Negro & negro

Esto se va acabando

Escuchamos la previsión meteorológica casi esperando que nos digan que viene una borrasca, que habrá precipitaciones durante los próximos días, que tendremos que sacar el paraguas a la calle. Es una sensación. Acaso porque soy del Norte y la lluvia es algo normal, imprescindible en nuestra cotidianidad, en el día a día. Acaso, sentimos que a este verano le queda un cuarto de hora, que todo lo que había que hacer ya se ha hecho y que si no es así…pues ya poco remedio queda. Acaso es que los gestores vivimos un tanto adelantados pensando en las programaciones a seis meses vista, por ejemplo. Si fuera a un año, por lo menos, seguiríamos en verano, ¿no?.

En fin, en Donostia queda pasar la brecha del Festival Internacional de Cine. Momento que suelo aprovechar, si puedo, para escaparme a ver teatro y huir desesperadamente del último baño de masas cinéfilas, en esta ocasión, que invadirán la ciudad. En el camino, recuerdos, imágenes, sensaciones, sonrisas invaden mi cabeza. Producidas por las personas, artistas, amigos, espectáculos y momentos vividos a lo largo de este verano de 2014.

Me siguen impactando las verdes y majestuosas montañas del eje cafetero colombiano, en mi subconsciente, una Euskal Herria a lo «bestia», todo de un tamaño descomunal e impactante. Las noches en el Teatro Romano son oníricas, mágicas… Mérida te transporta a la época de Espartaco, y te embriaga de un ardor guerrero anti-sistema imparable. Recuerdo también con envidia las calles empapeladas con carteles de teatro y de circo de Chalon sur saône. Digo con envidia, y por supuesto que sana, pensando en esa pulcritud extrema que nos está llevando en nuestras ciudades a impedir que suceda nada fuera de lo ordinario, es decir nada. Nada se toca, nada se mueva, nada se trasgrede… Ciudades como Chalon sur saône, que viven el hecho artístico, con intensidad y orgullo, acogen con gusto la locura y el desenfreno, por lo menos, durante unos días. Y guardo también con intensidad una noche madrileña en la que pude compartir unas cañas con Lope, con Carlos Rodriguez, con Paco y Mayte, con Marta Guitiérrez, con La Puríssima…Sí, con dos eses, con ella, con la auténtica. No con la otra.

Me quedan flashes y fogonazos en mi retina de espectáculos que de una u otra manera han llegado a conmoverme. Thomas Chaussebourg bailando con su «bestia negra», un caballo azabache espectacular. O la danza acrobática de Vicent Warin en su bicicleta que la eleva a la categoría de Arte. O los fuegos «sonoros» en Danbor talka de los Deabru beltzak y Commandos Percu. Adoro los trabajos de Goyo Jiménez y de Asier Etxeandia. Mantengo aún en mi retina las evoluciones tan bellas y de tanta dificultad en los espectáculos de circo BAST y The Hotel. Sorprendente el atrevimiento de Matías Umpiérrez en Distancia o el de Insectotropics en Caperutxeta galáctica. Cada uno en su estilo buscando caminos multimedia en las artes escénicas. Y me vuelvo a zambullir en ese teatro latinoamericano que tanta verdad atesora, que tanta carne tiene, que tanto compromiso aporta a esta profesión tan injustamente tratada, tan vapuleada: La Maldita Vanidad (Colombia), Complot Teatro (Uruguay), Línea de Sombra (México)… Al Teatro Galpón le homenajearon en el marco del Festival de Manizales. Después de 65 años peleando en Montevideo, parece que se lo merecen. ¡Felicidades!. Todos estas vivencias han hecho de este verano, un gran verano. ¡Ah! Y Sua, la perra de mi hija.

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