El Chivato

Danza afuera (II)

En artículos anteriores, hemos subrayado a Merce Cunnigham como el propulsor de una verdadera revolución en la tradición de Danza Teatral Occidental. Uno de los aspectos más importantes de su propuesta revolucionaria radicó, entre otras cosas, en el modo en que el coreógrafo concebía la espacialidad.

En primer lugar, la cuestión de la espacialidad era central en la estrategia compositiva de Cunningham, ya que el espacio era un factor fundamental para formalizar los movimientos. La teoría einsteniana de la relatividad -que entiende al espacio como un campo abierto e infinito- fue una influencia decisiva para el coreógrafo pues para él, no había en la escena puntos fijos y fuertes, es decir, no había zonas privilegiadas como sí sucedía en el escenario renacentista. De esta manera, se manifestaba la intención y búsqueda del artista por «democratizar» el espacio.

Cunningham promovía la des-jerarquización entre sus bailarines, ya que no habría lugares –espacios- ni roles protagónicos. Así, lo importante no se situaba ya en el centro de la escena –punto de fuga- y por ende, en la individualidad de cada intérprete, sino en la red de movimientos que tejían conjuntamente.

Por otra parte, los espectadores ya no se ubicarían necesariamente ‘en frente’ de la escena, de ahora más, la posición del espectador variaría de acuerdo a la obra en cuestión: a veces se ubicaban en la esquina de la sala, otras alrededor de los bailarines o incluso en ubicaciones aleatorias y cambiantes, como sucedía en los happenings.

Además de una nueva concepción sobre la espacialidad, Cunningham dio un paso innovador al consumar muchas de sus obras en espacios otros a los convencionales (teatro/escenario), tales como universidades, espacios abiertos e incluso, obras de danza para cámara y TV.

Esta descentración espacial implicaba mucho más que un simple cambio estilístico. De alguna manera, modificar las concepciones espaciales suponía mover los basamentos –políticos filosóficos- de la tradición danzaria occidental.

Como decíamos al comienzo, la geometría y frontalidad del proscenio implicaban mucho más que una mera cuestión estética. De este modo, la ruptura de la perspectiva lineal renacentista y su centralidad privilegiada ponía en jaque todo un sistema de creencias o, mejor dicho, de concepciones no sólo del espacio sino también del cuerpo.

Los cambios iniciados por Cunningham fueron profundizados por sus sucesores, los Jóvenes de la Posmodern Dance (1970 en adelante), quienes radicalizaron los usos espaciales hasta romper incluso con la idea de una escena de-limitada.

La utilización del espacio fue explorado en términos de lugar (galerías de arte, iglesias, terrazas, canchas deportivas, espacios al aire libre, etc.) o en su articulación en la danza (por ej. en el uso de detalles arquitectónicos para diseñar la coreografía o la exploración de superficies distintas al piso).

De ahora en más, cualquier lugar podría ser considerado un «escenario», o mejor dicho, el escenario, como tal, había perdido su lugar privilegiado.

Por supuesto que ninguna de estas renovaciones condujo a la total desaparición del proscenio. Más bien, se trató de la destitución del mismo como espacio único y excluyente para la realización y estructuración de coreografías.

Hoy por hoy, la escena es variada ya que cada coreógrafo cuenta con un abanico de posibilidades a la hora de proponer la espacialidad de su obra. Por otra parte, la inclusión de las nuevas tecnológicas en la danza (por ej. pantallas) ha llevado a la creación de nuevas dimensiones –espaciales- dentro de una misma escena.

Como vemos, las posibilidades de creación y composición se han multiplicado, lo cual da mayor lugar a la creación coreográfica a la vez que mayor responsabilidad a la hora de elegir en dónde se realizará una obra. Porque todo «dónde» con-lleva su «porqué, es decir su fundamento, que aún siendo implícito expresa mucho más de lo que simplemente se vé.

Es por esto que la danza, aún sin palabras, da cuenta de muchos supuestos políticos e ideológicos. El uso de la espacialidad, pero también del cuerpo, de la temporalidad, etc. son fundamentales a la hora de entender el arte danzario en clave no solo teórica sino también práctica.

La danza en espacios no convencionales es mucho más que una simple elección estética ya que supone una ruptura con ciertos ideales que dieron cimiento a la tradición danzaria occidental, lo cual supone, entre otras cosas, una apertura y expansión de la danza a todas las personas.

Ahora bien, esto no significa que la danza contemporánea haya abandonado por completo el sesgo elitista que se forjó desde la época de la Real Academia. A pesar de todos estos avances y superaciones, la democratización y extensión de este arte tiene todavía muchas conquistas que lograr…paso a paso…

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