Y no es coña

Insisto: me parece que el rey va desnudo

Dentro de un rato tengo una reunión sobre unos premios que aprecio mucho. Escribo desde la habitación de un hotel de Gijón porque ayer se inauguró FETEN. Viajé en tren y en el bar tuvimos una tertulia sobre algunos de los asuntos que a muchos nos preocupan. El último estreno de Alfredo Sanzol, director del Centro Dramático Nacional de España, en el Teatro Valle-Inclán, una de las cuatro sedes que regenta, con una obra escrita y dirigida por él, ha provocado que algunas personas que amamos el Teatro en general y que consideramos que una institución de estas características y presupuesto debe estar cerca de la excelencia, expresemos nuestro desacuerdo por el espectáculo ofrecido, de muy bajo nivel textual, interpretativo, conceptual, cargado de tópicos y moralinas.

Inmediatamente han salido los defensores que, sin ver la obra, como debe ser para formar parte de un club de fans, acusan al cronista de tener alguna manía al señor Sanzol. Y de más cosas. También existe un apoyo de quienes están de acuerdo, con un me gusta muestran su posición, pero no se expresan más allá porque se trata de señalar que el rey está desnudo. O que el sistema de selección de personal del INAEM y sus unidades de producción no acaba de estar a la altura de los tiempos. Y eso puede tener consecuencias si es que esperas algo profesional de esos seres con poder circunstancial.

En medio de la pequeña refriega, Berta Muñoz nos recordó un texto de Jesús Campos publicado en la revista Actores hace más de dos décadas, que es sorpresivamente actual. Les dejo el link aquí.

La definición de Jesús es espléndida, lúcida, rigurosa y lo más indecoroso es que retrata de manera minuciosa la realidad actual. No es sano, ni efectivo, que se nombren directores o directoras en las unidades de producción y de repente tengan una actividad sobrenatural, dirigiendo sus espectáculos, cobrados con buen cachet fuera de su nómina, claro está, programen al círculo de amistades próximas, se labren un futuro con productoras privadas para cuando sean destituidos y suceda con el sonrojo silencioso de la mayoría y el beneplácito de unas jerarquías que lo deben considerar muy democrático. Y no da mucho más el tema, porque es un asunto estrictamente político, que los políticos ni se quieren enterar, ni les interesa.

Lo que yo vengo señalando semana a semana es que omito muchas de mis opiniones sobre los espectáculos que presencio, normalmente en Madrid, donde voy cada día al teatro, porque me parece que estamos en un momento de muy baja calidad. Especialmente han dado muestras de bajada de importancia, tensión, calidad, personas a las que yo admiro de manera incondicional, por lo que me cuesta hacer un juicio que se equilibre ente lo que pienso de verdad, y cómo decirlo sin que suene a reproche, saña, venganza o desacuerdo total. Para ir ajustando el campo de acción, me refiero a montajes de dramaturgos incuestionables, directoras bendecidas durante décadas, grupos o productoras que han bajado, a mi entender, la intensidad en la búsqueda de un rigor necesario, y que, además de todo ello, se realizan su obras con el apoyo implícito, explícito, económico de instituciones públicas que directa o indirectamente segregan con sus decisiones, otras propuestas que uno ve, y que son bastante más importantes, por lo que tienen de novedosas, de riesgo, de asomarse a lenguajes diferentes y tratar los asuntos elegidos desde otra mirada menos convencional. Y hasta con mucha mayor calidad.

Escribo en la utopía de que todo se pueda cambiar. Hay un acomodo terrible. Jóvenes promesas que se institucionalizan a una velocidad de vértigo y se apalancan. Los coros pagados de esa prensa secuestrada por la publicidad los endiosa. El que cientos de propuestas lleguen a sus despachos pidiendo ayuda o comprensión los va encastillando cada día más. Son señores y señoras feudales con derechos sobrevenidos y sueldos fuera de la norma habitual que ellos y ellas tenían dos días antes de ser nombrados.

Un detalle para comprender mejor la situación general, ayer, en un teatro oficial de Gijón, se anuncia para este fin de semana próximo una obra que está actualmente en cartel en una sala del CDN. Y así sucesivamente. Estas prácticas tienen nombre, que no quiero recordar ahora mismo.

Una anécdota: estuve en el estreno de la obra de Sanzol invitado por un amigo al que invitan a los estrenos de Sanzol y sus amigos. La revista ARTEZ informa en cada número de los estrenos que consideramos más relevantes del CDN. El periódico digital www.artezblai.com informa puntualmente de lo que sucede en sus cuatro salas. Está meridianamente claro que, en ninguno de estos medios de comunicación especializada, los responsables de las unidades de producción y el propio INAEM consideran oportuno poner algún tipo de publicidad, por si acaso pudiera captar la atención de alguna de las veinticinco mil personas que van a recibir hoy este boletín, o que los suscriptores de todo el Estado español de ARTEZ, son ciudadanos que a lo mejor les interesaría ver publicidad de las obras del rey desnudo.

Que quede muy claro que los responsables de prensa del CDN, me atienden muy bien cuando les aviso de mi disposición a ir a ver alguna de sus producciones. Pero fuera de los que mean colonia. Yo voy en días normales, rodeado de públicos normales, lo que es otra manera de sentir el propio espectáculo. Esta consideración la hago extensible a los demás teatros de titularidad pública de Madrid, sean de la Comunidad o Ayuntamiento. En algunos son más reticentes que en otros, pero siempre con educación. En casi la totalidad de ellos a iniciativa de uno. Entrar de manera directa en las listas de los de la colonia y botafumeiro debe tener algún rito iniciático que desconozco. Debe ser que no hay manera de convencerles de que soy ciudadano madrileño de pleno derecho desde hace casi una década. En las salas y teatros privadas la relación es siempre mucho más satisfactoria, directa, sin protocolos ni cortapisas. Por algo será.

No obstante, la noticia de la semana es que en el mismo lugar se ha abierto el Nuevo Montacargas. Eso sí es importante.

Insisto, disfruten con el magnífico artículo de Jesús Campos.

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