Negro & negro

Cuestión de prioridades

Las políticas municipales deben obedecer a un proyecto de ciudad. Para eso, tiene que existir previamente un proyecto al que responder. Si no fuera así…es un tanto complicado. Ahí comienzan los problemas, las improvisaciones, los desajustes y las contradicciones. Acaso las corporaciones municipales van heredando proyectos unas de las otras. Criterios que se dan por sentado, que se asumen como normales, como coherentes. Las cosas son así, desde tiempos inmemoriales han sido así, no pueden ser de otra manera. Pero se obvia que esos criterios «invisibles» no se ven pero se notan. Existen y dan respuesta a proyectos, a visiones de las ciudades antiguas, seguramente heredadas y acaso obsoletas. Criterios que además se van desvirtuando poco a poco con el paso del tiempo, se van desvirtuando cada vez más hasta llegar a situaciones de inercia difíciles de romper o modificar.

Si a alguien se le ocurrió que una ciudad tiene que ser impoluta, intocable, modelo de orden, obsesiva en la seguridad, políticamente correcta y garantía de tranquilidad y descanso…se aplicaban unos criterios en esa línea. Nadie será molestado, todo estará en su sitio, se respetarán los horarios escrupulosamente, se aplicarán multas por estacionamiento con rigor y persistencia, se sancionará a bares, se colocarán radares por doquier, se dificultará la obtención de permisos que se consideren extraordinarios. Si a la vez se le ocurrió que esa misma ciudad fuese atractiva para los foráneos y tuviera una fortaleza en sector turístico, servicios y relacionados como congresos, convenciones o actividades culturales…se creó un conflicto de intereses. Es difícil que unos congresistas disfruten si cuando terminan sus largas jornadas pueden cenar y poco más. Si unos visitantes se quedan sin coche porque se lo ha llevado la grúa con excesiva facilidad. Si las calles se alejan de ser espacios para la transformación de los ciudadanos y se convierten en espacios para la contemplación.

Los proyectos de ciudad hay que revisarlos y renovarlos. Adaptarlos a los nuevos tiempos, a la realidad actual, a las necesidades presentes. Si se busca turismo habrá que facilitar el ocio y la nocturnidad también. Habrá que ofrecer atractivos de todo orden. Habrá que flexibilizar y racionalizar las sanciones. Habrá que abandonar espíritus meramente recaudatorios y recuperar el sentido del servicio en la administración, rebajando o racionalizando los vericuetos administrativos facilitando la resolución de las necesidades o iniciativas de los ciudadanos marcando unas vías claras y operativas. A nadie le gusta perder el tiempo ni la energía. A nadie le gusta entrar un bucle sin fin.

En las ciudades tiene que haber vida, tienen que suceder cosas, tiene que haber oportunidades en distintos niveles…desde el puro amateurismo hasta niveles profesionales. Tienen que haber vida de noche y de día. Hay que facilitar que los ciudadanos tengan iniciativas, que puedan hacer cosas…que las iniciativas privadas no tengan tantas dificultades. Que existan normativas claras que faciliten la actividad en locales comerciales…Que las calles sean dinámicas, abiertas a la sorpresa y al arte. Hay muchos colectivos artísticos con ganas de enseñar lo que hacen, sin hablar de dinero sino de facilidades, de posibilidades, de voluntades…Solo cuidando las bases avanzaremos. Revisemos lo que queremos hacer con nuestras ciudades y marquemos las prioridades oportunamente. Las inercias no son buenas compañeras. Apostemos por las iniciativas, por el movimiento, por la vida.

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