Entrevistas

Entrevista con Álex Ollé: Del callejero fango de La Fura dels Baus al Olimpo operístico

El director de La Fura dels Baus emprende un 2013 cargado de proyectos. Álex Ollé estrena el año en la Sidney Opera con la première mundial de su primer Verdi, ‘Un ballo in maschera’, donde se centra en el sentido político de la pieza. La primavera lo encontrará en Francia, para estrenar en la Opéra de Lyon el doble programa ‘Il prigioniero /Erwartung’, una propuesta de música dodecafónica con la que se adentra en la mente humana. En junio dirigirá otro Verdi, junto con Carlus Padrisa, ‘Aida’, para inaugurar el festival del centenario de la Arena di Verona. Algunos de sus montajes más celebrados, como ‘Le Grand Macabre’ o ‘Quartet’ siguen de gira internacional. De aquellos montajes callejeros fureros a los grandes coliseos operísticos de todo el planeta han pasado más de 30 años de intensa carrera artística teatral y operística, sin olvidar los macro espectáculos marca de la casa.

Viendo su agenda y con la que está cayendo usted es un privilegiado.

Sí y soy consciente. Pero bueno, es fruto de 33 años de trayectoria. Desde el principio salimos al extranjero, creamos un circuito y ahora nos va a favor. Hemos invertido, a veces viajando a muchos sitios sin apenas tener beneficios. Y ahora también lo estamos haciendo, por ejemplo en China.

¿La Fura se va a Oriente?

Bueno, ya hicimos Windows of the city con Carlus Padrissa, el espectáculo temático de la Exposición Universal en Shangay 2010. Mientras aquí apenas salió, nosotros estábamos alucinados al ser escogidos. Imagínate, nosotros, con los millones que son ellos. No podíamos ni creerlo, fue la ostia. Ahora otros compañeros de La Fura como Pere Tantinyà o Pep Gatell están allí invirtiendo y bueno, cubriendo costes pero siendo conscientes que es una apuesta de futuro.

Así que los políticos estuvieron contentos, porque aquí siempre se habla de internacionalización de la cultura catalana.

Pues no, no pasó nada. No sé hasta qué punto desde una visión de política cultural se hubiese podido aprovechar desde las instituciones y hacer lazos con China, no sé. Pero a los políticos no les interesó.

Quizás porque va bien hacer el discurso de la internacionalización para tapar que aquí no se apuesta por la cultura. Tu carrera y la de La Fura está fuera. ¿Cómo ves la situación aquí?

Sí, estamos totalmente fuera. La situación es lamentable, no solamente en cultura sino en general. Tenemos una clase política nefasta, sin ninguna visión de futuro, en este sentido lo veo mal. Lo que no sé es si hasta cierto punto puede pasar como durante el postfranquismo.

¿Por qué?

Cuando creamos La Fura dels Baus en 1979, en cierto modo había un desierto cultural, sí que existía evidentemente teatro político y reivindicación, pero nosotros fuimos como una botella de champán recién agitada, queríamos romper con lo que se hacía y explorar. Teníamos la voluntad de pervertir y de algún modo nos convertimos en revulsivo.

¿Puede pasar ahora lo mismo con otra gente?

Con la bajada de presupuestos y el IVA igual se genera un futuro próximo con gente que tire de la imaginación. Habrá artistas que trabajarán por su cuenta, como hicimos nosotros, juntándonos y formando una compañía independiente sin ningún apoyo. La gente si no le pagan un sueldo en la televisión, el teatro o la empresa tal pues tendrá que espabilarse.

Visto así suena incluso bien.

No, es por ver algo en positivo. A veces si hay acción se provoca la reacción. Deseo que pase, que se genere mucha creatividad. La lástima es que no vaya acompañado por parte de las instituciones que tienen que darse cuenta que no es cuestión de dinero.

¿No?

Pues claro. Fíjate en Barcelona. Solamente con que cedieran alguno de los espacios que tiene cerrados el ayuntamiento para ser autogestionados esto sería caldo de cultivo, se tiene que generar cantera. Lo que no puede ser es que haya compañías que cumplimos 30 años pero detrás hay quien no puede llegar a los dos o tres años. Hay que facilitar las cosas y esto no es dinero. Se ha hecho una política nefasta de cara al futuro, porque se ha invertido en piedra, en contenedores y no en ide-as, pero estos espacios tienen unos costes fijos que ahogan el hecho de poner dinero para crear. Ahora no se trata de dinero, se trata de voluntad, que no la tienen.

