Y no es coña

Fuegos artificiales

En el próximo mes de octubre se nos viene encima un tsunami de festivales, inauguraciones, programaciones exuberantes que nos incitan a la euforia. Además, no solamente la temporada viene marcada por los estrenos, re-estrenos o programaciones de los productos más de mercado, los que denominamos comerciales para entendernos y que suelen, según los exégetas, concitar las mayores masas de públicos, sino que una mirada depuradora nos deja ver que existe una sanísima tendencia a interesarse por los nuevos lenguajes, las obras menos convencionales, la búsqueda de otros espacios no habituales para el encuentro entre artistas y espectadores.

Si no estuviéramos en plena campaña electoral, todos estos signos nos harían sentir confortados, como si fueran síntomas de que la Cultura y especialmente las Artes Escénicas, no van a resentirse de los recortes presupuestarios que se anuncian, se ejecutan y nos dejan en esa zona de la incertidumbre que nos obnubila un poco. O un mucho. Estamos hablando, en general, de asuntos excepcionales, festivales, inauguraciones de espacios rehabilitados, etcétera, pero, como siempre, lo que nos importa es qué sucederá después de estos fuegos artificiales.

Vivimos en un momento peculiar. En Bilbao o Murcia, por citar puntos que nos sirven actualmente de referencia, se han incorporado o se van a incorporar millares de nuevas localidades debido a la restauración o la creación de nuevos espacios. No podemos argumentar de ninguna de las maneras contra estas buenas noticias. Lo único que nos preocupa es la sostenibilidad y el desequilibrio. En Bilbao en los últimos meses se han incorporado el remodelado Campos Elíseos, en este caso dentro de la red Arteria, la Sala BBK, la Alhóndiga, Pabellón nº 6, y en breve otro espacio dedicado a las artes circenses. En total más de dos mil localidades que se añaden a las ya existentes en la capital y las de su cinturón industrial. ¿Existen públicos para tantas butacas puestas a la venta? ¿Se ha hecho un estudio mínimamente solvente sobre este impacto y el futuro? Sin presupuestos, a base de taquilla, ¿tienen viabilidad estos nuevos espacios? ¿No se creará en unos meses una sensación de falta de públicos al fragmentarse de tal manera la oferta?

En Murcia se van a reabrir dos Teatros Circo rehabilitados, uno en El Algar, gerenciado por Alquibla Teatro, el otro en Murcia capital, de titularidad pública y con César Oliva al frente de su dirección. El primero en un pueblo, el otro en la capital. El primero con pocos recursos, el de Murcia, al menos en su arranque, es decir en lo que queda de año, presenta una de las programaciones más atractivas, importantes y generosas de todos los puntos de la penínusla Ibérica. Magnífico, que los aficionados, los murcianos todos, lo disfruten, ¿pero se puede mantener este brío a partir del 2012? Tras varios años con una limitada programación en Murcia capital, con el centro Párraga, como único referente, y los centros cívicos con una programación de mediano formato, esta reapertura es una buenísima noticia, pero se nos anuncia que en breve se reabre, a cien metros, el Teatro Romea. ¿Con qué programación, presupuesto e intenciones? A ojo de buen cubero estamos hablando de cerca de dos mil localidades en la capital, y se nos abren las mismas preguntas que en Bilbao, aunque algo matizadas porque son teatros de titularidad pública, pero con una gestión sin definir claramente. Pasar de casi 0 a 100 provoca vértigo. En una Región donde los recortes han sido manifiestos en todo el tejido cultural, estos espacios nos llevan, ya digo, a la inquietud después de la alegría y el aplauso.

No hay respuestas unidireccionales para tantas preguntas que provocan estas circunstancias. La crisis económicas no es una entelequia, ni un asunto financiero, sino algo que afecta socialmente, por lo tanto debe notarse en todos los frentes de «consumo», y en la presencia de espectadores en los teatros y salas, por lógica, también se debe notar. Esta es la cuestión. Creemos que llegan en mal momento, y probablemente no puedan resistir el tiempo necesario para establecerse, darse a conocer, hacer sus públicos. Es nuestro temor. Un teatro, una sala abierta, es una esperanza. Un cierre, o abandono de la gestión pública cuando exista, es un fracaso, un desastre.

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