La voz antigua

Eres tu cuerpo

Hace unos días, en los inicios de una primavera polaca (que bien podría llamarse invierno en otras latitudes), compartí trabajo y espacio con los cuerpos adolescentes de estudiantes de primer año de teatro de Polonia y Noruega. Compartí espacio con cuerpos de chicos adolescentes rebosantes de energía y con las risas nerviosas de chicas no menos fuertes que trataban de disfrazar su fuerza de dulzura. Este era un encuentro de cuerpos dentro de un programa de investigación en torno a la fisicalidad del actor, denominado BodyConstitution; un programa de investigación organizado por el Instituto Grotowski y financiado por diferentes instituciones, polacas y europeas que se inició a principios de 2014 y que tendrá continuidad hasta el 2016 donde dará sus resultados prácticos en forma de muestras de trabajo y de encuentros y seminarios.

Dentro de este marco, confluyeron las prácticas del Aikido japonés, de la Capoeira brasileña, del Kalaripayattu indio que trataban de transportar a los cuerpos europeos los movimientos y técnicas creados y desarrollados para otros cuerpos y en otros países.

«Eres tu cuerpo» «Tienes cuerpo» «El cuerpo como instrumento de trabajo» «Higiene corporal» eran términos que surgían en las diferentes conferencias teóricas realizadas en torno a los eventos prácticos realizados…Y fue entonces cuando dentro de mi cabeza empezó un run run…, un run run sobre la forma en que enfocamos la relación con nuestro cuerpo; un run run no era nuevo sino antiguo pero nunca articulado; el run run de la objetivación del cuerpo. Y mientras el run run interno se empezaba a tomar forma vinieron a mi cabeza las palabra de Eve Ensler en una TED Talk en la que hablaba de su cuerpo y de su relación de con él, y de la extrema disociación a la que sometemos a nuestros cuerpos en la sociedad actual en aras de la tecnología y de la vida moderna, y de cómo la disociación de nuestros cuerpos marca nuestra disociación total con la tierra y en definitiva con la vida, y de cómo conducimos nuestros cuerpos como si fueran coches de carrera con nuestro cerebro a los mandos.

Y así indefinidamente y de forma obsesiva la objetivación del cuerpo y sus consecuencias empezaron a ocupar cada vez más espacio en mi cabeza y en mi cuerpo, porque en definitiva son uno, y pienso con mi cuerpo porque soy cuerpo además de tener un cuerpo. Y leo, sobre el cuerpo y sobre su objetivación política y sobre su productividad, su rentabilidad y su exclusión, y sigo leyendo e intento entender a Foucault y a Young y a Merleau-Ponty y me pierdo y navego entre las brumas de la objetivación y la subjetivación. Y me doy cuenta de que la vida es una sucesión de momentos discontinuos encaminados hacia un futuro perfecto que nunca ha de llegar. Y que la vida es el miedo a la escritura sin la ventana al mundo que compruebe la veracidad de tus deseos inmediatos. Te veo luego existes, estás en internet luego eres momento presente, y no te huelo porque el cuerpo moderno no huele y si hueles (a persona) te conviertes en un animal prehistórico sacado de las cavernas del tiempo. El olor no desodorado te animaliza y te deshumaniza; te hace bestia, primitiva feromona sexual. Si hueles mi cerebro recurre a su córtex primitivo imposibilitando la generación de pensamientos elaborados y complejos que estén a la altura del poder de computación de mi cerebro privilegiado; así que no te huelo y rechazo tu cuerpo animal para adorar a tu cuerpo subjetivo.

Y salto porque tengo que saltar y tú solo eres el reflejo de mi sombra, que me sigue a donde vaya porque ella, mi cuerpo y yo somos todo uno.

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