Mirada de Zebra

Diario de escena (II): La voz, el canto y la palabra

Trabajar a partir de lo que hay. La frase suena a sofisma casi indiscutible. Es la única opción cuando el tiempo se estrecha y las fechas de entrega apremian. Construir con aquello que está al alcance de la mano. Cuando creamos Kabia hace ya cinco años, por encima de criterios artísticos y estéticos, había un consenso a la hora establecer el proceso de trabajo y éste no tenía que ver con técnicas ni estructuras burocráticas, sino con una manera particular de entender el tiempo durante un proceso creativo. Lejos de la tendencia habitual de producir en tres meses, mes arriba o abajo, queríamos dedicar un largo tiempo a cada creación. Con esta perspectiva flexible del tiempo, se asentaba la posibilidad de que los diferentes impulsos creativos que habitaban en los miembros del grupo macerasen y pudiesen mezclarse unos con otros, permitiendo así que de la mixtura de diferentes lenguajes escénicos surgiese uno propio del equipo de trabajo. Pero sobre todo ello, el hecho de emplear largo tiempo en el entrenamiento y en la creación, nos posibilitaba trabajar también con aquello que no teníamos o que sólo parecía asomar.

Una de esas cosas que en los comienzos se hacía menos presente era el trabajo con la voz y la palabra. De ahí que desde las primeras sesiones conjuntas, comenzásemos a trabajar con un maestro de voz, Juan Carlos Garaizabal. De su mano fuimos descubriendo los amplios recovecos del mundo vocal, la inabarcable riqueza de la voz, tanto en su expresión sonora como en su impresión interna. Con él ampliamos nuestra gama vocal y reconocimos, a golpe de experiencia, la sutil y poderosa conexión que existe entre la voz y la emoción. Hoy día Juan Carlos mantiene sesiones regulares donde seguimos explorando el recorrido de nuestras voces, y supervisa los diferentes aspectos del trabajo vocal del nuevo espectáculo.

En el transcurso pertinaz del entrenamiento y la creación, surgió con fuerza algo que estaba en latencia, el canto. El canto entendido como un elemento de juego y de trabajo coral, y también como herramienta fundamental en la construcción atmosférica de la escena. Algo que asimismo vino impulsado por la incorporación de nuevos miembros que ya tenían experiencia en canto y teatro musical. Para dar salida escénica al trabajo de canto que se iba aposentando en el grupo, contactamos con Xabier Adrien, musicólogo y compositor. Un arquitecto de las notas, un artesano que teje música sobre el tapiz del pentagrama, alguien capaz de traducir el mundo en DO-RE-MI-FA-SOL-LA-SI. Él, junto a las actrices, compuso la música de nuestro anterior espectáculo y en esta nueva creación hemos repetido la misma fórmula. Aunque esta vez a las composiciones de Xabi y de las actrices, hemos añadido cantos tradicionales de Grecia, Italia y Brasil.

Por lo explicado hasta ahora, parece que todo surge de forma espontánea y natural, como si esfuerzo más tiempo fuese la fórmula que lo moviliza todo. Sin embargo hay veces que es necesario quebrar inercias, engañar al instinto de la comodidad y buscar nuevos retos que mantengan el espíritu creativo vivo. Esa es la razón por la que incluso antes de tener ninguna idea acerca del nuevo espectáculo, nos propusimos introducir más texto. Desde el principio sabíamos que nos enfrentábamos a un trabajo con más palabras. Y desde ese mismo principio sabíamos que necesitábamos un maestro en el trabajo textual. Ahí apareció, porque el destino a veces también guiña y gracias a Ricardo Iniesta, Vicente León. Su currículo dice que es actor, director y profesor de expresión oral de la RESAD. Para mí es un entrenador de la voz hablada, un biomecánico de la palabra, alguien que desentraña la materia orgánica que subyace en el texto para ofrecérsela a los actores. Durante un año, en sesiones periódicas y espaciadas, hemos trabajado con Vicente las intenciones habladas del nuevo espectáculo, pero sobre todo hemos aprendido una manera particular de afrontar la palabra en escena que nos perdurará siempre. Hoy mientras incidimos en cada escena, cuando hace un mes que nos despedimos de él con la promesa de volver a vernos en el estreno, parece que está sutilmente escondido en la sombra de los actores.

Echo más cuentas. Hace más de año y medio que trabajamos la voz, la palabra y el canto de nuestro próximo espectáculo. Y desde hace una semana, cuando entramos en la antigua iglesia de Otxarkoaga, el Harrobia, estamos envolviendo todo ello con la escenografía, los objetos y la iluminación. Lo vocal entra en un ecosistema más complejo. Es hora de saber escuchar para que en este trasplante lo creado hasta ahora evolucione sin que pierda la esencia que lo engendró. En esas estamos.

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