Velaí! Voici!

Estilo… de vida. Mugica

Después del empacho de compras de Papa Nöel y Reyes, las cenas de empresa, las rebajas… viene la cuesta de enero y habrá que buscar algún asidero que nos ayude a subirla.

Año nuevo, vida nueva.

Promesas de cambio y vuelta a la rutina.

En el artículo de la semana pasada, titulado «Estilo… de vida. Sálvame», acudí al budismo después de pasearme por los espejismos en los que proyectamos nuestro bienestar. Ese «lifestyle» (estilo de vida) que, convertido en «hashtag», publicamos en Instagram o imitamos de algunas series de ficción televisiva y otros programas de entretenimiento al servicio de la cadena (catas)trófica del consumo.

También me choqué con el barómetro del mes de diciembre del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) en el que se afirma que casi la mitad de las/os españolas/es no compró ningún libro en el 2014 y que el 70,2 % de la población tampoco fue en todo el año a una biblioteca.

Hoy, para contrastar mi idea de estilo de vida, voy a recurrir a las palabras de un hombre admirable, José Mugica, presidente de Uruguay.

Vive en una humilde casa de campo desde hace 28 años, sin criadas ni criados, con lo justo. En sus años como presidente ha conseguido reducir los índices de desempleo y extrema pobreza en su país.

En una entrevista concedida al periodista Jordi Évole comenta: «La mayor parte de la gente no vive como viven los presidentes. Los presidentes entran a vivir como vive la minoría. Y las repúblicas vinieron para suscribir un concepto: nadie es más que nadie, como una respuesta al feudalismo y a las monarquías absolutas. Aquellos con los bucles empolvados y la alfombra roja y los vasallos que tocaban (hace el gesto de tocar un instrumento de viento) cuando el señor salía de cacería… todo eso. Y se supone que la democracia intenta ser el gobierno de la mayoría. Yo estoy viviendo como vive la mayoría de la gente en mi país. ¡La mayoría!. Hay una minoría que vive mucho más ostentosamente. Y a los presidentes los tratan de meter en un sistema como vive la minoría poderosa. Y es bueno vivir como se piensa. Que de lo contrario pensarás como vives.»

Évole le expone que en España «nos han dicho que la crisis es por culpa de que hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades. No sé si usted está viviendo por debajo de las suyas.»

Mugica responde: «Yo viví así antes de ser del gobierno. Sigo viviendo igual. […] Pero, ¡ojo!, mire que no es ningún sacrificio por mi parte. No es que yo sea un cartujo. No, no, no… Del punto de vista de la filosofía de la vida, pienso que es mejor vivir liviano de equipaje, con poco, con lo justo… y con poca complicación desde el punto de vista de lo material porque si tienes mucha complicación tienes que gastar mucho tiempo en esas cosas y no te queda tiempo para las cosas que a ti te motivan. Es decir, la sobriedad (no quiero volver a usar nunca más la palabra ‘austeridad’ porque la prostituyeron en Europa… para dejar a la gente sin trabajo y todo eso…). No, no… ¡Sobriedad! Vivir con lo justo.

Ante la cuestión de la seguridad que le plantea Jordi Évole, después de ver que en el acceso a su pequeña casa solo hay una garita con un policía, Mugica afirma que es más que suficiente.

Évole le manifiesta que estamos habituados a ver a los presidentes rodeados de escolta y de gente, vayan a donde vayan, y le pregunta si el poder no le ha cambiado en eso. Mugica dice que no, que toda esa gente viene a ser una barrera que separa a los políticos de las personas de a pie. «Yo voy a los boliches. Como en cualquier boliche. Entro, saludo a la gente y como lo que come la gente común y después me voy… Porque el distanciamiento de los gobiernos del modo de vivir corriente de la gente termina colocándolos a una distancia que la gente termina despreciándolos y despreciando la política. ¡Y si despreciamos la política marchamos al espiero, sonamos, fracasamos! (el «espiero» es una parrilla que te cocina dando vueltas).

Yo he ido a Alemania, la declararon visita oficial y me pusieron un mercedes benz de aquí a allá, que cada puerta pesaba como tres mil quilos, todo blindado, veinticinco motos delante y veinticinco motos detrás… y yo me reía de todo eso, pero son las decisiones de Alemania, yo las obedezco y las respeto mucho.

Yo también tengo mis errores. Yo tengo una casa presidencial donde tendría que vivir el presidente en la que hay cuarenta y dos funcionarios inútiles, porque el presidente no vive allí y hay que pagarles los cuarenta y dos sueldos. Y esos cuarenta y dos sueldos me darían para mantener un liceo tranquilamente.»

Entonces Évole le retruca: «¿Y por qué no lo cambia?. A lo que Mugica responde: «Porque si yo digo de vender la casa presidencial me matan en este país. ¡Tú qué crees, que un presidente es un rey! ¡No puedo cambiarlo! Hay derechos adquiridos… Ufff… Los sindicatos, los escribanos, los sellos, los abogados… en fin… Generamos un montón de instituciones garantistas, que creo que están bien porque tratan de prevenir la veleidad y los abusos en los cuales podemos incurrir los gobernantes. Pero después esas cosas también nos crean estas contradicciones.»

Ante la pregunta de si no se siente un poco molesto con todas las televisiones y medios de comunicación que acuden a su casa para observar cómo vive, como si se tratase de un espécimen exótico, el presidente concluye: «Si, yo soy medio exótico en el mundo en el que vivo, porque yo iba en moto al parlamento, fui el primero que no usaba corbata… Ahora casi todos están dejando la corbata. No me lo van a reconocer pero…» Jordi Évole: «¿Ha marcado estilo?». Mugica: «Si. (Ríe)». Évole: «¿Qué significa para usted la corbata?». Mugica: «¡Es un trapo inútil! Para complicarse la vida con eso en el pescuezo… (Ríe) Coquetería masculina… No sé… No sé qué sentido tiene la corbata…»

¡Pues eso, aflojemos el nudo y pongámonos cómodos antes de comenzar con la buena voluntad de las promesas de año nuevo!

Quizás, habrá que revisar o repensar el estilo… de vida.

Afonso Becerra de Becerreá.

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