Sangrado semanal

El enemigo en cada detalle

Recuerda: El enemigo vive en el detalle. La frase actúa como un anzuelo lanzado con arpón de última generación y logra paralizar por un instante la vertiginosa actividad de la persona que lleva días organizando el evento que tendrá lugar en menos de 24 horas. El teléfono arde desde hace semanas, en el último momento han fallado cosas que se daban por sentadas, los primeros artistas están por llegar. Todo cuenta. Y resulta que el enemigo duerme agazapado detrás de cualquier detalle nimio. ¿Tengo realmente todo en la cabeza? A la hora de que el engranaje de un festival teatral funcione a la perfección, hasta el más mínimo matiz juega un rol esencial.

Maria Teresa de Calcuta limpiaba personalmente las letrinas de su centro de acogida en la India. Esta mujer, que sabía de muchas cosas, sería, probablemente, gran defensora del detalle. Seguro que descuidaba muy pocos aspectos del día a día. El hecho de que saneara regularmente con sus propias manos los baños del lugar donde realizó su obra demuestra hasta qué punto es importante ocuparse personalmente de los aspectos menos agradables de un proyecto para que esté salga bien en su conjunto.

La labor de producción será exquisita si el día del evento no se advierte que ha existido. Todo se habrá organizado a la perfección si la cosa fluye con la naturalidad del agua por el arroyo, con una facilidad pasmosa (para quien haya vivido el proceso de preparación). El resto, el invitado, no habrá de advertir todo el trabajo que hay detrás del hecho de que las cosas empiecen a su hora, la cantidad de invitados se corresponda con el número real de asistentes, haya puntualidad, el vino de la recepción de bienvenida sea más que digerible, el lugar esté limpio, los artistas contentos, tranquilos y protegidos, dispuestos a dar el máximo en su actuación, la iluminación sea correcta, la temperatura perfecta y haya ausencia de ruidos contaminantes desde el exterior.

El enemigo vive en el detalle y, sin embargo, cuidar cada matiz puede estar muy reñido con el hecho de no dejar nada al azar. Esto es algo que puede causar cierto escozor (e incluso gran resistencia) entre artistas: Cuando algo se delimita demasiado, cuando se condiciona en exceso, existe el peligro de ahogarlo. La creatividad puede quedar asfixiada entre tanta puntualización. Encontrar el equilibrio entre lo marcado y lo que se deja al azar para que lo inesperado de la vida se cuele entre las rendijas de los estructurado es realmente un arte.

El detalle, la delimitación, son importantes. Tanto a la hora de organizar un evento como a la hora de construir una pieza artística. Los «constraint» son necesarios, ya que son las orillas del río por donde fluirá el azar, el líquido creativo, que se desparramaría por el suelo y sería tragado con avidez por la tierra si no estuviera sostenido, si no tuviera dos flancos delimitantes que le ayudaran a discurrir, ahora más rápido y con más potencia, ahora más calmo, ahora a alegres saltos… En el caso de los actores que trabajan, por ejemplo, con partitura, la importancia del matiz es indispensable, ya que es precisamente trabajando minuciosamente sobre los detalles como logran reconstruir el proceso de cada acción en escena. Ejemplos de este tipo de actores los encontramos entre el elenco del Odin Teatret, la compañía Atalaya o los actores de Espacio Espiral.

Una partitura escénica marcada al detalle puede constituir una jaula para el actor, un corsé demasiado apretado que le impida, incluso respirar artísticamente. Muchos artistas sienten claustrofobia frente al detalle. Pero será, precisamente, recorriendo cada detalle de su propuesta artística con minuciosidad como lograrán conquistar finalmente su propia libertad y volar artísticamente. Alcanzarán lo que en inglés se denomina expertise, la pericia. Y serán capaces de hacer cosas que el resto del mundo no sabrá hacer. Y los que les observen desde el otro lado del espejo de la vida, que es cada escenario, afirmarán que aquel artista se mueve como pez en el agua, que aquello que hace parece fácil de hacer. Y las horas de trabajo que habrá detrás de aquella actuación sólo se advertirán en detalles nimios, apenas perceptibles para el ojo humano. Pues, ante tal recepción y cálida temperatura, tan buen olor y tan gustoso vino, ante unas piezas artísticas tan bellas y sublimes: ¿Quién va a fijarse en las finas arrugas de unas desgastadas zapatillas de ensayo?

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