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Dimensiones para una arquitectura cultural

La arquitectura tradicional, ya sea en etapa de encargo, proyecto o materializada en obra construida, se objetivisa utilizando parámetros tangibles y cuantificables tales como el alto, el ancho, el largo, las tres medidas del espacio y como consecuencia de ellas la proporción. También se usan el color, la materialidad, el acondicionamiento físico ambiental dado por temperatura, humedad, volumen y circulación de aire, niveles de luminosidad, descripción de técnicas constructivas para obtener resultados esperados y por qué no, los costos asociados. Acostumbrados a vivir la arquitectura tradicional, estas variables de definición son aceptadas como válidas y son las que nos permiten pasar de una idea intangible expresada primero en bosquejos, croquis, gráficos y en planos, a una realidad espacial con la capacidad de ser vivenciada. Para la arquitectura cultural en cambio se manejan variables para las cuales no existe consenso y que podrían generar una rica controversia sobre su validez. En las artes, una vez materializado el espacio físico donde se desarrollará la acción, la tarea no ha terminado. Sin duda falta la presencia humana activa que complete la validez del espacio. Así como un templo adquiere su real dimensión solo si existen fieles que con su actuar lo transformen en lugar de re encuentro con lo divino, el espacio cultural solo existe si en él se genera cultura en un intercambio continuo entre creadores y receptores. Una arquitectura cultural no está definida solo por el espacio físico que alberga cultura. Como reflejo o fotografía de un momento dado, podría ser, pero como el lugar desde el cual se genera cultura, me parece que es pobre. Falta la componente de la actividad humana que utilice el espacio para que este sea pleno. Así como un teatro sin actores es solo una acumulación ordenada de materiales de construcción, la verdadera arquitectura cultural no existe sin la presencia activa de sus usuarios y cuando hablo de usuarios me estoy refiriendo tanto a aquellos creadores que generan ideas culturales, como a quienes las interpretan y por supuesto a quienes actúan de receptores del supremo acto comunicativo que es el arte. Aunque hoy algunos paradigmas estén cambiando por cuanto ya existen esculturas habitables y arquitectura escultórica, sin el hombre no existe cultura posible. Sin la presencia de la actividad humana, cualquier tipo de arquitectura cultural es impensable. Somos la única especie pensante capaz de crear arte a voluntad, materializar una idea poco utilitaria que desde el punto de vista de las ciencias duras es completamente inútil. Es cierto que en la naturaleza existen formas y colores que parecen verdaderas obras de arte, así como sonidos capaces de opacar a la mejor de las sinfonías pero responden a la combinatoria de leyes físico químicas y al instinto de conservación incluido en el código genético de los seres vivos, sin nunca existir el libre albedrio, génesis de cualquier acto cultural. El arte es patrimonio de hombre y es el la dimensión de toda arquitectura cultural ya que por el solo hecho de tener la capacidad de crear, es la obra de arte suprema.

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