Y no es coña

Cuando el Teatro ataca al corazón

Llevo desde el año mil novecientos setenta y dos dedicado de manera exclusiva al teatro y al periodismo teatral. En todas sus afecciones, en todos los lugares posibles, en categorías de gestión, técnicas, creativas o de dirección. Actuando, dirigiendo, escribiendo, produciendo, gestionando salas, festivales, dando y recibiendo talleres, formando y formándome de manera constante, ejerciendo al crítica, al información, editando, vendiendo libros dedicados a las Artes Escénicas, viajando por muchos sitios de la tierra. He vivido para el Teatro, he podido vivir con dignidad. Creía saberlo todo, estar de vuelta de casi todo.

Y de repente cuando las circunstancias personales me sumían de nuevo en una incertidumbre tediosa, en una bella población jienense, Úbeda, en un viaje relámpago descubro una función del Teatro que me ha dejado absolutamente trastocado. «Rompiendo barreras» es la propuesta que desde la Escuela Municipal de Úbeda se enmarca dentro del programa europeo «Caravan Next», con el Odin Teatret y Atalaya como soportes más reconocibles para ustedes, pero que en este programa todo lo que se vio, todo lo que se presentó a los públicos estaba realizado por personas que tienen alguna dificultad física o mental.

Me es imposible encontrara las palabras adecuadas para nombrar a estas personas que tienen por nacimiento, genética o accidente bastantes más dificultades que el resto para la movilidad, para la inserción social, para mostrar emociones, para vivir sin sentirse señalado por la mirada, el silencio o el cuchicheo. Personas que en ocasiones son escondidas por su propio entorno familiar, que llevan una vida de rutina, de sufrimiento de manera física o síquica y que allí, en Úbeda, gracias a la labor que hace Nati Villar, forman parte de un proyecto teatral, una actividad que según se expresaban algunos, les ha devuelto la dignidad.

Fui invitado a presentar el libro escrito por la mexicana Hitandehui Pérez Delgado, «Del escenario teatral al escenario social. Teatro, discapacidad e inclusión social» que ganó nuestro Premio Internacional Artez Blai de Investigación sobre Artes Escénicas del año 2015. Encajaba perfectamente este libro en ese ambiente. Su contenido es recomendable para todos cuantos se interesan por estos límites entre el arte y la terapia. Porque a veces se trata con demasiado paternalismo, se convierte la disciplina artística en una suerte de actividad ocupacional. No es el caso. Aquí se les trata como personas con sus dificultades propias y específicas, pero en busca de algo que los une, que les dota de un sentido a su vida: la creación artística, el Teatro.

No quisiera caer en sentimentalismos, ni hacer una crónica acrítica de unas emociones provocadas por una mirad evangélica, pero ver a esas personas actuando, superando todas las barreras imaginables, se comprende mejor que el Teatro es bueno en sí mismo, que no hay que darle demasiados utilizaciones impropias, simplemente haciendo Teatro, en al edad que sea, con el tiempo que se pueda, siempre que exista un objetivo y un plan formativo, una manera de canalizar inquietudes y una visión de futuro consistente en que se debe hacer ese Teatro para que lo vean los públicos que lo deseen, porque una vez superada la primera impresión, por lo inhabitual de ver a personas en sillas de ruedas o con otras dificultades, entra el fenómeno teatral, eso intangible, esa convivencia entre cuerpos, espacio, palabras, sonidos y luces que nos convierte en algo mejores.

Mi conclusión es sencilla. Hay que apoyar sin condiciones estas iniciativas, hay que extenderlas, hay que colocar al Teatro en todos los lugares, en todos los ambientes, para todas las capas sociales, sin exclusiones. Porque tras ver espectáculos magníficos, excelentes, profesionales, internacionales, lo que he vivido en Úbeda me hace recordar que existe un Teatro que ataca al corazón, es decir que llega, que conmueve, que cambia. Y me estoy acordando ahora mismo de Pippo Dilbono, que es un creador de trascendencia internacional y entre sus actores principales están personas que la sociedad había arrinconado en un hospital. No es necesario compararse con nadie, se hace, se presenta en diversos teatros, y eso es un gran triunfo. Todos los premios se ganan cada vez que se pone una rampa para que suba la silla de ruedas al escenario. Cada vez que se dice un texto o se hace un movimiento ensayado. Eso es Teatro Necesario.

A veces pienso en que debería dedicar mi tiempo y mis conocimientos a compartirlos con quienes menos posibilidades tienen. Es una opción que se apodera de mis pensamientos últimos. La decisión en breve.

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