Sud Aca Opina

Desconectado

Agotado de tanta tecnología, durante mis últimas vacaciones, ilusamente traté de hacer lo que muchos pretendemos hacer; desconectarme de la rutina diaria como para tratar de descansar.

Mi ingenua voluntad chocó de frente con la realidad de que para llegar a un nivel de desconexión relativamente aceptable, se debe pagar lo que no se tiene para lograrlo. Aunque se oiga extraño, se debe pagar por dejar de estar, ya sea pagando por tecnología que nos oculte o comprando la distancia necesaria para alejarnos.

Extraña contradicción al libre albedrío de decidir o no el estar en algún lugar.

La maldita señal nos sigue hasta donde vayamos y lo peor de todo es que en el fondo no tenemos la real voluntad de desconectarnos. El estar hiper conectados con todo y con todos se ha transformado en algo ilusamente vital.

No es necesario llevar el teléfono móvil, ese mal llamado inteligente, si en unos pocos días ninguna catástrofe aniquiladora se avizora sobre la humanidad. Pero lo llevamos y aunque si el holocausto fuese inminente ¿De qué nos valdría un teléfono si nadie estaría del otro lado para contestarnos?

Nos creemos imprescindibles y por lo tanto, necesitamos estar ubicables para solucionar los problemas de la sociedad.

¿Será una cuestión de ego o pecamos de ilusos al considerarnos tan importantes?

Digo que traté de desconectarme ilusamente porque en nuestro mundo contemporáneo, desconectarse es el lujo de unos pocos que son capaces de pagar su desconexión ya sea con dinero o con la verdadera voluntad de hacerlo.

¿Cómo? ¿No tienes Facebook? ¿En qué mundo vives? Todos tienen Facebook. Supongo que al menos twiteas o por lo menos tienes una cuenta en Instagram. Si no estás en las redes sociales es como si no existieras.

Al decir todos, estamos olvidando que tenemos la suerte, o mala suerte, de vivir en el lado del mundo que tiene un acceso a la tecnología relativamente fácil. Aquellos miles que mueren cada día de inanición ¿Conocerán siquiera el concepto de redes sociales?

La tecnología de las comunicaciones que teóricamente está concebida para minimizar distancias acercando a personas físicamente distantes, en realidad lo que está haciendo es poner un monitor y un teclado entre individuos cercanos e instalar la ilusión de estar cerca de realidades que nos son ajenas.

Es irrefutable el efecto hipnótico producido por los efectos multi mediales de la tecnología contemporánea, efecto capaz de secuestrar nuestra conciencia hasta hacernos tecno adictos.

El antídoto está al alcance de todos y es tan fácil como el recuperar el contacto humano de una mirada o un gesto.

Más fácil es jugar a ser vaquero galopando montado en una escoba que encontrar la tarjeta gráfica adecuada para mejorar la resolución de un video juego.

Más barato que un computador es un ticket para asistir a una obra de teatro.

Más enriquecedor que escuchar música en spotify es asistir a un recital.

No se trata de renegar de los avances tecnológicos que tantos beneficios le han traído a la humanidad sino de evitar deshumanizarse engullido por las fauces de la información electrónica.

No es necesario desconectarnos de la tecnología para conectarnos con lo sentimientos que nos hacen humanos. Los sentimientos también pueden existir en la era digital.

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