Sud Aca Opina

Fatiga

Me atrevería a asegurar sin miedo a equivocarme, que cada cierto tiempo a todo el mundo lo embarga una fatiga demoledora de esas capaces de castrar cualquier iniciativa. No es un cansancio físico que pueda remediarse con descanso, es un agotamiento mental producto del tan consabido stress cada vez más frecuente en esta sociedad contemporánea y como la mente domina al cuerpo, quedamos inmóviles ante las circunstancias. Nuestros problemas ya no son sólo los nuestros, también lo son aquellos que afectan al grupo de afectos que nos rodea y el de los des afectos también. Estamos metidos en múltiples torbellinos de exigencias para las cuales nadie está ni estará jamás completamente preparado.

Conceptos negativos tales como frustración, desilusión, engaño, imposibilidad, van llenando la mochila vital que se nos hace cada día más pesada. La capacidad para soportar el training de vida solo se puede ver fortalecida nutriendo lo inmaterial de nuestro espíritu. Las artes son ese alimento capaz de energizarnos con el entusiasmo necesario para enfrentar cada nuevo desafío.

Lamentablemente el espíritu de la sociedad parece estar secuestrado por los fuegos artificiales de los medios tecnológicos que ofrecen imágenes tratadas, mejores a nuestros ojos que cualquier paisaje, sonidos sintetizados que jamás escucharemos en la naturaleza y argumentos de tal fantasía que preferimos vivir en ellos a estar en la realidad.

Pero está claro que al menos hasta el momento no se ha creado el avance tecnológico necesario como para hacernos vivir una experiencia total. Esto es que al ver un documental sobre el león de las estepas africanas, creeremos conocerlo pero sólo lo hemos visto y escuchado algunas explicaciones sobre su comportamiento, sin que el resto de nuestros sentidos se vean tocados. Olfato, gusto, tacto y por sobre todo, el espíritu, quedan ausentes de la experiencia.

En cambio una experiencia teatral es total y trascendente por cuanto toca todos y cada uno de nuestros sentidos, además de llegar a hacernos reflexionar y sensibilizarlos espiritualmente en relación a la acción presenciada.

Vemos a los actores, el vestuario y la escenografía, escuchamos sus voces y música de fondo, el argumento nos hace reflexionar y reír o llorar al sentirnos identificados con tal o cual personaje en tal o cual situación. Nuestro cuerpo se amolda con mayor o menor confort a la forma de nuestro asiento, olemos el exquisito perfume de la mujer sentada dos filas más adelante que nos hace soñar tanto o más que la obra misma, terminamos la velada discutiendo sobre la obra acompañados de buenos amigos y una botella de vino. La experiencia teatral es más que los escasos minutos en que trascurre la acción sobre un escenario, eso sólo pasa a ser un breve accidente menor en relación a los efectos que puede provocar en nosotros, incluso hasta influenciarnos en acciones futuras.

Los músculos descansan sometiéndolos a inactividad y masajes adecuados.

El espíritu en cambio no solo descansa sino que se renueva al participar de una u otra manera en una experiencia artística de cualquier índole.

Cuando la fatiga vuelva a querer adueñarse de nuestro espíritu, ya sabemos cómo reponernos; arte, arte, arte, por siempre arte y quizás podamos compartir una buena botella de vino con la mujer sentada dos filas más adelante.

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