Otras escenas

El buen tiempo

Un periodista me pregunta en una fiesta si esto de las artes de calle va en serio. Yo me pregunto si esto del periodismo también. Aprovecho y me quejo a alguien de una desafortunada editorial en un programa catalán de radio de máxima audiencia acerca del circo que se hace en casa, y recomiendo también la programación -estupenda iniciativa- del Mercat de les Flors con ‘El circ d’ara mateix’. Coincido con alguien en que dedicarse a nuestro oficio es cuestión de militancia, activismo y mucha vocación. Alguien que acabo de conocer me dice que nos quejamos mucho y que si saliéramos más comprobaríamos que no vivimos un momento creativo tan conservador. Yo le contesto que nuestra misión es quejarnos, siempre, y sentir la necesidad de ir más allá con todo lo que hacemos. Una amiga periodista me recuerda todavía sorprendida que mi tío no tiene ni idea de dónde trabajo y menos de la clase de espectáculos que suelo aplaudir. Me enoja el objetivo de un artista de circo recién graduado en Francia: monta una compañía de circo de calle que entiende la calle como un medio para llegar a la sala. Abro el teléfono y veo que otra amiga, de vacaciones en Suiza, acaba de colgar en Facebook algo sobre unos malabares con sierras eléctricas y me acuerdo de los suecos ‘Burn Out Punks’ y de lo poco que han girado por el sur de Europa. Pensando en Suecia, le hablo y hablo a alguien de la necesidad de sacudir la universidad y acercarla a la realidad, de la falta de investigación teórica en el ámbito de las artes de calle, de la ausencia total de la disciplina en los currículos académicos. Al final de la velada me duele la cabeza. No tiene que ver con la bebida. Tiene que ver con lo mucho que he hablado, con las quejas, la actitud negativa, y una cierta toxicidad ambiental.

Al llegar a casa abro la agenda. Decido confinar luto y lamentos. Las procesiones han terminado. El buen tiempo ha llegado para quedarse y la temporada de artes de calle asoma por la esquina. Las ciudades del país pondrán su geografía a la disposición de festivales, ferias, fiestas mayores y las celebraciones que apetezca. La crisis no ha pasado pero las ganas de disfrutar del espacio público tampoco. ¿Será verdad que en el sur se vive mejor?

Unos saludarán la voluntad de muchos artistas de clavar la actualidad en plazas y calles, otros se quejarán del ruido -y los que se lo podrán permitir se marcharán de fin de semana y dejarán las celebraciones para otros-, otros se quejarán del populismo de algunos por querer lavar con festejos las ropas que durante el año han ensuciado, y también los habrá que solamente esperarán pasar un rato divertido, de parrandeo, lo que es mucho más que legítimo, es altamente necesario.

Repasando la agenda constato la muchísima actividad que me espera. Y se perfila una sonrisa enorme en mi cara. Hasta la próxima pascua, por ejemplo, cada fin de semana será imprescindible: Sismògraf en Olot, Trapezi en Reus, Umore Azoka en Leioa, el TAC en Valladolid… y continúa así hasta Octubre… Veremos para qué y hasta dónde da el cuerpo. ¿No tienen la sensación de que las cosas no van tan mal? Larga vida a las artes de calle.

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