Y no es coña

Intermitentes e impertinentes

Quisiera disfrutar de las cosas bellas, de las deliciosas propuestas incipientes, de las ilusiones colocadas por cientos de artistas de las artes escénicas que luchan cotidianamente contra la desidia institucional, pero los acontecimientos me llevan a un callejón sin salida: el calamitoso estado funcional del INAEM. Y como contraluz, la actitud de los trabajadores de las artes escénicas en Francia, «los intermitentes», manifestándose desnudos, en pelotas, para reclamar la atención de su gobierno en decadencia absoluta política porque quiere aplicar recortes a su sistema y que amenazan con paralizar los grandes festivales, entre ellos el de Aviñón.

Muy rápido;: la intermitencia es un sistema de protección para los creadores de cultura en Francia que puso en marcha Jack Lang y que, resumiendo mucho, significa que cualquiera que cotice en nueve meses un número determinado de horas como actor, bailarín, director, técnico o incluso gestor, tiene una especie de paro por un tiempo similar, con unos ingresos parecidos lo que garantiza que durante ese tiempo puedan estar ensayando, estudiando, escribiendo, realizando dignamente sus funciones internas que no producen ingresos y se mantenga la continuidad. Una manera de protección a los hacedores de cultura bastante importante y que se debería estudiar y copiar, y que los sucesivos gobiernos de derechas, el de Sarkozy y el de este extraño ser llamado Hollande han intentado cercenar. Pero los afectados se defienden. Hay conciencia entre los trabajadores de la cultura. Saben que una huelga fuerte hoy es una solución para mañana. Y recuérdese que no hace tantos años ya pararon Aviñón y varios festivales veraniegos.

La imagen de los trabajadores de las artes escénicas francesas manifestándose en pelotas es significativa. Uno se siente solidario con estas actitudes. Hay discurso, hay concepto, hay lucha sindical real. Y en contra nos enfrentamos al deterioro absoluto del INAEM, sin que nadie dimita ni dé la cara. No sabíamos a qué se dedicaba el señor Lasalle, supuestamente secretario de Estado de Cultura, hasta que le leímos una artículo, bueno un libelo, tras las pasadas elecciones europeas, que empleando un lenguaje seudo-histórico, se colocaba en la extrema derecha del discurso oficial, descalificando, por ignorante, con todos los tópicos del argumentarlo reaccionario, los resultados electorales. Es decir, le importa una mierda la cultura, él vivirá siempre empotrado en las listas del PP, hasta que la vaca siga dando leche merengada.

Que los actores de dos producciones del Centro Dramático Nacional, CDN, tengan que manifestar públicamente su indignante situación por no cobrar sus salarios, en el mismo instante que el director del mismo, Ernesto Caballero, estrenaba una nueva producción, empieza a ser un paradigma de las supuestas «buenas prácticas» de las unidades de producción del INAEM. No pagar las nóminas, o retrasarlas, en una institución de estas características es un delito de lesa cultura. Si las producciones estatales con presupuestos públicos utilizan las maneras y modos de las privadas, la cosa va mal. Y si nadie da la cara, si nadie asume sus responsabilidades es que se ha perdido del todo la orientación. Suponiendo que alguna vez hubo una hoja de ruta y una inspiración ética.

Los problemas de las unidades de producción son muchas, variadas, singulares, reiteradas. En la Compañía Nacional de Teatro Clásico, en el Ballet Nacional, en el Coro nacional, que tuvieron que hacer una huelga hace unos días porque no renuevan la plantilla, de la tal manera que hicieron una representación en que algunos espectadores abandonaron la sala reclamando les devolvieran el dinero en taquilla porque el coro era minúsculo. Una tras otra, malas noticias. Impertinentes noticias. Impertinentes respuestas de los irresponsables que deberían solucionar estos asuntos. Si es un plan de exterminio, de abandono, de destrucción, lo están haciendo muy bien. Si es que son incapaces de solucionar estos problemas, es una sensación de muy poca dignidad. Sufre el Teatro, la Danza, la Música. Ellos, los de las «buenas prácticas», cobran, y mucho, al día, sin demoras. Eso está garantizado. Y no dan la cara, se esconden, como si no fuera con ellos.

Un día sucederá lo que todos esperamos. Pero se demora demasiado. De momento, podemos decir sin rubor que el INAEM es un cachondeo. Y es una manera pertinente de calificar un desastre.

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