Zona de mutación

El ensayo como condicionamiento

La disposición que se asume en un ensayo como condición para repetir, conforma un dispositivo fundante del teatro. En dicho segmento de la creación de un espectáculo, las acciones emprendidas por los realizadores es, sin que esto deba sorprender, paradojal. Esto en el sentido que las conductas originales que han de conformar las acciones escénicas, están premoldeadas por múltiples pautas y directivas, seleccionadas e incluso editadas en relación en principios de eficacia, de belleza, de precisión, etc, pero que conforman todo un cuadro de amoldamientos de la conducta, por no decir condicionamiento, tout court. El contrapeso para que los comportamientos originales rindan escénicamente, quedan mediados por el imperativo de la repetición que es el que permite fijarlos, atarlos a un objetivo determinado. Si la escena es un simulador destinado a automatizar los reflejos, a poner en caja reacciones imprevisibles de otra forma, parte de la evaluación e inclusive crítica a ese paradigma de trabajo, pasará por la exactitud con que se cumplan dichos objetivos premoldeados. En este contexto ¿cuál sería la posibilidad de establecer como premisa un teatro de reacciones libres, de pulsiones incondicionadas. Esta hipótesis desdobla los aspectos realizativos, a agentes que conforman un marco consciente del sistema teatral, para que otros, puedan conformar ‘el inconsciente escénico’, contando con que el mismo, asume en su ejercicio, toda la plana de des-estructura o des-aprendizaje para poder llegar a una creíble posición de espontaneidad y pulsión original. Valdría en este punto, sopesar si en el ‘happening’, por decir, se lograba por conocimiento mismo de aquello a lo que se reaccionaba, no vectorizaba las conductas ‘libres’ con cierta premeditación. Salta que de aquello que se trata en principio, es de transgredir un endilgamiento a fines, una teleología sustentada en fuerzas culturales poderosas, como son la tradición primero, la educación luego, y los formatos culturales que responden a una cadena de modelos declarados y civilizados dentro del mileau cultural en que se vive, destinados al control, al dominio. Es más, algo será bueno o malo en relación a un dispositivo de criterios orquestados para ser ejecutados por verdaderos profesionales de la forma o la percepción, quienes son los que dictaminan, legitiman y validan en última instancia, lo que corresponde, de acuerdo a toda a una trama de condiciones previas que bien podemos asumir como el ‘poder’. Una pregunta es si la creación contemporánea puede considerarse tal, sin asumir ese desactivamiento psico-físico que se parece a una liberación, por eso mismo política. Y no es una abjuración de la persona que se es, como luego el propio dispositivo les hacer creer a los díscolos, es un sacudirse la carcaza portadora de las cifras de los formateos decretados. Con este cuadro de lectura, puede colegirse que es más asequible lograr una buena ‘creación’ que un conjunto de procedimientos adecuados a promover la recaptura de un cuadro perceptivo original, libre, porque es más lo que se ejerce el catálogo de la buena obra, que lo que se sabe respecto a des-aprender, para des-artistizar lo que en el más prístino arte, funciona no obstante como agente consecuencial de condicionamiento.

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