Un cerebro compartido

El vestuario y el actor

En alguna columna previa, he hablado de la importancia de Francisco Varela, padre de la neurofenomenología, en el mundo de las artes escénicas. Fue quien introdujo el concepto de que la experiencia del mundo está guiada por la enacción. Como dice en The embodied mind, busca sortear la geografía lógica de interno/externo estudiando la cognición, pero no como una recuperación de un mundo externo al conocedor, ni como una proyección de sus procesos internos, sino como una acción corporeizada.

 

Este dualismo, dentro/fuera, que tanto material genera en las mentes filosóficas está muy presente en el mundo teatral, y el enfoque enactivo que lo funda se sintetiza en que la percepción es acción guiada perceptualmente y que las estructuras cognitivas emergen de los modelos sensoriales y motores recurrentes que permiten que la acción sea guiada perceptivamente. Y algo tan contingente como el vestuario tiene una importancia notable en esta manera de entender la cognición del que actúa y del que experimenta la actuación.

El punto de partida para comprender cómo el vestuario modifica la percepción de lo que experimenta el intérprete en escena, comienza en la recuperación de las propiedades preestablecidas de su uso en el mundo fuera de la escena y ver si en ella tiene el mismo uso: una falda en escena puede no ser lo mismo que en la calle. Si hacemos caso a Varela y sus colaboradores, el enfoque enactivo plantearía cómo el intérprete puede guiar sus acciones en situaciones escénicas y cómo estas acciones cambian constantemente sobre el escenario, siendo el punto de referencia para comprender la percepción, no el vestuario que el mundo preestablecido marcaría para el personaje que sería independiente del trabajo actoral, sino el modo en que su sistema nervioso entrelaza estructuras sensoriales y motrices al transitar la escena con el vestuario elegido para hacerlo. Este modo de corporeizar el personaje, no está preestablecido en ningún sitio y determina cómo puede actuar y ser modificado por los compañeros en escena. Merleau-Ponty, quien escribió Fenomenología de la Percepción, ya decía hace más de un siglo que el organismo inicia el medio ambiente y es modelado por él. Para nuestros intereses, habría que entender al intérprete y su vestuario como parte del entorno con el que trabaja, ligados en una realidad que solo existe en el momento en que se construye. Siendo así, una camisa puede ser un guante o un guante un sombrero y esto, sin duda, define y modifica al actor.

Shaun Gallagher, otro filósofo que trabaja la cognición encarnada, exploró en su How the Body Shapes the Mind las ideas de la imagen del cuerpo y del body schema (esquema corporal). Sostiene que la imagen corporal y el esquema corporal son dos conceptos distintos aunque en estudios psicológicos y fenomenológicos actuales sobre la experiencia corporal, se confunden. La imagen corporal es una imagen o representación consciente y diferenciada de su entorno. Podría ser la ropa de calle. Por el contrario, el esquema corporal es inconsciente, funciona de manera holística y no es algo excluido de su entorno. Podría ser la ropa que se lleva sobre el escenario.

El vestuario es tan importante para la construcción de un personaje como pueda serlo su manera de hablar o accionar. No solo para la experiencia del espectador, que tendrá que entender el código que se haya elegido para vestir a los intérpretes, sino para el propio actor, para la cognición subjetiva del personaje. Y como comenta Sarah McCarroll en The Historical Body Map, un rechazo al dualismo cartesiano cuerpo/mente como el del filósofo Gallagher, hace que la mente solo pueda estructurarse desde el punto de referencia de un cuerpo vivo. La mente está cosida al cuerpo y este al vestuario, por lo tanto, el vestuario también forma parte de la mente, esto es, la manera en la que el intérprete da vida al personaje.

Hay una relación esencial entre el vestuario y la cognición. El vestuario que se decide para un intérprete marca de manera directa el modo en que este piensa, se relaciona y se comporta. Solo hay que ver dos producciones en los que el concepto de vestuario es radicalmente distinto para ver cómo esto afecta al trabajo del actor. El diseño de vestuario es tan importante como pueda serlo el de luces o la técnica de trabajo actoral. Todo lo que se muestra al público debe estar construido con un propósito y se debe entender la importancia de esta construcción para la huella de memoria que dejará tanto en espectadores como en el propio intérprete.

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