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Il Trovatore de A Coruña

La Asociación de Amigos de la Ópera de A Coruña, fundada en 1952, ha inaugurado la Temporada Lírica de A Coruña 2015/16 con una nueva producción de la ópera Il Trovatore de Giuseppe Verdi.

El director artístico César Wonenburger apuesta por un valor seguro dentro del repertorio de la ópera romántica. Il Trovatore es un compendio de las convenciones más reconocidas y celebradas del género operístico y del bel canto. En este título se encuentran los ingredientes necesarios para la fruición: un argumento lleno de requiebros sentimentales y funesto final, arrebatadores fragmentos líricos para canto solo, emocionantes y pegadizas melodías en los números de coro.

El libreto, basado en una especie de «best seller» de la época: la obra teatral El Trovador de Antonio García Gutiérrez, mezcla amor y muerte, acusaciones de brujería, venganza, celos y fidelidad eterna. Una fábula efectista que raya en lo inverosímil, pero que funciona como un cuento fantástico que pone ante nuestros ojos los delirios de la imaginación humana.

Esta nueva producción de Il Trovatore de la Asociación Amigos de la Ópera de A Coruña cuenta, además, con un reparto estelar de voces prestigiosas a nivel internacional: Gregory Kunde (tenor), Juan Jesús Rodríguez (barítono), Angela Meade (soprano), Marianne Cornetti (mezzosoprano), Badel Albelo (tenor), la participación de la también prestigiosa OSG (Orquesta Sinfónica de Galicia), dirigida en esta ocasión por Keri-Lynn Wilson, el Coro Gaos, con dirección de Fernando Briones, y la dirección escénica de Mario Pontiggia.

La mayoría de las escenas de Il Trovatore están construidas a partir de una sucesión de cavatina, dúo, terceto, finale, o sea, arias dobles con escenas introductorias y cabalettas, además de impetuosos números de grupo.

En el argumento destacan unos antecedentes traumáticos en los que se encuentra la simiente del odio y de la venganza, que brotará e impedirá la feliz resolución de la historia de amor entre los protagonistas Manrico, el trovador, y Leonora.

El trasfondo político del enfrentamiento entre el Conde de Urgell y el Rey, pasan a un segundísimo plano ante la disputa del Conde Luna y Manrico, el trovador, ambos enamorados de la misma mujer, Leonora, que ama al trovador. El Conde Luna hará ejecutar a su rival y, después, descubrirá que éste era su hermano, que había sido criado, como hijo, por la gitana Azucena. Unas escenas antes, es la propia Azucena la que nos relata los antecedentes: su madre había sido quemada en la hoguera, acusada de embrujar a uno de los hijos del Conde. En su agonía le pide a Azucena que vengue su injusta muerte y ésta rapta a otro de los hijos del Conde para sacrificarlo de la misma manera que sacrificaron a su madre: lanzándolo a la hoguera, pero en un equívoco, en vez de al hijo del Conde, arroja a las llamas a su propio hijo. Compungida por su error decide criar al hijo del Conde como si fuese el suyo propio.

La mezzosoprano Marianne Cornetti, le imprime al papel de la gitana Azucena una vehemencia dramática y una contundencia vocal que mantiene en vilo la tensión en el conflicto entre Manrico, el trovador, y el Conde Luna. Ya que será el propio Conde Luna el que cumpla la vieja venganza reclamada por la madre de Azucena al ejecutar al trovador sin saber que es su propio hermano.

El tenor Gregory Kunde, en el papel de Manrico, el trovador, destaca por la sobriedad interpretativa, anti redundante, respecto al rol del enamorado, del héroe romántico, que marca el libreto. Su timbre vocal amaderado, con tonos dulces, marida a la perfección con el timbre achampanado y burbujeante de la soprano Angela Meade, en el papel de Leonora. Meade nos muestra una fluidez y un brillo deslumbrante en el canto, su voz parpadea en las coloraturas como un riachuelo serpenteante hasta volverse un finísimo hilo, y se ensancha y coge fuerza en los momentos más decisivos, en los que se inviste de robusta firmeza.

