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Danza de partículas en Quantum de Gilles Jobin

Podríamos preguntarnos si las leyes y las funciones de lo micro, de las partículas, tienen alguna correlación con las leyes y las funciones de lo macro. Si los movimientos y la organización de las unidades más pequeñas se corresponden con las de unidades mayores.

Podríamos preguntarnos si los fenómenos de la física de partículas son extrapolables a los fenómenos que pueden darse en el seno de una dramaturgia.

Orfeu Bertolami, presidente del Departamento de Física y Astronomía de la Facultad de Ciencias de la Universidade do Porto (Portugal), afirmaba, en una conversación con el coreógrafo Gilles Jobin, que una formulación matemática cuando es bella suele ser acertada y funcionar.

Podríamos, entonces, preguntarnos si la belleza, como afirmaba Platón, equivale a bondad y verdad.

Si en la ciencia la belleza de las formulaciones y conceptualizaciones indica un camino acertado, entonces en las artes escénicas la belleza de las formulaciones dramatúrgicas también implicará un camino acertado.

¿Será la belleza el nexo entre ciencia y arte?

En el mayor laboratorio de partículas del mundo, el CERN en Ginebra, Suiza, el coreógrafo Gilles Jobin y las bailarinas y bailarines de su compañía descubrieron que cuando vas a los niveles más profundos de observación de la realidad, de la materia, te encuentras con la simplicidad. Las fuerzas fundamentales de la naturaleza operan desde una impresionante sencillez.

El 8 de abril se presentó en el Teatro Municipal do Porto Rivoli la obra QUANTUM del coreógrafo suizo GILLES JOBIN, resultado de una residencia artística en el CERN de Ginebra, el mayor laboratorio de partículas del mundo.

«Una experiencia emocionante que acabó por inyectar fisicalidad humana a la abstracción del espacio y el tiempo», según afirma el propio coreógrafo.

En el escenario un impactante espacio sonoro de tendencia geométrica, en la música de Carla Scaletti, una línea de cuatro enormes lámparas colgadas en movimiento, instalación luminosa cinética de Julius von Bismarck y la danza de Catarina Barbosa, Stéphanie Bayle, Susana Panadés Díaz, Bruno Cezario, Stanislas Charré y Adriano Coletta.

Un grupo casi indiferenciado, una masa coral en la que se prescinde de los conceptos de identidad psicológica o de individualidad. Caras irrelevantes, más que neutras. Cuerpos como dispositivos volumétricos y cinéticos.

Giros, desplazamientos, flexiones, gestos, temblores y vibraciones… desvinculados de impulsos emocionales o intencionales. Un movimiento desposeído de voluntad localizable dentro o fuera.

La coherencia dramatúrgica que envuelve el espacio sonoro, lumínico y coreográfico, tiene relación con esa geometría y esa matemática cinética, inspiradas en las dinámicas moleculares.

Los maillots con estampado de tramas lineales, romboidales, generan efectos ópticos que promueven las combinatorias coreográficas y aumentan la fuerza centrípeta de las miradas, absorbidas desde el escenario.

El trabajo de composición coral con los brazos, en canon de expansiones y giros, desarrolla figuras que parecen alegorías genésicas, representaciones simbólicas de la propia idea de desarrollo sin origen ni fin.

Un movimiento constante e incesante en diferentes planos y niveles. Circular, pendular, de un lado a otro y viceversa… Dispersión y concentración. Aceleración y ralentización. Y toda una gama cohesionadora de juegos coreográficos con diferentes tipos y ejes de simetría.

Todo este universo coreográfico, lumínico y sonoro nos atrapa y nos produce una sensación de ensueño, de alucinación.

La relación del movimiento lumínico y de las propias lámparas que lo producen, respecto al movimiento actoral, resulta extremadamente atractivo y gratificante, casi hipnótico.

Incluso, podríamos afirmar que el sonido, más que música, origina una sensación de movimiento sonoro, como si escuchásemos el movimiento.

Lo conceptual y lo abstracto suelen estar asociados a lo mecánico, a lo frío, sin embargo, en QUANTUM, sucede algo muy extraño: la abstracción resulta próxima, reconocible, fascinante y con atisbos de emociones indefinibles y sutiles.

Quizás por la aparente sencillez coreográfica y de las acciones escénicas en su conjugación, quizás por la belleza de la armonía que despliegan las imágenes del movimiento fluctuante. Quizás por su mímesis, evocación, inspiración en la observación de las partículas en el laboratorio del CERN. Quizás porque la danza también puede ser una forma bella de (re)conocimiento del mundo.

Afonso Becerra de Becerreá.

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