Y no es coña

Derechos y deberes del espectador

A veces las anécdotas ilustran bastante más que los estudios sesudos. En los prolegómenos de la primera actuación del Festival de Teatro Clásico de Olmedo, cuando el alcalde de la Villa del Caballero apareció para decir unas palabras, se produjeron unas reacciones entre el público que me provocan desde entonces un debate interno.

Más o menos sucedió lo siguiente: el alcalde quiso dar las gracias a la presencia de un alto cargo del ministerio de Educación, Cultura y Deportes, que ayuda con una cantidad bien significativa a esta edición del festival, y en ese preciso momento, desde el público una mujer joven empezó a protestar y a señalar que eran una atrocidad los recortes, la nueva ley Wert y reivindicando una educación pública y varias otras consideraciones de protesta sobre el caso.

El alcalde y el público quedamos un tanto despistados, sin saber qué hacer, si sumarse a la protestar o ver cómo salía de la situación el edil. Siguió el alcalde como pudo, y de repente otra persona del grupo de la primera interviniente que protestó saltó diciendo a voz en grito: «he pagado mi entrada para ver una obra de teatro, no para escucharte a ti». Rumores entre la platea, miradas, y el alcalde siguió dando las gracias al público asistente, a las instituciones patrocinadoras y todas las cosas de rigor, abrevió y al terminar, le aplaudió una parte considerable del respetable de una manera ostensible como para decir que estaban con él y no con los que protestaron.

Detrás de mi localidad un varón, decía a media voz, «yo no he pagado entrada para escuchar al que protesta por lo que dice el alcalde», a lo que otra señora le espetó: «ni yo para escucharte a ti protestar por el que protesta por lo que dice el alcalde, así que calla». Es decir, había inquietud , posiciones encontradas, quizás muestras de una crispación social que se expresó en una noche calurosa de una manera menor y atenuada, pero que nos da alguna idea de lo que puede suceder.

Porque un espectador normal, que compra su entrada, que es aficionado o que ha decidido pasar una noche con «Julio César», ¿tiene el deber de escuchar propaganda política sin protestar? Es lo habitual, mantenerse con discreción aunque lo que se escucha no sea del agrado de uno, rumiando bajo el bigote, pero en estos momentos, los políticos son considerados por la sociedad como el gran problema y cuanto hacen y dicen, debe ser muy medido. Conociendo al alcalde de Olmedo desde el primer Festival, puedo asegurar que su intención era de agradecimiento por los cien mil euros que les había otorgado de ayuda, que quería agradecer a todos su presencia, pero comprendo a quienes no quieren escuchar ni estos actos de cortesía y agradecimiento, porque huelen a pasteleo, a propaganda, a hacer creer que el dinero público se otorga de manera privada.

Deberes y derechos de los espectadores. Un buen tema para estudiar con más detenimiento. Y uno de los que quisiera reivindicar como saludable es el de protestar, el de manifestarse de manera ostensible ante lo que sucede. En este caso era por la discursitis imperante, pero rescatar un actitud crítica al final, es decir, mostrar con pitos que no ha gustado, sería volver a darle viveza a todo. Ahora se aplaude casi por deber. Y no es necesario aplaudir si no ha gustado.

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