilizado la mayor parte de los presupuestos (en torno a los 4 millones de euros aprobados en el Patronato) en crear con su compañía Pentación (y otras asociadas) determinadas producciones «grecolatinas» que no tienen una justificación estética en el espacio del Teatro Romano. Los llamados «espectáculos estrella«, que abusivamente programa y son los que más cuestan y más representaciones realizan (siempre durante dos semanas) están estéticamente pensados para ser explotados descaradamente -como se ha comprobado- en las salas teatrales que Cimarro gestiona en Madrid y en giras por el país. Asunto desfavorable, ya que supone un freno para que el público de la capital y de otros lugares decida desplazarse a ver las funciones en Mérida.

En esta edición el Festival -o sea, Cimarro– financió el espectáculo «Golfus de Roma» a la empresa teatral Focus, socia de Pentación, una producción que costó un millón de euros (según declaró públicamente su director, Daniel Anglés) y acaparó el mayor número de días de la programación. Pero, además, el Festival y Pentación -o sea, Cimarro– habían producido el espectáculo «Edipo«, cuyo coste para el Festival desconocemos, porque el empresario vasco-madrileño practica un oscurantismo inadmisible en todo lo que tiene que ver con el recorrido económico interno. De modo que Cimarro o sus socios han acaparado la mayor parte del presupuesto y el mayor número de funciones, nada menos que 15 de un total de 39 (situación que se repite año tras año).

Frente a esto, el agravio que sufren las productoras y compañías extremeñas es escandaloso. Las obras extremeñas que, además, suelen ser de lo más digno de la programación, reciben del Festival entre 135.000 y 150.000 euros. Y, encima, Cimarro les hace firmar a todas una cláusula de confidencialidad, para evitar que se sepa semejante injusticia, lo que da idea de su sentido de la transparencia. Sin embargo, en todos estos años, han sido estas compañías las que más han sorprendido -tanto por su éxito de crítica como por la gran asistencia de público- superando a otros espectáculos foráneos. Las de esta edición, «Hipatia de Alejandría» y «Las suplicantes» se hicieron pensando siempre en Mérida, sabiendo muy bien ajustarse a las posibilidades artísticas del espacio romano que permiten culturalmente -a lo largo y ancho de la belleza del monumento- todo un juego de vitalidad dramática, lírica y plástica.

DIEZ AÑOS NEGOCIANDO

Pero así lleva 10 años Cimarro negociando con unos y otros espectáculos -consentido por la ignorancia del Patronato del Festival-, demostrando que no entiende o no quiere entender que el dinero que reparten las instituciones públicas (de un Ministerio de Cultura y de una Consejería de Cultura de la Junta) está destinado no para el negocio con actividades de ocio sino de cultura. Y que, por tanto, constatan también que este empresario teatral -como he cuestionado en otras ocasiones- está lejos de un verdadero interés por contribuir a promover esa gran fiesta internacional de la grecolatinidad que distinga al Festival por la originalidad y la calidad y lo eleve por encima de otros grandes festivales. Y máxime, que logre estimular al espectador consuetudinario amante del teatro clásico grecolatino -y a la imaginación del artista comprometido con este arte-, que reclaman su derecho y deber de trascendencia.

Lo peor, es que todo esto ocurre con la aprobación de la Junta de Extremadura de Fernández Vara, que preside un Patronato sin asesores teatrales, con tres responsables culturales obedientes -consejera de cultura, secretaría y directora de las Artes Escénicas- que parece que siguen como de floreros, sin decir ni pío sobre la situación del Festival. Así se ha percibido este año también, en el informe que ha distribuido Cimarro y Vara a los medios tras clausurarse el evento, con el cuento inaceptable de un triunfalismo en el que todos y todas -sacado pecho- han expresado que la edición «ha vuelto a ser un éxito en todos los aspectos«, en las interesadas y teatralizadas ruedas de prensa anuales (aunque estas ya no sean tan ridículas como las exhibidas en la etapa del expresidente Monago posando en una foto donde recibía un cheque/superávit por Cimarro), que no se reducen al falso superávit que en realidad oculta un déficit millonario, sino que se extienden a otras fullerías del evento, como los maquillajes al número de asistencia de espectadores o a las arbitrariedades del presunto impacto mediático. Tejemanejes del empresario teatral vasco-madrileño, perpetrados con variadas maneras tramposas, que resultan difíciles de tragar para quienes conocemos el Festival con implicación en muchas de sus facetas, antes y después de sus inicios en 1984, cuando se crea el Patronato extremeño.

Analizo, resumidamente, los siete espectáculos representados en el Teatro Romano: 

«ANTONIO Y CLEOPATRA«

Excelente adaptación de Vicente Molina Foix sobre la más discutida obra de Shakespeare, puesta en escena por José Carlos Plaza que logra una historia bien contada -con el ritmo equilibrado del espectáculo dinámico, absorbente y rotundo- de las complejidades de los dos personajes históricos que vuelan en el texto del genio inglés. En la interpretación, la compañía dispuso de un potente elenco de actores. Pero la función alcanzó cotas altas en los roles de los protagonistas: Ana Belén en Cleopatra -que aporta la belleza de una eterna juventud- luciendo iluminada su talento en el difícil personaje ambivalente de mujer vana e histriónica pero con una inteligente vertiente política, sacando a relucir su raza de tensa fibra cómica y dramática; y Lluís Homar en Antonio, que pletórico de vigor, entregado a la luz de la obra donde dibujar una línea de intensidad emocional, borda su historia de amores en medio de una tormenta de dudas.

«LOS DIOSES Y DIOS«

De Rafael Álvarez El Brujo, fue su quinto monólogo en el Teatro Romano. Ésta vez, a partir de una versión del «Anfitrión» de Plauto (que él protagonizó en el Festival de 1996), en donde investiga sobre el antropomorfismo del mundo clásico griego y del oriente más antiguo (influido por el texto épico «Bhagavad Gîta«, que forma parte del «Majabharata«), manifestando que los humanos son «inmortales«, dioses fraguados de una pequeña porción de la energía de Dios en sus pasatiempos. Idea que El Brujo resalta alternando con su clásico espíritu juguetón cargado de anécdotas comparables de actualidad e improvisaciones oportunas, logrando que en tal festín de esplendores -cómicos, poéticos, literarios, filosóficos, religiosos- el revulsivo teatral llegase hasta el intelecto del público, que termina muerto de la risa o fulminado por la catarsis, o de ambas cosas, según el nivel de ignorancia o cultura que tenga sobre los clásicos.

«MERCADO DE AMORES«

Coproducción del Festival con varias empresas teatrales, escrita por Eduardo Galán a partir de la fusión de tres comedias de Plauto. Estuvo dirigida por Marta Torres, con disparidades en un montaje facilón y visualmente encogido dentro de una escenografía (más apta para teatros y tablados de plazas que para el monumento). Resultó un mediocre espectáculo -falto de ensayos en los actores donde falla la unidad de estilo- con ese planteamiento «cultural» de artificio comercial promovido por Cimarro, que coloca como protagonistas a artistas de la esfera televisiva con poco conocimiento de la actuación teatral, como fue la del humorista Pablo Carbonell, un debutante desatinado en su rol, patéticamente exhibicionista. Todo un tinglado del responsable del Festival, con la intención persistente de atraer al público del «famoseo patrio» a Mérida y, después, para la explotación del espectáculo en sus teatros de Madrid y en giras por el territorio nacional.

«GOLFUS DE ROMA«

De la compañía catalana Focus (socia de Pentación), fue otro espectáculo de embaucadora guisa comercial, de inspiración grecolatina marca Cimarro. Reposición de uno de los musicales que más se han repetido desde la exitosa producción original de Broadway con canciones de S. Sondheim. La versión y dirección de Daniel Anglés, que mantiene la trama, resalta un culebrón intrascendente de animada actuación musical de actores/músicos, bajo la dirección de Xavier Mestres armonizando las vibrantes partituras de Sondheim, pese al decaimiento que causaban algunas letras adaptadas. En la interpretación, se luce coralmente un elenco multidisciplinar que actúa, baila y más o menos canta. El humorista Carlos Latre en el papel de protagonista fue el reclamo publicitario de este espectáculo «estrella», de doble duración que los demás, en el que hubo risas fáciles pero menos de las esperadas.

