Escritorios y escenarios

El XXIV Festival de Mujeres en Escena por la Paz

Veinticuatro años de vida, eso es lo que tiene el Festival de Mujeres en Escena por la Paz, que se celebró entre el 1 y el 23 de agosto del 2015, en Bogotá. En esta edición participaron 59 grupos. Pero ¿qué significa un festival de mujeres? Parece oportuno recordar que desde la perspectiva bajtiniana la fiesta o el carnaval funciona como una vía de escape ante las formas de poder que maniobran cotidianamente. Los actos festivos y carnavalescos fueron interpretados por el filólogo ruso como una válvula de aire cuyo objetivo principal era oxigenar a la comunidad, y en particular a los que estaban en el último eslabón de la cadena social. En los días de carnaval el rico y el pobre, la monja y la meretriz cambian sus roles para relacionarse con la gente del entorno en igualdad de condiciones y con absoluta libertad. Es la única ocasión en la que el plebeyo puede burlarse del rey sin que sea acusado de imprudente.

Así pues, no deja de parecer curioso que esta celebración, organizada por la Corporación Colombiana de Teatro, proponga a las mujeres como eje central. Y lo que llama la atención es, precisamente, el marco en el que se circunscribe, que como cualquier acto festivo es un paréntesis, una manera de alejarse temporalmente de los modelos dominantes para configurar un contexto de casi un mes en el que las propuestas teatrales basadas en la perspectiva y sensibilidad femenina inundan la ciudad.

Esta iniciativa parece indicarnos que la mirada femenina en el teatro, todavía, en pleno umbral del siglo XXI, es minoritaria. Por eso el día en que no se celebre un festival de mujeres podremos decir que la circulación de trabajos teatrales femeninos y masculinos esta en igualdad de condiciones.

No obstante, no se trata únicamente de un festival de mujeres, también es una celebración por la paz desde el teatro y este valor agregado supone otro matiz, uno que quizá resulte extraño para aquellas personas que no conocen la historia de Latinoamérica y en particular la de Colombia. Para una generación como la mía -y para las que me anteceden y preceden-, que ha crecido con el conflicto armado, la violencia y el narcotráfico como telones de fondo, reflexionar sobre la paz y desearla se vuelve una reacción natural.

En mi opinión la conjunción mujeres en escena que se pronuncian por la paz, demuestra la intención política y social que persigue este agasajo, propósito que se puede reafirmar observando la programación, pues hubo una actividad que destacó por lo extraordinaria: el Encuentro polifónico de mujeres por la paz, una instancia de reflexión que complementó el cronograma de actividades. Pero dado que aquí lo que nos interesa es el teatro, más bien referiré algunas de las obras que participaron en dicho certamen, y que bien podrían ser representativas de las tendencias dominantes dentro de esta muestra, recorramos rápidamente algunas de estas piezas.

Soma Mnemosine es una creación colectiva del Teatro La Candelaria dirigida por la colombiana Patricia Ariza. En el proceso de creación el grupo se dividió en tres equipos y a partir del mismo pretexto, la idea de cuerpo, cada uno propuso unos materiales dramáticos diferentes. El resultado son tres montajes variopintos; además de Soma Mnemosine, las otras piezas son Si el río hablara y Cuerpos gloriosos dirigidos por César Badillo y Rafael Giraldo, respectivamente.

Sin embargo, en la obra que participó en el Festival de Mujeres, la diosa Mnemosine es el hilo conductor, primero aparece en el patio exterior del teatro, se presenta, se exhibe, y da la bienvenida a los espectadores para, paulatinamente, introducirlos en una especie de recorrido por diferentes estaciones o espacios en los que se desarrollarán algunas acciones físicas o breves acontecimientos, que combinan la realidad y la ficción, la inmediatez y la mediación. La combinación o mezcla de lenguajes y recursos, son un rasgo para destacar en este encuentro de teatro.

Por otra parte, Camilo, creación colectiva también dirigida por Ariza, y que es la más reciente pieza del Teatro La Candelaria, muestra ciertos instantes de la inquietante vida de Camilo Torres, un personaje representativo en la historia reciente de Colombia. Así pues, vemos fragmentos de la vida de un hombre de la clase media nada común y algunos trozos del proceso existencial que vivió cuando decidió transformarse, primero en cura, luego en promotor social y académico, y después en guerrillero. Camilo es encarnado por todos o casi todos los actores del grupo, incluyendo a las mujeres. La pieza más que ser una reconstrucción histórica y fidedigna sobre el cómo ocurrieron los hechos, es una versión poética y fragmentada sobre la vida de un hombre que hoy es admirado por muchos.

Asimismo Tramaluna Teatro realizó un creación colectiva llamada Antígona tribunal de mujeres, dirigida por Carlos Satizábal, que, además de emplear los procedimientos propiamente dramáticos en los que un actor encarna a un personaje, también utiliza los procedimientos de un teatro testimonial, en el que la realidad supera a la ficción. En la obra participan féminas que no son actrices profesionales pero que han sido víctimas del conflicto armado; se trata de mujeres que fueron perseguidas y amenazadas por defender los derechos humanos, y de algunas de las madres de los desaparecidos en la población de Soacha, un municipio de Bogotá, describiendo la situación particular que vivieron y que también se conoce como los «falsos positivos». El coro de mujeres que protagoniza la obra expone ante un tribunal, que representan los espectadores, cada uno de sus casos, todos ellos ocurridos en la vida real. Para lo cual acuden a la audiencia con algunas de las pertenencias de esos desaparecidos, y, por supuesto la obra resulta extremadamente desgarradora.

Por su parte, la Compañía chilena Zapateando, presentó Mujeres del amanecer, un espectáculo configurado desde la técnica del clown acompañado de música en vivo, en el que tres mujeres de mediana edad, que tienen una cercana relación con la naturaleza, cuidan del retoño que se desprende de un árbol, hasta que de él, nace una niña llamada Uma. Tal acontecimiento les cambia la vida, porque desde entonces se dedican a educar a la niña en los misterios del mundo. La obra cuenta con la dirección de Marcela Paz Silva y Gloria Salgado, mientras que la dramaturgia fue realizada por la compañía.

Y ya para terminar, reseñaré la obra Justicia negada, un montaje de Telón de Arena y Teatro de Frontera, que habla del feminicidio en Ciudad Juárez, concretamente sobre el caso Campo Algodonero Vs México, que, durante el año 2009 fue expuesto ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La obra, que se puede clasificar dentro de los lineamientos del teatro documento, combina lo simbólico con lo real para dar a conocer unos hechos que atentan contra la vida de las mujeres, mientras exige justicia. La dramaturgia y dirección de esta pieza es de la mexicana Perla de La Rosa.

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