Zona de mutación

Estado de meditación actoral

Como director aparece el planteo de cuándo es mejor cocinar una escena, cuándo conviene acrisolarla como forma e imagen. Todo tipo de concupiscencias y tentaciones, son capaces de privar al director del más mínimo atisbo de rigor. O bien se apura o también, se atrasa. Y por una cosa u otra, deja pasar el mejor tiempo para que dicha forma fragüe.

La agudeza del director para captar el estado mental del actor, del que es responsable como catalizador y guía, le indicará en qué estadio de compenetración y concentración se encuentra éste, como para confiar que tal precipitado o tal otro, son los más convenientes tomar. Esto es importante porque importa saber con qué nivel de la experiencia del actor se queda el director.

El cerebro humano funciona de manera que no especifica con precisión, en qué lugar del cerebro se almacena la información. El sistema de interconexiones neuronales cambia como efecto de tal o cual experiencia y es imprescindible que ambos, director-actor, estén contestes sobre ese orden de probabilidades. Es en este punto en donde se puede hablar de la experiencia actoral como un ariete productor de pensamiento. Esa profundización que se realiza para lograr configurar una experiencia, es lo que convierte a la meditación actoral en un agente articulador y auto-organizador. El actor puede ser más genuinamente resolutivo cuando puede llegar a es inteligencia más profunda, cual es, la del bebé, que en un relativo corto tiempo, es capaz de aunar multitud de estímulos diversos para transformarlos en un aprendizaje o prácticas organizadas.

A la edad que un actor crea, está, por decirlo así, en una biología estable. Sólo le queda operar con ella a través de estrategias creativas sujetas a resultados. Al respecto, Francisco Varela dice: «Si dos neuronas tienden a activarse juntas, la conexión entre ambas se fortalece; de lo contrario disminuye». Siempre se trata de ver el grado de desafío y tarea que se le plantea al sistema. Una dinámica de training y ensayos, permite que distintos modelos o partituras, operen como estímulos re-organizativos permanentes a nivel cerebral. Toda renovación del andamije propuesto, mueve la cadena global, y propende a una activación, a una re-energización. Esto implica que el grado de renovación que se introduce responde a una dosis, de otra manera, si la demanda se sobrepasa, se satura la capacidad de absorción y se atora el sistema. Lo mismo ocurre cuando se trata de recomponer aquello que no funciona, que se pretende restaurar o cambiar de un modelo. El cerebro y luego todo el aparato psicofísico, tiene franjas de capacidad para absorber cambios.

Pero es desde estos movimientos que el sistema permanece activado. La capacidad de repetir, necesita un porcentaje de renovación parcial, que equivale en su dinámica a la que tiene el pensamiento mismo cuando se renueva.

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