«EDIPO«

Co-producción del Teatro Español de Madrid y Pentación, con versión minimalista de Paco Bezerra sobre la figura del rey de Tebas encarnando la célebre máxima délfica «Conócete a ti mismo» como exhortación paradójica y tarea infinita (propuesta filosófica valiosa pero no nueva en el Teatro Romano). Un tratamiento con cierta simbología críptica del viaje circular de Edipo en sueños sobre su propio destino. El montaje de Luis Luque fue muy irregular, apenas logra la resonancia y el ritmo intenso de tragedia. La imagen y declamación del coro resultaron desmayadas. Sólo un reflexivo e interesante monólogo final, interpretado regiamente por Alejo Sauras, evitó que la función hubiese resultado un peñazo. Pero lo peor de la función era el pegote -escenario/pantalla- escenográfico en medio de la escena, indicación descarada de que la obra estaba enfocada más para la gira de Pentación en otros espacios.

«HIPATIA DE ALEJANDRÍA«

Tragedia de nueva creación situada en la época romana del siglo IV, escrita por Miguel Murillo, que hace brillar la memoria del histórico personaje y su sabiduría, abrazada al pensamiento y la concordia, frente a los fanatismos de aquella época, desde un lenguaje culto, profundo y altamente poético. El espectáculo, producido por la compañía cacereña Amarillo Producciones (de la competente empresaria teatral y actriz Gema González), fue dirigido por Pedro A. Penco manejando perfectamente los elementos artísticos componentes (sobresaliendo un vestuario clásico y una coreografía visualmente fascinantes) y un elenco actoral efectivo -hasta en sus personajes secundarios-, bien aprovechados en las acciones. La actuación de Paula Iwasaki como Hipatia fue eminente. Al espectáculo que roza lo excelso le faltó cierta depuración en algunas escenas, acaso por falta de unos ensayos que solo pudieron realizar en un mes.

«LAS SUPLICANTES«

Una versión de Silvia Zarco sobre las obras de Esquilo y Eurípides, co-producida por Maribel Mesón. El texto funde con ingenio las tramas griegas, que reflexionan sobre la violencia de género, el respeto por el enterramiento de los muertos y el derecho protector de asilo político. Episodios planteados como una mirada catártica al pasado para reencontrarse con el presente, a través de una ceremonia que confiere un canto puro de lirismo épico, donde habla el corazón razonable a los sentidos y a la razón. En el montaje de Eva Romero, se notó la intención de hacer un espectáculo grandioso. Pero, la pretensión llegó a poco más de medio camino. A la debutante directora le faltó tiempo y presupuesto necesario para construir eficazmente los elementos estéticos de la función. Sobre todo en la poética vibrante de unos coros protagonistas (compuesto por actores profesionales y vocacionales), escasos de pulcritud en movimientos y ajuste en voces, que restaron belleza a las composiciones.

LO MEJOR DEL FESTIVAL 2021

Este crítico, que ha asistido a todos los estrenos, valorando los mejores trabajos artísticos de los espectáculos en esta 67 edición del Festival, cree que merecen una CORONA DE HIEDRA y PLACA DE BRONCE (sencillo reconocimiento que se otorgaba en los certámenes teatrales de las Grandes Dionisias griegas) los siguientes:

Mejor espectáculo: «ANTONIO Y CLEOPATRA» de la Compañía Nacional de Teatro Clásico

Mención especial «LOS DIOSES Y DIOS«, espectáculo/conferencia de «El Brujo»

Mejor Versión: MIGUEL MURILLO GÓMEZ (por «Hipatia de Alejandría»)

Mejor dirección: JOSÉ CARLOS PLAZA (por «Antonio y Cleopatra»)

Mejor Actor Protagonista: LLUÍS HOMAR (por «Antonio y Cleopatra»)

Mejor Actriz Protagonista: ANA BELÉN (por «Antonio y Cleopatra»)

Mejor Actor de Reparto: FRANCIS LUCAS (por «Hipatia de Alejandría»)

Mejor Actriz de Reparto: GEMA GONZÁLEZ (por «Hipatia de Alejandría»)

Mejor escenografía: RICARDO SÁNCHEZ CUERDA (por «Antonio y Cleopatra»)

Mejor iluminación: JAVIER RUIZ ALEGRÍA (por «Antonio y Cleotatra»)

Mejor vestuario: RAFAEL GARRIGÓS (por «Hipatia de Alejandría»)

Mejor música: S. SONDHEIM/XAVIER MESTRES (por «Golfus de Roma»)

Mejor coreografía: CRISTINA D. SILVEIRA (por «Hipatia de Alejandría»)

 

José Manuel Villafaina

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