Aclárate la voz

Guía Esencial de la Voz (IV)

En esta labor de cosecha de lo sembrado y selección de los frutos maduros de mayor calidad me encuentro, de nuevo, con el lenguaje, con el vocabulario. En el artículo «Palabras en voz», del 19 de mayo 2011, entraba en este tema para señalar como el lenguaje en el área de la pedagogía vocal se convertía en un terreno propicio para la confusión y la interpretación errónea sobre todo en el momento de trasladar a la acción vocal la indicación verbal dada. Nombraba palabras sensibles como colocación, proyección, relajación, escucha. Se me ocurren otros, por ejemplo, pronunciación, articulación, contener, apoyos. Otra de las dificultades estriba en la cantidad de referencias corporales que pueden llegar a acumularse al dar indicaciones o explicar algo, creando una confusión. Podría yo mismo decir que, momento a momento, exploración a exploración de nuestra voz como si fuese ésta un paraje no ajeno pero siempre desconocido esperando a ser descubierto por nuestra curiosidad, vamos a ir conectando nombres con cada detalle de sensación sonora. Y así, vamos construyendo el mapa de nuestras calles, que al cabo del tiempo, conoceremos como la palma de nuestra mano. La dificultad llega cuando le tienes que dar indicaciones a un turista.

En mi formación como Analista Bioenergético, modalidad de psicoterapia psicosomática, tuve un formador que siempre nos estimulaba a construir un vocabulario profesional propio que describiese nuestra visión personal. Y, en esas estoy. Mejor dicho, en esas estamos. Evitar utilizar palabras, que por extendidas, parezcan ser inamovibles o indispensables para transmitir un concepto. Quizás la trampa venga ahí, al hablar en términos conceptuales. La salida la encuentro en volver a las raíces de la experiencia somática para, desde ahí, nombrar; volver a la realidad fisiológica para, simplemente, traducirlo a palabras; volver a la imagen como representación simbólica prolongación de la experiencia de un movimiento. Quizás el antídoto a la confusión sea pasar a palabras lo obvio de la experiencia. La simplicidad de lo obvio. Lo simple que no vacío de significación, clarifica, facilita, sitúa. Mi experiencia está siendo que, en este ejercicio de precisión en la descripción de la sensación y la acción; que en este ejercicio de búsqueda de la palabra que refleje aquello que queremos decir, volver a lo obvio y lo simple siempre pone pies en tierra, enraíza. Un proceso apasionante, excitante que contiene una buena dosis de autoafirmación. Autoafirmación en el sentido de dar forma externa a una vivencia interna. Algo, cualquier cosa, no termina de existir hasta que no se pone nombre, hasta que no se lo nombra.

Una actriz, conocida por todos vosotros, me contaba, con su pasión habitual, lo importante de dignificar nuestro trabajo a través de la palabra, del lenguaje que se utiliza, del cómo se cuenta al otro. Completamente de acuerdo, sin lugar a dudas. No quisiera transmitir la idea de que vamos de rompedores y que nada de lo que hay, en cuanto a términos de pedagogía vocal se refiere, nos sirve. No, no es nada de eso. Sería como renegar de dónde venimos. Se trata de fidelidad a la propia experiencia adquirida a través de largas estancias a ambos lados del proceso de formación, sea el propio o el ajeno. Construir el propio vocabulario y después utilizarlo se convierte en un movimiento de eficacia comunicativa en la medida que decimos aquello que queremos decir y lo describimos de la manera en que lo sentimos. Por lo tanto, tenemos bastantes posibilidades de hacer sentir y comprender al otro aquello que queremos comunicar. Algunas palabras que se han visto llevadas al arcón del vocabulario son; pausa, cabeza y pecho, en relación a los registros, relajación, repetición, emplazamientos. A otras palabras se le han puesto nombre compuesto, como resonadores, para pasar a llamarse espacios de resonancia interna. Algunos podrá decir, ¡qué ganas de complicarse la vida! Pero, respondo, que el acto vocal es un acto de precisión y esta precisión, a mí entender y por elección propia, debe reflejarse, también, en el lenguaje y el vocabulario utilizado.

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