Más duro e inflexible se muestra el personaje del Conde Luna, interpretado por el barítono Juan Jesús Rodríguez. Una especie de rigidez militar que se trufa con la desesperación de aquel que ama sin ser correspondido y que toma decisiones tan insensatas como desgraciadas.

La puesta en escena del argentino Mario Pontiggia, director artístico de la Ópera de Las Palmas, se ciñe a un estilo sobrio sin efectismos visuales, dejando a la música y el canto esas capacidades de lirismo y grandilocuencia románticos. La escenografía y el figurinismo, también firmados por Pontiggia, se mantienen en un tono entre abstracto intemporal y simbólico, sobre todo el diseño del espacio escénico a base de módulos geométricos corpóreos cuadrangulares ante ciclorama, a base de diferentes secciones de cruces ciclópeas. El vestuario, sin embargo, remite, de manera casi legendaria, al Aragón del siglo XV en el que se desarrolla la historia que el Libreto de Salvatore Cammarano extrajo de la obra teatral El Trovador de Antonio García Gutiérrez.

La dirección musical de la canadiense Keri-Lynn Wilson y la interpretación de la Orquesta Sinfónica de Galicia saben acentuar con maestría las turbulencias apasionadas de la composición de Giuseppe Verdi. La gestualidad de Keri-Lynn Wilson es fina y contundente, con un pálpito incisivo y juguetón en la batuta que se aviene con el romanticismo de la partitura.

La OSG (Orquesta Sinfónica de Galicia) suena como los ángeles, pero de manera incendiaria.

Especial mención, también, para el joven Coro Gaos, fundado en octubre de 2010, y para su más de medio centenar de voces, dirigido por Fernando Briones. Su presencia en escena se adapta de manera dúctil y fluida a las necesidades de la acción dramática y de la composición teatral. A veces los coros, en lo teatral, resultan masas pesantes o funcionan como complementos decorativos, sin embargo, en esta nueva producción de Il Trovatore de Amigos de la Ópera de A Coruña, el Coro Gaos funciona como una pieza indispensable en la ingeniería teatral, aparece y desaparece de escena con levedad y se integra a los cuadros sin aparatosidad. Además, hacen las delicias del público en las apoteósicas melodías de las escenas del coro de gitanos, alrededor de un carro gallego, en la escenografía, como aquel que cantaba Manuel María, y ayudan a densificar la atmósfera en aquellas escenas en las que hacen acto de presencia soldados o religiosos.

En la segunda función en el Palacio de la Ópera de A Coruña, el sábado 5 de septiembre de 2015, después del estreno el jueves 3, estaban las entradas agotadas, con un aforo de 1721 personas. El éxito fue corroborado por un clamoroso y extenso aplauso.

Las pegadizas melodías de G. Verdi y la recurrencia de las principales convenciones de juego de la ópera bel cantista hacen de Il Trovatore una pieza de entretenimiento y deleite. No es de extrañar, como muy atinadamente señala Xoan M. Carreira en el programa de mano, que los hermanos Marx escogiesen Il Trovatore para acometer su parodia cómica en la genial película A night at the Opera de Sam Wood (1935). Y es que resulta una ópera fácilmente identificable como tal, y sus extremos sentimentales tocan esas cumbres en las que la inversión de lo trágico y lo melodramático en lo cómico pueden cuadrarse y tocar las cumbres del circo. Cuanto más tipificadas están las convenciones de un género más fácilmente pueden invertirse en su género opuesto o complementario, como tan bien demostró la Cía. La Cubana con su dramaturgia vodevilesca Una nit d’opera (2001), dándole la vuela a la Aida de G. Verdi para mostrárnosla desde atrás, desde la parte de atrás del escenario, parodiando, desde el amor, los diversos aspectos y tópicos del mundo de la ópera.

La ópera, el gran espectáculo o la obra de arte total, como reivindicaba Richard Wagner, de quien podremos ver, en el mes de junio, El holandés errante, en una producción propia de la Asociación Amigos de la Ópera de A Coruña.

Afonso Becerra de Becerreá.

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