Y no es coña

De derrota en derrota

Resaca electoral. Esperanzas rotas. Todo parece seguir igual tras las elecciones españolas. Y eso es lo peor que podía suceder. La subida del PP nos condena a una legislatura de terror cultural, de inmovilismo, recortes, un IVA vengativo. La Cultura sufrirá un poco más. Nos pasaremos el año vigente sin ninguna iniciativa para salir de la parálisis en la que se suceden las naderías. Es una derrota general, ni siquiera se puede considerar una derrota que augure un camino hacia la victoria final. Es una derrota de los ideales. Como cantaba el grupo de rock Siniestro Total, «solo nos queda Portugal».

Y viene a cuento porque debemos seguir, nuestras citas con la realidad no se pueden aplazar. Y en Portugal, con crisis o sin ella, sigue siendo un lugar de referencia teatral. La semana próxima empieza una nueva edición del festival de Almada donde se pueden ver a los mejores creadores teatrales europeos actuales. Y si siguen los artículos de Afonso Becerra comprobarán que hay una actividad sugerente, novedosa, de alta calidad y con mucho riesgo. En España seguimos repitiendo programaciones de efemérides. Ahora toca, por casualidad del calendario, Cervantes y Shakespeare. Aunque también seguimos con los de siempre. Considero que la proliferación de los clásicos en nuestros escenarios es la mejor manera de entender los resultados de las elecciones. Considerar que el siglo de oro fue verdaderamente de oro y no de sangre y represión es una manera de perpetuar el espíritu reaccionario del pensamiento colonialista español.

Pero no es así todo lo que sucede. Esas programaciones clásicas, son la imagen del régimen teatral actual. Lo que impera por disposición institucional y negligencia profesional y creativa. Pero hay una vida intensa fuera de esas programaciones. En Madrid, en sus salas, incluso en teatros públicos, comienzan a verse propuestas nuevas, inteligentes, imperfectas, pero esperanzadoras. Jóvenes autoras, directoras, actores, que ya parecen haber dejado atrás la mala costumbre del teatro consumible, las bromitas, que se acercan a problemas complejos de la humanidad y de nuestra sociedad con miradas actuales, estéticas que enlazan con el hoy, con jóvenes espectadores que se sienten identificados.

Les suelto unos cuantos nombres de creadores y espectáculos vistos en las últimas semanas que considero merecen una mayor atención general, María Velasco y su «La soledad del paseador de perros»; Luisa Carballal y Víctor Sánchez Rodríguez por «Los Temporales»; César Barló por la versión de «La Tempestad» que se hace en la sala madrileña La puerta estrecha o Javier Hernando y Pedro Casas por «La piel del lagarto».

Así que ahora sólo se trata de esperar que estas propuestas logren el sitio que se merecen en las programaciones de los teatros de titularidad pública para que se rompa el círculo vicioso actual. El que sigan ocupando los escenarios las producciones del oligopolio y sus propuestas narcotizantes nos lleva a la peor derrota: la pérdida de alguna posibilidad de generación de públicos más inquietos y jóvenes.

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