Le noto bastante crítico. Esta actitud es la que ha adoptado también en su primer Verdi porque en su propuesta lo de la historia de amor es muy secundario. ¿Cierto?

De Un ballo in maschera me ha interesado la parte política, porque he encontrado una pieza donde puedo tomar cierto compromiso, incluso darle actualidad. También por el posicionamiento vital de Verdi, que estaba comprometido con el Risorgimiento. En esta en concreto hace una crítica a las monarquías absolutistas, además que se la censuraron. Es una obra que muchas veces se centra solamente en la historia de amor. Yo no la descarto, porque en un momento hago que la pareja se quite la máscara lo que para mí también es darle un símbolo al amor.

Pero el resto de la pieza van enmascarados.

Claro, porque mi punto de partida es un futuro próximo. Parto de la situación actual para hacer un poco lo que planteó Orwell en 1984, pensando, de seguir así ¿dónde llegaremos? Genero un espacio típico de arquitectura fascista o comunista, de cemento, como un gran bunker.

Por tanto miras la actualidad de manera crítica.

Más que crítica es un poco género fantástico, como en 1984. La intención es plantear que si las cosas políticamente siguen como están pueden volver una serie de dictaduras o regímenes populistas, bueno solo hace falta ver Rusia o Egipto, camufladas bajo un sistema aparentemente democrático. De aquí la máscara como símbolo de alienación durante toda la obra, todos se tapan porque nadie enseña la verdad.

¿Crees que la ópera es un buen canal para lanzar este mensaje teniendo en cuenta que siempre se ha considerado un género burgués?

Seguramente esto se podría hacer más bien con un buen texto, en teatro. Yo juego de alguna manera, no a generar una dramaturgia paralela, pero en todo caso a darle una profundidad al tema, para que puedas leer entre líneas, porque la historia en sí no me atrae lo suficiente porque está muy basada en la historia de amor.

¿Y en Australia esta visión no les caerá tan lejos como Sidney a nosotros?

No me planteo nunca dónde estreno. No me condiciona nada, parto de mis inquietudes personales hacia la pieza y su música y me dejo llevar absolutamente. Aunque soy consciente que el público de Sidney, por las dos veces que he estado, está acostumbrado a propuestas más clásicas o conservadoras estéticamente hablando. No sé cómo irá pero no me preocupa lo más mínimo.

Eres el primer director catalán que estrena en Australia.

Es fruto de haber estado hace tres años con ‘Le Gran Macabre’ en el 50º Festival de Adelaida. El director es un amante de Ligeti, oyó hablar de la pieza y quiso abrir el festival con nosotros. Allí conocí al director artístico de Opera Australia, organismo privado con apoyo público que gestiona toda la ópera, no únicamente la de Sidney.

Entonces la cosa es, vas de gira, funciona y después te encargan una producción.

Más o menos, bueno también me ha pasado en Lyon, Bruselas y Milán. Si lo que haces tiene éxito después el director del lugar quiere volver a trabajar contigo. Sobre todo a partir de El Gran Macabre, es decir, del 2009, porque hasta entonces siempre he trabajado con Carlus, desde la ceremonia de los Juegos, hemos hecho carrera profesional conjunta tanto en teatro con ‘XXX’ en la película ‘Fausto 5.0’ y en ópera.

Digamos que vuestra bendición operística es Salzburgo estrenando ‘La damnation de Faust’.

Bueno, hubo un gran éxito de crítica y público, esto se debe a la invitación al festival de Gerard Mortier quien, por casualidad, vio nuestra primera ópera ‘L’Atlàntida’ y aunque la obra musical en sí no le entusiasmó demasiado sí le interesó la dirección de Carlus y mía, porque más que una ópera es una cantata escénica y es muy difícil de hacer. Mortier nos dijo que le había sorprendido mucho nuestro trabajo y que veía un gran potencial en nosotros y nos invitó a Salzburgo.

