Y no es coña

Espacios y públicos

La semana anterior tuve la suerte de estar en Alicante y en Zaragoza, en sendas muestras, en la primera, con los autores españoles contemporáneos como marco programático, y en la segunda con las artes escénicas de producción aragonesa como condición. En Alicante con encuentros y reencuentros de esos que confirman la existencia de una historia y un futuro más allá de las contingencias comunes, y en Zaragoza, con la constatación de una voluntad inalienable de muchos artistas y compañías en seguir aportando sus obras al mundo. Perdonen este resumen tan escueto y hippy de lo vivido, pero yo quiero hablar de algo del mañana partiendo de hoy.

Y como uno tiene la gran suerte de recorrer muchos lugares, lo que me está llamando poderosamente la atención es la cantidad de espacios para las prácticas escénicas existentes y que no cuentan de manera muy clara n las trapisondas de las redes. Los espacios de nueva planta, los remodelados y los históricos. Desde las universidades con sus paraninfos majestuosos a las salas recién abiertas, oliendo todavía a pintura, pasando por los Teatros Principales de varias ciudades, o las salas de gestión privada o cogestionadas que van sustituyendo en ocasiones las dejaciones institucionales o la gran red existente en muchas de las capitales del Estado español de centros cívicos barriales, algunos óptimos y otros con deficiencias estructurales y conceptúales para las prácticas de las artes escénicas.

He conocido estos lugares gracias a que allí se han programado actuaciones de algunas de las dos muestras antes citadas, pero lo hago extensivo a lo que se puede vivir en otros lugares, por lo que deberíamos hacer un auténtico censo de estos espacios, porque probablemente nos daríamos cuenta de la existencia de suficientes lugares como para atender de manera suficiente a las poblaciones de cada lugar. Es una importante inversión ya realizada. Debemos aprovechar esta circunstancia y empezar a dotar a estos espacios de vida interna, de entidad, y de actividad constante. Este sería un buen plan, una manera racional de ayudar a las artes escénicas, desde la base, para acercarse a potenciales públicos latentes, alimentando vocaciones y partiendo en este asunto desde el otro lado, desde la ciudadanía a la que se le oferta una actividad cultural que puede devenir, o no, en una actividad mercantil, pero que en cualquier caso ya se justifica por sí misma.

Es obvio que en los diez o veinte años anteriores, en el tsunami inmobiliario, se construyeron edificios por todos los lugares dedicados a las artes escénicas. Se hizo sin ninguna planificación, de manera casual, oportunista, con sospechas de toda índole debido a quién sufragaba los gastos de construcción y otros asuntos que no vienen ahora al caso. Pero debemos saber aprovechar esta circunstancia, partir de lo existente, para darles sentido, el que se pueda. Y, sobre todo, advertir que aunque está claro que a nadie se le puede negar que abra una sala, que sea privada, alternativa o puramente comercial, que se atienda a la situación general, que se busque la oportunidad dentro del contexto, porque tampoco es bueno que se abran salas inviables, sin estudios previos.

Los públicos se deben crear desde la cercanía, desde la integración, de manera capilar. Cursos, talleres, charlas, debates, iniciación en las escuelas, de los niños, de los adultos, de los jubilados. Lo hemos escrito miles de veces, crear un movimiento desde los cimientos, hacer del teatro algo común, cuidar de la programación con dedicación, profesionalidad y planes pedagógicos, culturales, no solamente clientelares, y además de reclamar incremento presupuestario local, regional, estatal, estos presupuestos se deben dedicar al futuro, cambiando los paradigmas programáticos y de funcionamiento, no repitiendo los errores y los compincheos que rozan la corrupción actual. Lo urgente no soluciona el futuro, acaso rinde cuentas del pasado.

Lo único claro es que no se puede seguir haciendo lo mismo, escuchar las mismas mentiras acientíficas, aculturales de la oligarquía teatral española, la más cutre de Europa. Las grandes capitales, los grandes teatros, los festivales de escaparate tienen un régimen que secuestran cantidades presupuestarias no justificadas, por lo que sería recomendable, mientras revisamos esta injusticia, sacar lo auténticamente ciudadano, popular y democrático de esas garras. Confiemos en la cercanía, en lo posible cargado de futuro. Trabajemos gestores , productores, artistas, pedagogos, investigadores, prensa especializada en un proyecto común para establecer en los espacios ya existentes, una relación con los públicos posibles que abran nuevas posibilidades en terrenos no explorados todavía.

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