Sangrado semanal

Cuando llega la caballería

Partamos de una base en la que no hay texto en el que basarnos. Tampoco una dramaturgia clara a nivel visual que acompañe al espectador a través de los vericuetos de lo que se quiera contar. Partamos de la nada, de que no hay nada. Salvo un grupo de actores y actrices dispuestos a explorar, una dramaturga y una directora apenas novel. Surgen tres posibles temas, grandes, con posibilidad de vinculación entre sí y el equipo se lanza a la piscina, cada uno en su rol, durante tres meses y con escasísimo tiempo limitado. Vértigo da, da vértigo. Más aún cuando el plazo de esos tres meses se acaba y en vez de tener ante sí un panorama de material escénico enriquecido, ves que la cosa merma, que de los 3 temas enaltecidos, tan solo queda uno, es decir, que el abanico en vez de ampliarse se cierra y entones te das cuenta de que vas afilando la punta de la flecha, que el alrededor de lo que quieres contar se ha desdibujado para dar mayor concreción a los perfiles de un solo tema. Un tema humano como la vida misma del que queremos ser espejo en el escenario.

Fase 2: Vale. Tenemos elegido el tema. ¿Y qué? Pues que a la dirección novel se le abre un precipicio en el estómago. No sabe por dónde seguir, ni siquiera sabe cómo hemos llegado hasta aquí. Actores y actrices esperan, catanas artísticas en mano, para seguir abriéndose paso a machetazos si hiciera falta, por la selva de la creatividad. Y mientras actores y actrices esperan, a la dirección novel sólo le queda rezar. Es entonces, cuando se produce el milagro. Llega la caballería en forma de dramaturga que ha sido hasta ahora fiel acompañante silenciosa de palos de ciego y ofrendas al cielo. «Creo que tengo algo», -dice. Y en sus ojos leemos certeza. «De hecho, se dibujan dos posibilidades», dice: «Texto de múltiples voces en torno al tema elegido o una historia más al uso con narración lineal y personaje principal que hile el asunto.» «Huuuhuuuuuu», suspiro largo de alivio.

Se encendió una luz, qué digo una luz, se incendió el cielo. Estamos, tenemos, llegamos. Las ideas que habían estado agazapadas tras algún cajón del cerebro de la dirección, dejan de asomarse tímidas tras las cajas de cartón y saludan, muestran, proponen: acción.

Nota aclarativa: Necesario contar que la llegada de la caballería tocando fuerte las trompetas no es gratuita. Se produce gracias al trabajo que realizan una actriz y la dramaturga al preparar una escena personal en torno al tema que nos ocupa. Ese que le da tanto vértigo a la dirección novel. ¿Es el tema el que le da vértigo? Creo que no. Es el tipo de proceso de trabajo el que le da vértigo. Como dirección, no es lo mismo afrontar un montaje con una dramaturgia escrita ya hecha o a medio plantear que asumir una aventura teatral creativa partiendo de la nada y sabiendo que no tomarás prestado un texto ya escrito para crear sobre él. Lo saben bien Tizina, Kabia, Ana Vallés, La Zaranda, el Odin Teatret, Miren Gastañaga, el Petit Theatre du Pain, Lipus y compañía, Javier Liñera, Maite Tarazona, Unga Klara y muchxs creadorxs más. Ahora, hay una pequeña compañía amateur, Alanbike-Teatro, que también se ha lanzado al vacío de la creación sin tener por debajo el convencional colchón. (Textual, me refiero, ya sabemos que lo de la pasta es quimera.) Seguiremos informando. Corto y cambio.

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