Y la Fura que empezó en la calle salta a los coliseos operísticos.

Creo que la propia estética y el universo visual de La Fura dels Baus encaja muy bien en la ópera. Por ejemplo la utilización del público moviéndose en nuestras obras fureras lo hemos trasladado al coro en la ópera. En las Olimpiadas adquirimos experiencia moviendo a 3.500 personas. Se nos da bien el movimiento de masas y en ópera hay grandes coros y tienes que saber moverlos. Teníamos desde el inicio la experiencia directa con el público y el máster de las Olimpiadas. Respecto a la música en nuestros espectáculos fureros no había texto, pero sí una dramaturgia musical, un ritmo, y en ópera nos resultó fácil dejarnos llevar por la música, ser conscientes que los momentos musicales eran buenos para hacer grandes movimientos y las arias tratarlas más delicadamente, por ejemplo.

¿Como director de actores es muy complicado dirigir una estrella operística?

Cada vez están más acostumbrados. Sí que alguna vez me he encontrado con un poco de divismo en alguien pero depende mucho de cómo le tratas tú, si tienes claro qué quieres, cómo transmitírselo y motivarle. Muchas veces el problema es que a estos cantantes se les han dado pocas pautas o se les ha tenido demasiado respeto y han hecho lo que ellos han querido. Como nosotros veníamos del teatro no teníamos este excesivo respeto, no éramos conscientes, igual que cuando Mortier nos invitó a Salzburgo no sabíamos quién era ni que había un festival de ópera. El nos vino a saludar al final y estábamos ocupados. Le dijimos es mal momento pero vale, si quieres quedamos en tal bar después. Imagínate. Lo que hemos aportado es frescura, espontaneidad y en el trato con los cantantes esto nos ha ido bien, no tenerles miedo les descolocaba de algún modo.

¿Y con el coro también? Porque es más rígido.

También, pero es más complicado trabajar que con los solistas. El coro es la parte negativa de la palabra sindicalista y unos pocos dañan al resto, porque hay gente que lleva muchos años, está quemada, no quiere hacer nada, no le interesa nada. Aquí el trabajo de motivación es doble, pero también, no sé cómo, hacemos cosas que otros directores no consiguen yo creo que justamente por esta ingenuidad. Ahora qué nos pasa, tenemos un nombre y una fama y cuando llegamos a un sitio tienen ganas de trabajar con nosotros.

Por tanto tu carrera continuará en la ópera.

Estoy cómodo y cada vez me gusta y entiendo más. Es un medio que desconocía por completo cuando empezamos y aún me cuesta, no me resulta fácil. Como en todo cuando lo conoces lo amas y la ópera enseguida la quieres porque un poco reúne lo que nosotros buscábamos con La Fura, un espectáculo total de sensaciones. Y después de años nos enteramos que este concepto ya lo había inventado el señor Wagner. Cuando en la ópera todo confluye en una misma dirección y consigue esta fusión de todas las disciplinas es brutal, realmente emocionante, lo que pasa es que es difícil.

Este año no paras de estrenar y en marzo estarás en Lyon. ¿Cómo va con el sistema dodecafónico?

A mí la música contemporánea me cuesta mucho más de entrada, supongo porque no tengo el oído acostumbrado. Pero hice una inmersión total en Ligeti con Le Grand Macabre y me encantó.

En el Ballo apuestas por una visión social, colectiva pero en Il prigioniero / Erwartung te centras en el individuo.

Trato de la exploración de la mente.

Esto es muy ambicioso.

Sí es muy complicado. En Erwartung de Schoenberg es más fácil porque está muy claro que es el mundo mental de una mujer que va pasando por muchos estados, tiene tintes de psicoanálisis. Además hemos generado un espacio que ayuda mucho, es un círculo móvil en el que no hay principio ni fin, facilita explicar la búsqueda de su amante y lo que a ella le pasa. Está en medio de dos proyecciones, ella queda en medio de las imágenes y genera un espacio mental.

¿Y ‘Il prigioniero de Dallapicola’?

