Velaí! Voici!

GUIdance 17. Tânia Carvalho. Captado pela intuição

El papel de la intuición en el arte ocupa un espacio privilegiado desde que existe pensamiento y análisis al respecto. Velahí la aparente paradoja. Incluso podríamos decir que la intuición como guía o camino en la creación artística es hija del raciocinio y de la teoría.

Es al pensar y al intentar definir la obra de arte escénica que chocamos contra su naturaleza viva y huidiza.

También como actriz o actor el juego teatral, muchas veces ensayado, se escapa a nuestra propia aprehensión. Salimos del escenario aún en estado de gracia, sin saber muy bien qué decir si alguien nos pregunta cómo lo hacemos.

Hay en el teatro y en la danza, como artes vivas, algo muy ligado a la interacción con el aquí y ahora irrepetibles, en el que nuestros cuerpos y nuestros estados anímicos nunca son idénticamente y exactamente los mismos. Algo está cambiando incesantemente sin permiso de nuestro control mental.

Cuando una actriz-bailarina, actor-bailarín, o cuando una bailarina-actriz, bailarín-actor, juegan desde el dominio técnico invisible y la conciencia profesional y artística incorporadas, algo florece de manera inusitada, algo fluye y nos atrapa.

Casi me atrevería a decir que la magia del teatro-danza, de la danza-teatro, que vienen a ser lo mismo, radica en esos impulsos intuitivos que están más allá de la estructura de acciones o de la coreografía.

El sábado 4 de febrero de 2017, la coreógrafa y bailarina portuguesa Tânia Carvalho estrenó en el GUIdance su pieza CAPTADO PELA INTUIÇÃO. En el programa de mano se especifica que «Para Tânia Carvalho, el acto creativo es algo que surge como un ímpetu, algo incluso instintivo. […] Existe siempre un pretexto para crear, pero al intentar desvelarlo se da a conocer desvirtuado. Desvirtuado por intentar entenderlo a través de discursos del pensamiento. Esos discursos del pensamiento bloquean el fluir de las ideas creativas. Los movimientos surgen de forma intuitiva, sin esfuerzo. Los movimientos surgen y Tânia se entrega a ellos, dejando el cuerpo fluir al ritmo que ellos piden, casi automático, casi como si no hiciese nada. […]»

Y ciertamente esta es la sensación que produce el solo titulado Captado pela intuição cuando Tânia aparece por un lateral del fondo del inmenso escenario del Grande Auditório del Centro Cultural Vilaflor. Un espacio escénico en penumbra que se nos antoja ilimitado y, a la vez, misterioso. Una mujer vestida de riguroso negro, con una falda recta hasta los pies y una blusa ajustada que deja ver buena parte de sus brazos, se desplaza sin que percibamos sus pasos. Traza un trayecto abstracto, direccionado hacia esos horizontes inexistentes en este espacio ilimitado y espectral.

Su cabeza, sus brazos y sus manos parecen moverse de manera autónoma. Movimientos que no obedecen a los dictados de una intencionalidad. Movimientos, por tanto, fuera de los parámetros de la voluntad. Pero tampoco se trata de actos reflejos en una coreografía mecánica o anatómica.

Hay una cierta ausencia de subjetividad, de expresión, pero tampoco existe una neutralidad o una impersonalidad. La mirada y el rictus facial también ejecutan movimientos autónomos, igual que una mano, un antebrazo, algunos dedos, un hombro… Impulsos de movimiento, disyuntivos, que parecen dominar el cuerpo.

A esa autonomía, que se hace más evidente, sobre todo, en las manos y los brazos, se suma un aparente hieratismo y una lentitud próxima a algunas manifestaciones de la danza Butho. Los dedos y las manos se vuelven garras. Tânia adquiere un halo espectral de figura mítica de tragedia.

Las manos se frotan y, repentinamente, invaden el cuerpo como si fuesen arañas. Un remolino turbio de manos trepa y hormiguea por el tronco de Tânia. Su expresión se tiñe de alerta y a este espectador le parece estar ante el universo de La Metamorfosis de Kafka.

Alerta. Búsqueda. Desesperación… asoman en el rictus de la bailarina mientras sus hombros, brazos, manos y dedos ejecutan movimientos feroces, vertiginosos y sutiles a la vez.

Pese a las actitudes que se puedan reconocer, prima un misterio insondable que envuelve el espectáculo.

La figura de Tânia Carvalho se compone de esos impulsos reducidos a unas partes de su cuerpo, que actúan con una autonomía capaz de generar una mezcla entre la figura plástica, con reminiscencias alegóricas, y las situaciones dancísticas en la onda del sortilegio o de la hechicería.

¿Será que la intuición y lo captado por ella nos conecta con formas primigenias de actuar predramáticas?

¿Será que la intuición y lo captado por ella nos lleva a unos impulsos más cinéticos y dancísticos que no psicológicos?

Afonso Becerra de Becerreá.

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