Críticas de espectáculos

Desconexión/Xurxo Cortázar

Desconexiones que nos conectan

No es usual encontrar obras teatrales que conecten, directamente, con las ansiedades y desasosiegos, aparentemente diminutos e insignificantes, de la persona común, de la persona de a pie actual. Esas ansiedades y desasosiegos que, como un picor molesto, acaban por amargarnos o por llevarnos a tomar pastillas, beber alcohol o huir buscando la evasión propiciada por cualquier substancia o experiencia de entretenimiento.

Teatro que entretenga y, a la vez, nos libre de las pastillas, del alcohol y de otros productos de consumo, ideados para la evasión transitoria de los sinsabores, resulta difícil de encontrar.

Sin embargo, el día 5 de mayo en la Sala Ártika de Vigo, me encontré con una pieza que me conectó con todas esas inquietudes pequeñas que nos anegan, en este caso a los hombres que pasan de los cuarenta años. Todo esto no podría darse, por supuesto, sin la mediación de un buen actor que sepa llevarnos al demonio que se esconde en esos detalles aparentemente intranscendentes de lo cotidiano.

En este caso, además, descubrí a un actorazo que no conocía: Xurxo Cortázar. Uno de esos actores capaces de hacer de muñeco sin una objetualización teatralizante y sin estridencias o sobreactuaciones. Un actor capaz de jugar a los contrastes, no solo de actitud sino también de carácter, cuando se convierte en la figura verde y roja de un semáforo que regula el tránsito de peatones.

La rutina de ese hombrecito, que prohíbe o permite el paso de peatones en el semáforo, es la metáfora alrededor de la que se articula esta obra, titulada Desconexión.

Un solo poblado por las neuras del individuo, dividido y fragmentado, de la sociedad urbana actual. Un hombre heterosexual que carga sobre las espaldas con todas las crisis que podamos imaginar: la insatisfacción laboral, el desgaste de la pareja y la quiebra de la familia, la disminución del atractivo sexual, el desfase respecto a las modas imperantes, tanto a nivel musical como, en general, en los estilos de vida, etc. Ese hombre que está justo en esa edad biológica en la que dejas de ser un chico de cuerpo tonificado y de estar en la cresta de lo que se lleva. Esa edad en la que los pequeños triunfos alcanzados: tener un trabajo, casarse y tener hijos y casa… gozar de una cierta estabilidad, se convierten en una especie de condena o de insatisfacción creciente. En resumen, la persona que necesita de la estabilidad que le aporta la rutina, pero se ahoga en ella, la persona que busca la independencia y la libertad, pero que se ve abocada, por sus deseos, a depender de los demás.

Desconexión explora, en clave cómica, los contrastes que atormentan a un individuo común, un tipo de clase media desacomodada, un inconformista en esa edad en la que la testosterona comienza a menguar.
Y Xurxo Cortázar representa todo ese abanico de momentos chocantes a través de sketches que fluyen de manera armónica, con un absoluto dominio del ritmo de comedia, administrando los tiempos de cada efecto con sutileza, sin acortarlos ni alargarlos, manteniendo los tiempos justos de cada estado de ánimo y de cada transición.

El tándem Cortázar – Cortegoso, funciona a las mil maravillas, porque el estilo cómico de Cortázar y las inquietudes temáticas alrededor de las que trabaja, son muy similares a los que alientan, por ejemplo, en A filla de Woody Allen de Ibuprofeno Teatro, de Marián Bañobre y Santiago Cortegoso, y en esa tendencia al debate político, desde las cuestiones más ordinarias y corrientes, que podemos encontrar en todas las piezas de Santiago Cortegoso. Personas comunes agobiadas, cómicamente, por la presión de las modas y tendencias de la sociedad global de consumo.

En Desconexión, Xurxo Cortázar, te hace, ciertamente, desconectar y pasarlo bien.
 
Afonso Becerra de Becerreá.
 
Obra: Desconexión – Autoría: Xurxo Cortázar – Dramaturgia y dirección escénica: Santiago Cortegoso – Interpretación: Xurxo Cortázar – Diseño de iluminación y espacio sonoro: Dani Abalo – Iluminación e son: Javier Quintana / Del Ruíz – Escenografía, vídeo e fotografía: Juan Silva – Vestuario: Elsa Aboy – Producción e distribución: Crémilo – Carlos Martínez Carbonell – Sala Ártika de Vigo, viernes 5 de mayo de 2017.

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