¿De qué sexo es la palabra?

Director te hace el actor

Uno puede hablar sobre el ritmo del actor, como maneja su timming personal, el del personaje, o el de la escena, eso es claro, concreto, se puede evidenciar, cualquiera puede opinar sobre que el actor tiene problemas de ritmo con la escena, con el estilo, con la línea.

Y se puede trabajar especificamente sobre eso, lo mismo pasa con la música , podemos seguir con la parte plástica de una obra donde lo visual se puede ordenar ya sea por contraste cromático, formas, volumen o ausencia. Se ordena y se trabaja en común acuerdo sobre ese orden.

Ahora, ¿cómo entrena, trabaja el ritmo un director para su creación? ¿Con un entrenamiento solitario, poniéndose contra sus propias paredes? El director entrena con el actor, el director es cuando el actor le permite serlo, de lo contrario es un dictador, un tirano, un déspota que quiere ser a través de la imposición, el grito y el maltrato.

Uno se hace director en la medida que entiende cómo resolver el caos de la creación a solas y con el otro, para volver a componer cosas en solitario y luego volver a dudar y resolver(a la vez con el otro.) Esa frontera entre saber y no. Seguro , pero libre. Un director entrena cosas concretas y cosas abstractas, caos y orden, libertad y organización, pero creo que la mejor forma de detallarlo es: paciencia y pasión. Y saber cuándo va una y cuando la otra, y cuando juntas ¿y cómo saberlo? De la misma forma que el depredador estudia a su presa, entre la ferocidad y la espera, como el ritmo del seductor, entender esa tensión es el aprendizaje de la vida. Es el tiempo de observación, nada de fórmulas, con experiencias pero vulnerables al nuevo equipo, al nuevo proyecto, a las nuevas ideas, formas, sentimientos. Vulnerable al encuentro, a la energía que sucede en el presente, porque esa energía es el combustible para el acontecimiento, para que suceda el hecho teatral.

Vulnerables y precisos, al detalle, perderse en el detalle de un gesto como si fuera un oceáno para descubrir. Ir hacia el centro de los detalles como si fueran universos, campos de ficción y puntos de atracción.

Un director es un capital de acumulación, pero , igual, todo eso, sirve para jugar más, deben funcionar como herramientas que permitan hacer el juego más abierto y protegido. Sólo eso.

Lo que se adquieren son plataformas para elevar la posibilidad del vuelo, no para bajar el riesgo.

Pero, si uno se enfrentara con un director joven, que recién se inicia, nos preguntaría: «pero en concreto, ¿qué se hace, cómo se empieza»? Arriesgando, equivocándose y siempre buscando la voz propia. No hay que enojarse, tener una paciencia sin límites pero una disciplina férrea, un amor incondicional y una pasión devastadora, como cuando alguien te sacude el sistema nervioso, sin eso, no hay estudio, teoría, o ensayo que sirva.

Y con los actores, se debe respirar , sudar y vibrar con ellos. No se debe pedir lo que se desea, sino que hay dejar que el deseo nos visite en el ensayo, que ellos nos den toda su intimidad y desde esa exposición trabajar , seleccionar y editar, conducir.

Cada ensayo es una partitura única, como es la función y uno debe generarse esa adicción, para volver con ansias, pero también con hambre y placer.

Un director entrena en la ausencia cuando siente que ya no puede estar más tiempo sin ensayar, como un adicto, como un enamorado abierto, y dispuesto a entregarse.

Marianella Morena

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