Sangrado semanal

El buen cansancio

Me han anulado un curso en Roma. Se trataba de un workshop en plena naturaleza liderado por Sista Bramini, fundadora del Teatro O Thiasos Natura. Ya tenía el billete de avión comprado. Menos mal que se trataba de una de esas compañías de bajo coste que no te dejan hacer cambio alguno ni te reembolsan el dinero, pero que, al menos, te respetan los dos ojos de la cara a la hora de adquirir un ticket para volar por el cielo.

– Mi dispiace muchísimo, pero mucha de la gente que había mostrado interés en un primer momento se ha echado atrás a la hora de realizar el pago, – me dijeron. – Ya sabe usted que Italia atraviesa en estos momentos un periodo económicamente muy difícil. No hemos conseguido el número mínimo de participantes requerido para que este workshop saliera adelante.

El curso de la Bramini no es el único. Aquí también están cayendo iniciativas formativas. Y no por falta de ganas, sino por falta de pasta. «Cuánto daño están haciendo», es una de las frases tótem que oigo estos días al contar nuestras andanzas y desandanzas teatreras. «Han conseguido desmantelar el escaso tejido vivo que existía» es otra de ellas.

El paisaje que nos lame los pies y se extiende hasta el horizonte es el del día después. Las estructuras cambian, o más bien, desparecen. Lo que antes valía, ya no es lo que era. Todo cuesta. Cuesta más que nunca dedicarse a las artes escénicas. Hay que comer, trabajar por menos de nada, agradecer al sistema tener, al menos, unas horas remuneradas. Los actores, las actrices, los directores y los foqueros andan locos de aquí para allá, preocupados en cómo pagarán el alquiler. Ya no se entretienen tejiendo el arte en la sala de ensayo. No hay tiempo. No hay pan. Las compañías echan la persiana, los teatros están vacíos por dentro y por fuera, las iniciativas formativas y experienciales se truncan antes de salir.

Cierto es que siempre hay excepciones. YindeYan Teatro no para de dar cursos, tiene tanta gente que quiere aprender con él que los alumnos/as se le salen por las ventanas, como hacen las plantas que gozan de buena luz y mucha agua. La Zaranda, el Teatro Inestable de Andalucía la Baja, también sigue dando guerra por los escenarios del Estado, ayer, precisamente, estuvieron en Barakaldo con el régimen del pienso. Yo no pude ir a verlos. ¿Saben por qué?

Ayer tuve una actuación. ¿Recuerdan lo que era eso? Si, si: aquello de pegarse un buen madrugón, cargar la furgoneta, recorrer kilómetros en carretera, llegar al teatro, montar, enfocar, apagar fuegos de última hora, hacer un pase técnico. Sentir cómo van entrando los espectadores a la sala: su murmullo, su expectación… ¡Que vivencia increíble y cada vez más lejana de experimentar! Pero por hoy, señores, señoras: permítanme disfrutar al comprender por qué hago lo que hago. Hoy, tengo el buen cansancio del día después.

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