Foro fugaz

De la peste como castigo

No lo digo yo, la idea aparece desde la más profunda antigüedad en la Biblia y otros textos, pero quiero fijar mi atención en Homero, una de las fuentes de las letras occidentales. En el inicio de la Ilíada la peste se abate sobre las huestes griegas, que tienen sitiada a la legendaria Troya. Nos dice Homero que los griegos caían como moscas asaeteados por Apolo pues los aqueos lo habían ofendido cuando ultrajaron a de uno de sus sacerdotes. En la apertura de la Ilíada el sacerdote Crises clama: «…Cúmpleme este voto, que con tus flechas los griegos paguen estas lágrimas mías…». Y Apolo escucha, baja al campamento «…y lanzó una saeta, y de su arco de plata terrible fue el chasquido…». Homero añade que «de manera continua las piras de cadáveres ardían». 

 

Volvemos a encontrar a la peste en el inicio de Edipo Rey de Sófocles, pues el desorden tiene a Tebas al borde del caos, «la peste detestable, desahucia la ciudad, la aflige, mientras el negro Hades se colma de lamentos y gemidos». Edipo se pregunta «¿Por qué la peste?» y Tiresias el ciego le responde, «el único peligro para ti eres tú mismo». Y bueno, ya conocemos el desenlace, Edipo se arranca los ojos por su incapacidad de ver la auténtica realidad. Pero es la epidemia la que inicia la redención de Tebas. Peste redentora, castiga, advierte, señala el desorden y el caos. 

¿Qué significado tendrá la peste actual? ¿Quién nos la envía? ¿Cuál vidente ciego habrá de señalarnos nuestra falta? ¿Qué es lo que no entendemos? Antonin Artaud nos dice en su ensayo ‘El Teatro y la peste’, incluido en el ‘Teatro y su doble’ que «…tendríamos que calificar al flagelo como un instrumento directo, o la materialización de una fuerza inteligente relacionada estrechamente con aquello que denominamos ‘¡la fatalidad’”. 

No está de moda pensar en las epidemias como un castigo. Yo mismo descreo de esa simplificación. No obstante, es imprescindible mirar el fenómeno que nos contagia y mata como una advertencia dirigida contra el caos reinante, como una búsqueda de equilibrio, no sé, como una exigencia de cambio de nuestra sociedad. Los humanos no acabamos de entender, y cada persona al parecer tiene que iniciar su recorrido desde el principio. La sabiduría no se hereda, se conquista. Es una lucha diaria. 

Esta pandemia-peste ha desatado una lucha civil entre viejos y jóvenes. Los adultos mayores somos los más afectados por el flagelo, mientras que aquellos de generaciones anteriores se sienten inmunes, aunque la realidad los desmienta. Pero las convicciones son tenaces y los números generales parecen darles la razón. 

Hace un siglo la mal llamada ‘gripe española’ se llevó a 20 millones de personas. Un siglo después seguimos enfrentando las epidemias a tientas, sin tomar en cuenta las experiencias pasadas. No sabemos nada, aunque creamos que sabemos todo. Somos incapaces de aprender de lo que pasó hace apenas cien años, mucho para nuestro corto tiempo, poco para el tiempo del universo en el que mil años pueden ser como un día o como la noche que pasó. 

¿Qué es un virus?, apenas una aproximación de vida que busca la energía de un cuerpo viviente para completarse, un mortífero remedo de microbio, una carga que destruye para alcanzar una vida efímera. Como no pensar en un programa destinado a matar. Ante lo indefinido orgánicamente del virus, una llave para aniquilar o lastimar a seres vivos, como no pensar que una “inteligencia perversa” trabaja para dañar. De ahí que no sorprenda la cantidad de teorías conspirativas en torno al Covid-19, pues todos tratamos de explicar lo inexplicable. ¿Quién dirige este caos? Se pregunta un amigo. ¿Quién y para qué? No lo sabemos.

Si algo queda claro en estos meses de aprensión y contagio, es que todos vamos en el mismo barco por si nos quedaba alguna duda, volvemos a comprobar que lo que pasa en China afecta a los españoles, argentinos o australianos. El planeta entero sufre, y los síntomas son semejantes aquí y allá. No obstante somos incapaces de cambiar y los poderosos sólo piensan en enriquecerse a costa del sufrimiento ajeno. 

La ONG Oxfam acaba de publicar su informe anual de la situación del mundo en donde informa que los más ricos del planeta han reforzado sus fortunas durante la pandemia Covid-19. Una «fatalidad siniestra» que necesita encontrar su forma teatral dramática para este siglo XXI para explicarnos el por qué de la epidemia. Esa obra tiene que sugerir nuestra sordera, nuestra ceguera y nuestro egoísmo. Y mostrar que la pandemia-peste seguirá asolándonos mientras sigamos sin ver.  

París, 2021

Mostrar más

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba