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Estreno de la última creación de Elena Córdoba en el Teatro Pradillo

Del 9 al 19 de octubre la coreógrafa y bailarina Elena Córdoba presenta en el Teatro Pradillo de Madrid su última creación ‘Soy una obtinada célula del corazón y no dejaré de contraerme hasta que me muera’. Córdoba, una de las artistas residentes del espacio madrileño, estrena esta nueva propuesta escénica que forma parte del ciclo Anatomía Poética, iniciado en el año 2008; un proyecto de creación y estudio sobre el interior del cuerpo, la historia de la anatomía y sus posibles desarrollos poéticos y coreográficos.

 

El tejido de Soy una obstinada célula del corazón y no dejaré de contraerme hasta que me muera se ha ido construyendo a través del diálogo de Elena Córdoba con Cristóbal Pera, Oscar Dasí, Jaime Conde-Salazar y Carlos Marquerie.

«Después de Atlas, el gigante y la vértebra, y siguiendo con su prolongada investigación artística Anatomía Poética, Elena Córdoba se ha lanzado de nuevo a una tarea titánica. Se ha colocado delante del cadáver, uno de los tabúes más incómodo y silenciado en nuestra cultura occidental, para observarlo y aprender de él, para conocer al detalle todo lo que le acontece al cuerpo después del último latido, cuando la sangre se detiene y empieza a ser el recipiente de otra vida, de otro movimiento incesante e implacable.

Pero también, y quizás más relevante, por imposible, por misterioso e inviable, se ha propuesto dialogar con el cuerpo inerte, ha empezado a hablarle, a lanzarle preguntas, a atender y esperar las posibles respuestas, los signos que puedan llegar de ese otro lado infranqueable. Sin misticismos. Como una científica del espacio sensible que pueda permitir relacionarnos con la detención de la vida, se ha empeñado en entablar un diálogo con esa nada llena de tantas cosas que intentamos evitar siempre y en la que se basa el negocio aséptico de la muerte en nuestra sociedad avanzada.

Un empeño que, lejos de implicar un gusto por lo morboso del tema y sus inevitables connotaciones fúnebres, le impulsa a la acción, a seguir buscando la belleza y desvelar una posible poética, como ha hecho siempre en este ciclo anatómico, sin necesidad de parapetarse en metafísica alguna, mirando al cuerpo como materia, sangre, músculos y huesos, basculando sin problemas entre lo forense y lo sublime, entre la aprensión y la maravilla. Esta búsqueda le lleva a oponer su capacidad de seguir generando movimiento, con su cuerpo de bailarina, maduro, palpitante, para intentar atravesar, con la carne viva, la barrera de silencio, el misterio de nuestra inevitable desaparición.» Oscar Dasí

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