Es el más difícil. Hacía años que no me encontraba algo igual. Es un gran reto porque tiene una dramaturgia muy concreta, habla de Flandes, de los mendigos, de la Inquisición. Siempre se ha representado de manera muy clásica, él en la cárcel atado, con el sacerdote, el carcelero. Yo quiero salirme de esto, huir y llevarlo al mundo mental, como en ‘Erwartung’ evitando la interactuación con los personajes que aparecen.

¿Qué aportas aquí?

Mi objetivo es llevarlo al espacio mental y ver un individuo no torturado por la Inquisición sino por él mismo y el carcelero puede emular la figura del padre, el poder o simplemente el miedo al exterior, a la sociedad.

Un programa doble ya lo habías hecho antes con ‘Diario de un desconocido’ / ‘El castillo de Barbazul’,

Fue una muy buena experiencia. Lo que pasa es que allí abordamos las piezas hablan-do en las dos de una relación de pareja pero temáticamente no las quisimos llevar al mismo nivel. Y ahora sí y esta es la dificultad con la que me encuentro porque no siempre en los procesos creativos lo que has trabajado en la mesa después, cuando estás en escena, sale. Y claro aparece la crisis creativa.

En este trabajo tan colectivo igual es una crisis más llevadera. Tú normalmente trabajas con el mismo grupo.

En las piezas que dirijo solo en escenografía siempre trabajo con Alfons Flores, que es verdaderamente un escenógrafo, lo ha vivido desde pequeño, es oficio puro. Con Carlus trabajamos con Roland Olbeter que es más artista, más de inventar maquinaria. Yo estoy acostumbrado a trabajar en equipo con la Fura y buena parte de nuestro éxito son los colaboradores. Lo mismo con Lluc Castells para vestuario. Yo doy el punto de partida, a veces son ideas o conceptos o una imagen y enseguida nos ponemos a trabajar juntos. Hay otros directores que prefieren darlo todo hecho, yo no. No entiendo la creación sin fricción, me gusta proponer algo y que me lo debatan porque me lleva a hacer un trabajo de reafirmarme en mi idea o no, reconocer que es errónea.

Este año trabajas Verdi por primera vez con el ‘Ballo..’ pero también con ‘Aida’.

Uno de los atractivos de ‘Aida’, que es la ópera que más se representa aunque no lo entiendo porque no me parece lo mejor de Verdi musicalmente y como dramaturgia me resulta menor pero es así, es que en el momento de su creación existe aquella fascinación por lo exótico, por Egipto y también por el progreso, las grandes construcciones, el canal de Suez. Por ello siempre se ha hecho de manera muy fastuosa y espectacular y esto le ha dado un halo superior a la pieza que en realidad no tiene.

¿Cual es entonces vuestra apuesta como Fura?

Apostamos por la espectacularidad, como en los macro espectáculos de calle, puedes dar contenido pero no dramaturgia compleja, porque entonces no funciona y además porque no es lo que quiere ver el público.

La dirección es con Padrissa e inauguráis el centenario de la Arena di Verona.

Sí. Piensa que antes en Verona Aida se hacía con elefantes, camellos y otros animales en escena, nosotros lo haremos con animales mecanizados diseñados por Roland, sumándonos a esto. Dado que estamos en la Arena con un aforo entre 15 y 20 mil espectadores queremos que la gente lo pase bien.

Suena más a uno de vuestros macro espectáculos.

Como en las Olimpiadas queremos hacer un gran espectáculo. Generamos una escenografía de grandes proporciones, un desierto de dos mil metros cuadrados. Partimos del hecho que todas las representaciones que se hacen en la Arena están limitadas y condicionadas porque no es un teatro, el reto para nosotros es transformar el espacio. Cuando entra el público no hay nada, dos grúas en medio solamente y a partir de unos hinchables a medida que avanza la obra creamos un desierto. Después de la marcha triunfal cuando el ejército llega victorioso con el tesoro, este son unas piezas plateadas con las que se construirá una central energética solar en directo, con el riesgo que conlleva. Después tiene un juego escénico que la central se convierte en tumba para los dos amantes y también llenaremos el espacio con agua para recrear el Nilo.

Parece imposible llevarlo de gira ¿pero alguno de los otros montajes vendrá a Madrid o Barcelona?

Lamentablemente por ahora no y esto en ópera son años porque ya sabes que se programa con mucha antelación.

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