Críticas de espectáculos

‘El pisito’/Rafael Azcona/Juanjo Seoane/Pedro Olea

Que la muerte nos case

 

Obra: El pisito Autor: Rafael Azcona. Versión: Juanjo Seoane y Bernardo Sánchez. Produce: Juanjo Seoane. Intérpretes: José María Álvarez, Diego Pizarro, Pepe Viyuela, Teté Delgado, Jorge Merino, María Felices, Manuel Millán y Asunción Balaguer. Escenografía: Wolfang Burmann. Vestuario: Javier Artiñano. Iluminación: Juan Gómez Cornejo. Dirección: Pedro Olea. Teatro Principal de Zaragoza. 25 de febrero de 2011

‘El Pisito’, del genial Rafael Azcona, primero fue novela, después guión convertido por Marco Ferrari en un clásico de nuestro cine, luego nuevamente novela reescrita y depurada ya de la autocensura que hacía la historia más digerible para el franquismo de finales de los cincuenta, y ahora ha vuelto adaptada al teatro por Bernardo Sánchez y Juanjo Seoane, con sugerencias y supervisión que hiciera el propio Azcona.

‘El Pisito’ es la historia de Petrita y Rodolfo, una pareja que lleva quince años de noviazgo pero no puede casarse porque no tiene piso. El jefe del novio le sugiere que se case con su octogenaria casera y así, cuando se muera, podrá quedarse con el piso y llevar al altar a su Petrita. No se trata de hacer comparaciones, pero es casi inevitable la referencia de la película de Ferrari. Lejos de aquel neorrealismo angustioso del filme, esta versión teatral apuesta por la farsa, por la tragedia disfrazada de comedia, por una especie de comicidad absurda con aire de surrealismo de historieta que conecta muy bien con la sala. El resultado es una propuesta escénica muy acertada que obtuvo el beneplácito del público que respondió con una larga y sentida ovación tras la caída del telón y prorrumpía en aplausos al final de cada escena. La puesta en escena consigue dar al espectáculo coherencia con un estilo nítido y bien definido, que viste el discurso escénico con un tono mezcla de comedia clásica y dibujo de tebeo.

La destacable y finísima escenografía de cajones enormes, de líneas y muebles retorcidos, la iluminación, el espacio sonoro, el perfil de los personajes… Todo suma para construir una sólida ficción teatral. Únicamente el personaje de la hermana queda un poco fuera del dibujo esperpéntico y la caricatura agridulce. Hay además, en las primeras escenas, alguna transición que se antoja un poco larga y entorpece el buen ritmo general de la obra. En el terreno interpretativo, el elenco realiza un notable trabajo. Sin excesos, bien medido y ajustado al tono del espectáculo. Es justo destacar a Asunción Balaguer, magnífica en su maternal y pizpireta doña Martina.

Joaquín Melguizo
Publicado en Heraldo de Aragón 27 de febrero de 2011

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