La voz antigua

El paso del testigo

Hay muchas formas de caminar: de forma lenta, contemplando el mundo y respirando cada paso, con la calma y la necesidad de espacio para respirar que dan los años, o con la velocidad frenética de la pulsación de la adolescencia, bebiendo cada instante como si fuera el último con la intensidad que marca el ritmo del bit, o con esa plácida ingravidez que dan los primeros años de la infancia, en la que cada pequeño detalle es un gran viaje, por primero y por desconocido.

Hay muchas formas de caminar, también, en el paso del testigo, en el paso del testigo escénico, un testigo, que espectador o no, asiste al nacimiento, desarrollo o muerte de un hecho escénico que tiene lugar ante sus ojos. No es fácil ser testigo, no siempre, no testigo o espectador, por eso a veces el testigo gestiona con un cambio de mirada, rápida, el movimiento que no puede realizar con los pies sentado en la butaca, huyendo de lo que le acosa escénicamente, o por el contrario se funde con esa misma mirada entre esos otros ojos que le atrapan desde el escenario, o simplemente, rendido, cierra esas ventanas del alma que son los ojos, y se queda solo, en el espacio, con su piel, frente a la inmensidad.

¿Testigo o espectador?, ¿testigo o paseante?, ¿testigo ocular o escuchante o acaso narrador de hechos acontecidos?

La división entre testigo, en sus diferentes vertientes, y espectador, es una línea incierta que no sólo gestiona el tratamiento del testigo escénico como aquel espectador activo o ético, sino que consta de otros muchos niveles o capas del hecho de ser testigo o espectador. En estos momentos la concepción del testigo escénico como tal, dentro de su acepción dentro del espectador, se me escapa un poco por las costuras de las entretelas escénicas, estudios performativos y teorías de la memoria, pero dentro de ese «ser» testigo, o espectador, está contenida la transmisión del hecho, la vivencia, de primera o segunda mano de algo que pasó y que está pasando, la vivencia en el aquí y ahora del hecho escénico, hecho que está pasando entre el actor y el espectador-testigo, hecho, aquí y ahora de la vivencia que ocurrió o que está ocurriendo entre la realidad y el actor, o entre la realidad pasada y presente. El actor es un medio del paso de tiempo, el actor es un medio del paso de testigo en la carrera de relevos entre la historia y la memoria. El actor es el testigo, físico, de la memoria en la historia, que pasando de mano en mano, llega a la escena, final, recontando o reviviendo, lo que ha pasado, lo que está pasando, confrontándonos con su mirada para poder verlo, a través de sus ojos, antes de que desparezca en la vorágine de la información creciente.

A veces en la vida, en las carreras diarias que cada uno lidiamos en nuestros relativos campos y realidades, carreras de velocidad, de fondo o de maratón, olvidamos que correr no solo es un hecho individual sino que en ese andar corriendo la condición de grupo también tiene su cabida y que el testigo, pasando de mano en mano, es algo más que un símbolo deportivo o escénico.

Ese paso de testigo, en el teatro, es algo más que una analogía y se construye de manera física en el encuentro entre el actor y el espectador testigo.

En uno de esos testimoniales escénicos, me encontré el domingo pasado, un 17 de noviembre de un frío otoño/invierno polaco, con Daisuke Yoshimoto, un bailarín japonés de Butoh. Daisuke realizaba una acción escénica denominada, precisamente, Witness. En esta acción, Daisuke, vestido solo con su propia piel cubierta de blanco y una pequeña pieza de tela blanca, daba vida a las acciones rescatadas o extraídas de otra pieza, todavía por estrenar, llamada Armine, Sister, sobre el genocidio armenio, que se estrenará en el Instituto Grotowski a finales de noviembre. En esta acción escénica Daisuke exploraba la historia armenia a través de los ojos de los actores del Teatr Zar y de su propia mirada como creador investigando con su cuerpo la transmisión de la memoria.

Yo no he vivido el genocidio Armenio, y hasta ahora no había conocido a ningún descendiente de los que lo sufrieron, pero ahora, a través del teatro, tengo conocimiento de él y de sus gentes y me hace preguntarme muchas otras cosas, sobre ese y otros genocidios.

De de alguna manera el teatro, actúa en ocasiones de descubridor, de revelador o de desvelador de situaciones que de otra manera quedarían en el olvido por descuido o por omisión consciente, en ocasiones el teatro actúa quitando el velo a situaciones o sucesos ante los que la sociedad, por la razón que sea, no ha sabido dar salida.

El teatro como desvelador, el teatro como paso de testigo en la carrera de fondo de nuestra vida en la historia.

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